Game Of Thrones, la exitosa serie de HBO, supo presentarnos una infinidad de personajes que aprendimos a amar y a odiar. Particularmente, una de las casas más reconocidas, la de los Lannister, parece tener un correlato en la política colombiana: la casa del Centro Democrático, que como su similar en Westeros, durante gran parte de la serie, no tuvo escrúpulos para criminalizar ni violentar a sus adversarios como a sus detractores políticos con tal de validar su reclamo al trono de hierro o en nuestro caso para allanar su camino a la Casa de Nariño.
Como los Lannister en la inolvidable guerra de los cinco reyes, el partido del Centro Democrático ha sabido tejer distintas tramas para acercarse y hacerse con el poder político en Colombia desde su fundación hasta su cenit. Creado en el año 2013, por el expresidente Álvaro Uribe Vélez, este movimiento supo encarnar los intereses de una élite colombiana constituida por grandes hombres de negocios, terratenientes, ganaderos y latifundistas, solapados en un discurso moral que aboga por la defensa de valores conservadores heredados de la Nueva Granada, pero que tolera la injusticia social y pacta con la muerte para acallarla.
Se acercaron al poder en las elecciones del año 2014, siendo superados por poco por el reeleccionista Juan Manuel Santos. Hoy se sabe que ambas campañas fueron financiadas por la constructora brasileña Odebrecht, involucrada en distintos casos de sobornos y entrega de coimas a altos funcionarios públicos para obtener beneficios en contrataciones públicas en Latinoamérica, EE. UU. y África. Dos años más tarde, supieron mentir sistemáticamente a los colombianos, apelando a creación de fake news o noticias falsas para influenciar la opinión de los votantes hacia el no en el plebiscito sobre los acuerdos de paz de Colombia con las guerrillas de las Farc en octubre de ese año. Confesado en su momento por Juan Carlos Vélez, gerente administrativo de la campaña del no.
Pero fue en el año 2018, donde tuvo lugar la gran boda roja uribista. Quizá atemorizados por la efervescencia popular encarnada en la Colombia Humana de Gustavo Petro, el Centro Democrático llamó a sus abanderados a lo largo y ancho del país para las elecciones presidenciales de ese año, realizando una fuerte coalición con el conservatismo independiente del expresidente Andrés Pastrana. Nuevamente la estrategia de la campaña para cooptar el voto de los electores fue por medio de noticias falsas en torno a los acuerdos de paz con las Farc firmados dos años atrás, que finalmente agudizaron la polarización de la sociedad colombiana en torno a la paz, el conflicto, la justicia y la reparación.
Luego de tanto pelear y resistir los embates de la maquinaria electoral engrasada para el ungido y desconocido —aún— Iván Duque, la insurrección popular vio la balanza declinarse a su favor, desnivelándose, nuevamente, hacia esos grandes lores montañeros, andinos y tropicales, que han gobernado por años a su favor atornillándose al poder por medio de la corrupción, el clientelismo y la violencia, y hacia los grupos económicos que irrumpen como un bólido en el panorama y transan su inversión en la campaña con la expropiación del territorio y la explotación a mansalva de los recursos naturales.
Al día de hoy, la misma rueda sigue girando y parece aún más robusta. El gobierno del señor Duque “escucha” a la ciudadanía sin embargo legisla en contra de ella, en casos como hacer caso omiso al asesinato sistemático y selectivo de líderes sociales y defensores de los derechos humanos, dar vía libre al uso del fracking en el suelo colombiano, continuar con las fumigaciones con glifosato, incrementar los impuestos del colombianos en lugar de reducir las cuotas burocráticas así como los salarios y pensiones de los congresistas, permitir el naufragio del proyecto anticorrupción, incentivar la regulación de la protesta social o promover el uso de la violencia por parte del Estado, y así.
La llegada a la Casa de Nariño así como la guerra por el trono de hierro es tan solo una disputa entre casas políticas y clanes electorales, buscando asentar su nombre y aumentar su riqueza personal. Como los Lannister, el Centro Democrático y el gobierno Duque han sabido pagar sus deudas con quienes apoyaron su reclamo, aunque el pago lesione los derechos y la dignidad de millones de colombianos comunes y mortales —estudiantes, trabajadores o pensionados, creyentes, paganos, diversos, amantes del fútbol o de la literatura, entre otros— así como de la naturaleza y demás seres vivientes.