Desde que comenzaron los años ochenta empezó un conteo regresivo hacia lo que vendría a ser una nueva era: el nuevo milenio. Publicidad, programas de televisión, discursos y todo cuanto tocaba el tema del futuro incluía alguna frase de cajón sobre el anhelado año 2000: aún era común que la gente cantara “que los siga cumpliendo hasta el año 2000” porque se sentía que faltaba mucho tiempo para esa época diferente y ajena al siglo XX.
Pues llegó el esperado año 2000 y fue un año muy parecido a cualquiera de los anteriores. A pesar de la fanfarria y la sobreutilización de la frase “nuevo Milenio” no hubo algún cambio espectacular en la historia de la humanidad.
El 2000 fue otro año más de la época posterior a la guerra fría: aún estaban frescas las memorias sobre la gran competencia entre Estados Unidos de América y la Unión Socialista de Repúblicas Soviéticas y la humanidad aún estaba asimilando que esa disputa entre dos superpotencias ya tenía un vencedor.
Para el 2001 se había dejado de utilizar la palabra superpotencia (faltaban meses para completarse una década del fin de la URSS) pero nadie dudaba de la invencibilidad militar de Estados Unidos, el cine de esa época nos dejó el testimonio en “La caída del halcón negro” donde se mostraba el papel de Estados Unidos como el policía del mundo: las guerras se peleaban en exóticas tierras extranjeras y a pesar de las dificultades los militares americanos vencían como tienen que hacerlo los buenos de la película.
Obviamente permanecía la sombra de Vietnam, pero de ninguna forma esa derrota cambiaba la imagen de invulnerabilidad de la superpotencia: solo en las películas de ficción morían personas en las calles de Nueva York.
Ese mundo de la post guerra fría se convirtió de manera fulminante en pasado el 11 de septiembre de 2001: alguien o algo logró atacar al país que hasta sus antiguos enemigos consideraban inmune a cualquier ataque. La forma en que la televisión hizo posible que el mundo entero conociera los detalles dejó claro que se trataba de una realidad nueva e inesperada.
Las preocupaciones, motivaciones y logros que habían movido al mundo durante el siglo XX súbitamente quedaron tan fuera de lugar como las del siglo XIX. El 11 de septiembre de 2001 comenzó el siglo XXI, no de la forma positiva que nos vaticinaban pero si con una sensación de que todo había cambiado para siempre.