Por qué Duque y Petro podrían pasar a segunda vuelta

Por qué Duque y Petro podrían pasar a segunda vuelta

En esta contienda se enfrentarían dos proyectos electorales distintos, tanto para la desigual sociedad civil como para la conflictiva sociedad política a las que pertenecen

Por: JUAN CARLOS GARCÍA LOZANO
mayo 07, 2018
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
Por qué Duque y Petro podrían pasar a segunda vuelta

En el grupo de investigación Presidencialismo y Participación, adscrito a la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Colombia, nos preguntamos por las elecciones presidenciales del próximo 27 de mayo. El siguiente análisis histórico-político y electoral se realiza contando con la historia del proceso político colombiano, los datos, las realidades políticas y las proyecciones, leídas todas ellas en la prensa comercial y en los portales de información, es cierto, no del todo confiables, pero con estos elementos a la mano podemos intuir lo que posiblemente pasará, llegado el caso, en la nueva relación de fuerzas que define al entrante presidente de Colombia.

En el partidor presidencial se encuentran los candidatos que, según las numerosas encuestas y las proyecciones realizadas —y que sumadas valen tanto como una candidatura presidencial— tienden ellas a confirmar que no basta la primera vuelta presidencial, sino que se necesitará la segunda vuelta en junio entrante. Advertimos con ello que no solo es la división o el desgaste de la derecha, sino que son los grupos, las organizaciones y los sectores progresistas y alternativos los que están forzando la realización de la segunda vuelta presidencial, en la forma tal como ella se está proyectando.

Llegar a la segunda vuelta presidencial no solo revela la incapacidad de los que no pueden, sino, por sobre todo, está revelando la capacidad de los que sí.

En ese sentido, todo análisis electoral sobre la coyuntura debe tomar en consideración desde ya las dos vueltas presidenciales. Los candidatos que estarán en la segunda vuelta presidencial, según se advierte por las encuestas y las proyecciones, pagadas y difundidas por los mass media hegemónicos, tienden a reducirse a dos orillas ideológicas y políticas, claramente definidas, aunque con matices varios.

Con ellas —con las dos fuerzas políticas mayoritarias—, pensamos, se organiza el debate en las semanas que quedan de la primera vuelta presidencial y con ellas también se definirá la segunda vuelta, la decisiva.

Duque versus Petro

La primera de las fuerzas electorales tiene el nombre, la figura y la bendición de un patriarca de la gran hacienda, uno de los hombres más ricos de Colombia, el cual piensa que está por encima de la ley, Álvaro Uribe Vélez, cuya política pública de guerra, la seguridad democrática, poco se recuerda. Ni siquiera su candidato presidencial, el desconocido y prematuramente encanecido Iván Duque, la ha utilizado como argumento de legitimidad mediática. Ni siquiera por error.

Esta primera fuerza electoral busca hacerse con la presidencia de la república en la primera vuelta, luego de haberla gozado durante 8 años consecutivos, de 2002 a 2010, ganando siempre la mano fuerte en primera vuelta, hasta cuando se le atravesó cual espada de Damocles la sentencia de la Corte Constitucional. De eso ya 8 años.

La otra fuerza electoral que lucha por pasar a la segunda vuelta presidencial, tiene un recorrido distinto al de la gran hacienda y del país de propietarios narcisos. Recuerda ella un proceso político singular, aquel que llevó a erigir la Carta Política de 1991, luego de procesos de paz exitosos con las guerrillas. Un hijo de esta Carta, abanderado de ella y hasta su defensor en el último tiempo es el candidato progresista Gustavo Petro, quien al día de hoy tiene todas sus cuentas bancarias y propiedades embargadas. Y aún así, hace su campaña.

Si Iván Duque encarna el programa histórico de la gran hacienda, la mentalidad del gran propietario, el desconocimiento de la justicia, la seguridad como norma fundamental, alinderado él a un proyecto neoconservador y neocristiano, o sea, autoritario y personalista; Petro, por el contrario, ha asumido una característica electoral más amplia, más incluyente, la cual se abre paso desde las ciudades intermedias y la provincia, toma en consideración a las clases y los grupos subalternos no propietarios, empobrecidos por el mercado, liberales en lo ideológico, sin privilegios de ningún tipo: aquellos que esperan aún la promesa de la igualdad real y efectiva como principio constitucional.

En efecto, Iván Duque y Gustavo Petro tienen dos proyectos electorales distintos, tanto para la desigual sociedad civil como para la conflictiva sociedad política a las que pertenecen. Son los dos candidatos que pueden pasar a la segunda vuelta presidencial, salvo que ocurriera un suceso excepcional, el cual no parece probable ni posible: una muerte, una renuncia. Iván Duque suma votos desde la extrema derecha hasta el centro político, pasando por los cristianos y puritanos de diverso tipo. Y Gustavo Petro suma votos desde la extrema izquierda hasta el centro, pasando por los desmovilizados y las víctimas del conflicto armado.

Si seguimos las encuestas, las proyecciones y lo que ha sido la historia política y electoral de la última década en nuestro país, desde el año 2006 con las candidaturas de Álvaro Uribe Vélez y Carlos Gaviria Díaz, pasando por la de Juan Manuel Santos y Antanas Mockus en el año 2010, hasta llegar a la del año 2014 con Juan Manuel Santos y Óscar Iván Zuluaga, los grupos y las clases subalternas, los que tradicionalmente no votan o que votaban por los jefes de los partidos tradicionales, han tendido a organizarse y expresar su descontento con los votos alternativos o progresistas en las elecciones presidenciales, en mayor o menor medida. Y ya se cuentan por millones. Pero aún no ponen presidente.

Recordando, desde el año 2006, por ejemplo, hay un cambio en las tendencias electorales hacia las izquierdas, los progresismos y las alternativas, con sus matices no tan claros. Si este argumento histórico y político es cierto, siendo como es Colombia un país de tradiciones conservadoras y católicas, en la pasada consulta electoral de marzo de 2018 para definir el candidato de la izquierda se probó que el caudal electoral de estos grupos y clases subalternas, por lo menos tiene más de tres millones de votos. Con tendencia a crecer.

Pero para ganar la presidencia de la república, si de eso se trata, pensamos, se requieren de nueve a diez millones de votos en la segunda vuelta presidencial. Esto quiere decir que para pasar a la segunda vuelta, la fuerza alternativa o progresista de Gustavo Petro o la fuerza neoconservadora y neocristiana de Duque tendrían que sumar cada una como mínimo cinco millones de votos en la elección del 27 de mayo.

Pensamos que justo a tres semanas de las elecciones presidenciales del próximo 27 de mayo, ambas fuerzas políticas citadas suman algo así como 5 millones de votos, con lo cual pasarían sin problemas a la segunda vuelta presidencial.

Desde la pasada consulta interpartidista de marzo de 2018 hasta el presente mes de mayo, se han perfilado y hasta definido los que entrarán en la disputa por la Casa de Nariño en la elección de junio entrante: entre el país tradicional de Duque, afincado en el recuerdo y la nostalgia de la guerra, y el país progresista de Petro, el que promete igualdad y participación para todos, está el próximo presidente de Colombia.

Subrayamos también que las elecciones presidenciales en Colombia desde la Carta Política de 1991 están hechas para que gane siempre el representante del país tradicional y de la autoridad: todos los presidentes desde 1994 hasta la fecha lo han sido. La llamada oposición política en las elecciones presidenciales llega solo hasta la primera vuelta, luego hace alianzas de diverso tipo o se disuelve. Pero nunca gana. Tal es el juego electoral en el que siempre cae.

Entre los 2.600.000 votos de Carlos Gaviria Díaz en el año 2006 y los casi dos millones de votos de Clara López en el año 2014, nunca las fuerzas alternativas o progresistas han pasado a la segunda vuelta presidencial, entre otras cosas porque la guerra y la estigmatización obstaculizaban la posibilidad, cuando no las falencias ideológicas, políticas o programáticas y, también, las divisiones y los egos de los candidatos.

El solo hecho de que Gustavo Petro pueda llegar y llegue con opción a esta instancia de segunda vuelta sería, de suyo, un triunfo histórico para estas fuerzas alternativas que reconoció la Carta de 1991, aunque no les entregará el anhelado estatuto de la oposición. Pero, valga la lección: no basta el triunfo histórico en una elección presidencial, se requiere el triunfo político y ella se cuenta con millones de votos.

La nueva relación de fuerzas

La cuestión electoral de las fuerzas políticas ha cambiado radicalmente desde el año 2010 hasta el tiempo presente. Un grupo armado subalterno como las Farc-Ep se ha desmovilizado y ha reconocido al Estado en su legitimidad y legalidad.

Es decir, un grupo ilegal que fue el caballo de batalla de la política pública de guerra, la seguridad democrática durante los 8 años de Álvaro Uribe Vélez, dejó de existir en el teatro de operaciones. Recordemos que con respecto a la guerra interna no declarada, todos los presidentes de Colombia desde 1998 con el conservador Andrés Pastrana hasta el neoliberal Juan Manuel Santos en el año 2014, todos, absolutamente todos, incluyendo por sobre todo a Álvaro Uribe Vélez, han sido electos con el argumento político de terminar la guerra, por negociación o por las armas.

Las Farc-Ep han sido los jefes de debate de todos los candidatos presidenciales victoriosos desde 1998. El cambio operado es que desde el año 2016, con la firma del Acuerdo Final de Paz, el jefe de debate dejó de existir. Hoy la nueva Farc es un partido político electoralmente derrotado: tal fue el costo de su desmovilización.

Cuando una guerrilla agraria con más de 10 mil integrantes y más de 50 años de lucha, como las Farc-Ep, se desmoviliza, necesariamente el hecho político y militar repercute en la ampliación del sistema político, y por esa vía, del sistema de partidos y del sistema electoral vigente. La participación política tiende a cambiar el juego electoral de las alianzas y los grupos y las clases sociales se reorganizan, así como los electores y sus candidatos: lo estamos viendo.

La campaña de Iván Duque como fuerza de derecha ya no tiene un referente fundamental de enemigo interno contra el cual galvanizar a la opinión pública, y que le sirvió a su jefe político, el hacendado Álvaro Uribe Vélez, para hacerse a la presidencia de la república durante 8 años consecutivos cuando combatía a las Farc-Ep con el discurso y la tropa. Y porque, en efecto, la guerra irregular fue dejando de ser funcional al sistema electoral, pudo hacerse a la Alcaldía Mayor de Bogotá Gustavo Petro entre los años 2012-2015, cuando se sucedían los diálogos de paz entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las Farc-Ep en Cuba.

En efecto, la Alcaldía Mayor de Petro en Bogotá es el primer suceso favorable del proceso de paz. Y este hecho, debe ser reconocido.

Haciendo cuentas, durante el último proceso de paz, entre los años 2011-2018, el caudal electoral de Gustavo Petro en el escenario nacional ha crecido vertiginosamente, como ningún candidato presidencial en el 2018. No solo fue su candidatura presidencial del año 2010 con el caudal de 1.300.000 votos en la primera vuelta, sino la propia campaña a la Alcaldía Mayor de Bogotá, en la que se alzó victorioso en octubre del año 2011 con más de 720.000 votos. Votación significativa para entrar en la lucha por la presidencia de la república, aunque otra cosa sea ganarla.

Consideramos que entre los años 2011-2018 es Gustavo Petro, entre todas las demás fuerzas alternativas, progresistas o de izquierda, quien más ha crecido en el registro de las votaciones a nivel nacional. En la consulta electoral de marzo pasado confirmó la tendencia, al cuadruplicar su récord con respecto a los 720.000 votos para la Alcaldía Mayor de Bogotá, 7 años atrás. Esta tendencia histórica y política es demoledora para los opositores de su candidatura.

Luego, está probado, con cifras y hechos, que Gustavo Petro tiende a crecer con respecto a la elección inmediatamente anterior. Así visto, el 27 de mayo entrante la votación de Gustavo Petro, si se mantiene la actual dinámica de movilizaciones en las ciudades, la campaña desde lo comunal y lo barrial, el discurso en pro de la igualdad y la participación de amplios sectores empobrecidos y de juventudes, como candidato progresista puede alcanzar entre cinco y seis millones de votos, con lo cual pasará a la segunda vuelta presidencial.

En otras palabras, la tendencia que muestran algunas encuestas de crecimiento sostenido de Petro en los últimos meses, revela que el techo en la aceptación electoral no ha llegado, aunque su imagen negativa sea alta.

De Iván Duque sabemos que ganó la consulta de marzo pasado, cuando las llamadas fuerzas de la derecha, los opositores y los saboteadores al Acuerdo Final de Paz con las Farc-Ep, asumieron una única candidatura para “destrozar” lo firmado.

Se recuerda que Álvaro Uribe sumó solo 860 mil votos en las elecciones para Senador, cuando se esperaban 2 millones de votos por él. Y su candidato ungido, el joven y novato Iván Duque, logró sumar más de 5 millones con el total de las fuerzas de la derecha, incluyendo en ellas, claro está, las de Germán Vargas Lleras que no tenía consulta ese día, aunque sí cauda. Y mucha.

En la segunda vuelta decide el centro

En el escenario nacional advertimos que las distintas fuerzas que destrozarán el Acuerdo Final de Paz, acompañadas de fuerzas extranjeras también de derecha, en EE.UU. o en Venezuela, están en cierto sentido divididas, aunque con un centro rector en la cabeza de Álvaro Uribe Vélez, victorioso en dos elecciones presidenciales consecutivas, quien tutela muy de cerca a Iván Duque como su novel candidato y con ello dirige la retoma de la Casa de Nariño. Cuya acción política estará secundada por la reforma neoconservadora y neocristiana que quiere implementar.

Si en nuestro análisis no solo se reconocen tendencialmente los 5 millones de votos de Iván Duque en marzo pasado, sino los 7.800.000 votos que sacó Óscar Iván Zuluaga en la segunda vuelta del año 2014, tenemos que advertir que la campaña electoral de las fuerzas de la derecha puede sumar de 5 a 6 millones de votos en la primera vuelta presidencial. Acaso ese sea su límite en votos, salvo que Germán Vargas Lleras, victorioso hace dos años, renuncie a la candidatura: inimaginable.

Cómo no va a ocurrir, y Germán Vargas Lleras siente el llamado de la historia, competirá por la presidencia de la república, la tendencia electoral de él confirmará lo que fue la votación de su partido Cambio Radical, con cerca de 3 millones de votos. Con lo cual, si nuestros cálculos son acertados, las fuerzas de la derecha sumarán cerca de nueve millones de votos, contando a Germán Vargas Lleras e Iván Duque al tiempo y en los dos partidos afines.

En el caso de la candidatura de Sergio Fajardo y Humberto De la Calle, la tendencia electoral marca que sumarán más de tres millones y medio de votos, según lo que dejan entrever las encuestas, las proyecciones realizadas y la votación para el Congreso, tanto la de los verdes como la de los liberales en el pasado mes de marzo.

Así las cosas, podemos intuir, con todos los elementos aquí registrados, que en la primera vuelta presidencial, el entrante 27 de mayo, Iván Duque y Gustavo Petro pueden llegar a tener cada uno entre 5 y 6 millones de votos, con los cuales tendrán la oportunidad de pasarán a la segunda vuelta presidencial de junio. Después seguirán, en su orden, Germán Vargas Lleras con cerca de tres millones de votos, Sergio Fajardo con más de 2 millones y medio de votos y Humberto De la calle con un poco más de un millón de votos, aproximadamente.

Con lo anterior pensamos que de un potencial histórico de 36 millones de votos, 18 millones de colombianas y colombianos votaremos en la primera vuelta presidencial en 20 días. La pregunta que hay que hacerse desde ya es: ¿en la segunda vuelta presidencial para dónde se irán los votos de Germán Vargas Lleras, de Sergio Fajardo y de Humberto De la Calle? Serán 7 o acaso 8 millones de electores en disputa, más los que dejen de ser abstencionistas, los apáticos, los sin partido o sin movimiento: son quienes decidirán cuál es el próximo presidente de Colombia.

Se puede decir que el centro político e ideológico decidirá quién es el nuevo presidente de Colombia. No la derecha, no la izquierda. Son esos 7 o acaso 8 millones de colombianas y colombianos quienes podrán sumarse, proporcionalmente, a Duque o a Petro: votar por uno para atajar al otro o viceversa. De manera que con ellos en la segunda vuelta presidencial pueden haber cerca de 20 millones de colombianas y colombianos votando y decidiendo.

En el entretanto, la realidad política no asombra, y sin las cábalas, se muestra con frialdad que con el apoyo electoral de la líder neocristiana Viviane Morales y sus 500 mil votos a favor de la candidatura de Iván Duque, se deja ver el sello neoconservador de lo que puede ser la segunda vuelta presidencial para el Centro Democrático y, especialmente, para Álvaro Uribe Vélez.

Como colofón de este análisis, pensamos que la segunda vuelta presidencial para Iván Duque empezó mal: ¿sumar ahora en primera vuelta para perder luego en segunda? ¿Es posible?

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