Cuando la ministra de minas Irene Vélez habló del decrecimiento, los periodistas bogotanos, con la ignorancia que caracteriza a la mayoría de ellos, crearon tremendo zaperoco en concordancia con su habitual estilo de periodismo escándalo, ridiculizando a la funcionaria y destacado su posible incompetencia para el ejercicio del cargo, desconociendo que ese tema, como muchos otros, tiene diversas posturas y enfoques que, aunque no se compartan, son totalmente respetables porque están sustentados en argumentos técnicos y no en caprichos subjetivos como en este caso.
El “decrecimiento ambiental” corresponde a una propuesta que presenta un relativamente nuevo movimiento social, que reclama el derecho a menguar económicamente, y a crecer políticamente, a partir de una nueva lectura de los puntos fundamentales del programa social del ecologismo clásico, cuyos principales expositores han sido Serge Latouche de la Universidad de París, Joan Martínez Alier de la Universidad Autónoma de Barcelona y Herman Daly de la Universidad de Maryland.
Pero, para entender el decrecimiento expuesto por esa corriente francesa desde el primer decenio de este siglo, es conveniente conocer la línea de pensamiento generada en la CEPAL durante los años ochenta del siglo pasado, con exposiciones de pensadores cepalinos como Osvaldo Sunkel, Nicolo Gligo, José Villamil, Jaime Hurtubia y otros, donde se destaca Aníbal Pinto, quien, con el marco del Materialismo Histórico y la Economía Política, define que el Estilo de Desarrollo es la forma como se organizan, se asignan y en general se manejan las fuerzas productivas en una formación social.
Con la introducción de este concepto en la teoría del desarrollo se resolvieron varias inquietudes hasta esa fecha inciertas, como el género que corresponde a la especie del desarrollo sostenible. Quedó claro que no se necesita cambiar el sistema económico para resolver problemas sociales y humanos, sino que basta con cambiar el estilo de desarrollo; igualmente, quedó claro que, en la historia del capitalismo, se reconocen dos estilos de desarrollo, por un lado, el Estilo Ascendente o Transnacional y por otro lado el Estilo Sostenible, que algunos le llama Sustentable.
El Estilo Ascendente lleva tres siglos azotando la humanidad y gira en torno al corto plazo, la rentabilidad y los factores financieros, todo explicado con la Teoría de los Precios, el cual es depredador del medio ambiente al que sacrifica para salvar la rentabilidad.
El Estilo Sostenible todavía no existe en la realidad, pero sigue en debate y luchando por su aceptación universal más allá de la simple retórica de su enunciado. El Estilo Sostenible se contrapone al Estilo Ascendente y gira en torno al largo plazo, la sostenibilidad y los factores económicos, todo explicado con la Teoría del Valor, el cual sacrifica la rentabilidad para salvar las condiciones de vida.
Por ello, con la teoría de los precios no es fácil comprender un concepto que se apoya en la teoría del valor. El PIB, como indicador de la contabilidad económica, está diseñado mediante la teoría de los precios y concebido para el Estilo Ascendente, por lo cual no se ajusta conceptualmente a los conceptos propios del Estilo Sostenible. Y lo que hablan del los ODS es un discurso sin contenido real.
Así que no es tanta la ignorancia de la ministra Vélez como la quieren mostrar los periodistas de siempre, ya que sus palabras tienen un asidero conceptual, que ya también fue tocado tangencialmente por el papa Francisco cuando expidió la encíclica Laudato Sí, destacando el valor de la vida humana y la importancia de las condiciones del ambiente para alargar lo más posible, la permanencia de la especie sobre el globo terráqueo.
Por supuesto, quienes se benefician del actual estilo predominante, no aceptan el cambio profundo del mismo, sino que maquillan y distorsionan el concepto de sostenibilidad y los ignorantes de la teoría del desarrollo, hasta se burlan de quien hace referencia al tema porque no conocen las bases teóricas necesarias para entender el decrecimiento.