Pasa el tiempo. Un año. Paradójicamente ha sido vibrante. ¿Quién habría de pensar que en medio de una innoble pandemia la vida tendría que seguir y se habría de asumir nuevas responsabilidades en el cotidiano existir? Ha debido la especie humana volverse creativa en muchos aspectos y también ha necesitado una habilidad mental y procedimental para lograr objetivos en todas las áreas de la existencia. Trabajo remoto, asistencias religiosas virtuales, movimiento de la economía desde las pantallas mismas de las herramientas computacionales, congresos y simposios por el mismo estilo, todo desde casa, incluso, prácticas y competencias deportivas.
Amigos y enemigos declarados de esta nueva forma de relacionarnos ha debido ser aceptada por la comunidad mundial, hace un mes, por ejemplo, mi madre falleció, y las novenas se recrearon por Facebook live, la misa de cenizas se ofreció por este medio, y ya, en medio de la tristeza, fuimos conscientes de que éramos observados remotamente, acompañados por nuestros amigos y familiares que no vivían en la ciudad donde mi procreadora había expirado. Todas estas prácticas tradicionales se transformaron de un día para otro, y por alguna razón, la hemos adoptado y aceptado sin chistar como si siempre hubiese estado ahí. Una nueva realidad, una nueva normalidad.
La escuela también ha sido impactada por la eterna cuarentena, las clases virtuales se convirtieron en el gran desafío de los maestros, padres, estudiantes y directivas. El conocimiento se salió de la lúgubre aula de clase. Tuvimos los maestros que rehacernos en metodologías, contenidos, acompañamiento de estudiantes y padres de familia, incluso, muchos de estos últimos se alfabetizaron intelectualmente con nuestras clases, pues, mientras realizaban sus quehaceres, escuchaban las clases preparadas con tanto cariño para los jóvenes estudiantes.
Muchos padres detenían sus labores y se sentaban a recibir la clase con sus hijos. Era una especie de democratización del conocimiento, una democratización casi que obligada por las circunstancias; ¡era tan apasionante preparar una clase, no solo para nuestros niños, sino, también para nuestros queridos padres acudientes! El BM lo ratifica: “El año 2020 marca una experiencia de la niñez drásticamente diferente que estos niños recordarán por el resto de sus vidas, y una experiencia pedagógica distinta en que los maestros han tenido que adaptarse rápidamente, ser creativos y cambiar roles” [1]
Esta modalidad, que no es nueva por supuesto, desnudó, sobre todo, la pobreza de las clases populares, con más crueldad. Un sistema que premia al poseedor de capital y que castiga al desarraigado y poseedor de hambre y de lombrices se evidenció con mayor preocupación. Hambre en nuestros niños y sus familias, búsqueda de ayudas entre quienes tenían algo para compartir se convertía en una lección maravillosa, la cooperación, el compartir con el que está sufriendo las consecuencias de la cuarentena. Padres que llamaban a los colegios desesperados solicitando ayuda económica, un gobierno nacional y otros, locales, sin preparación para afrontar la desgracia de las carencias materiales en la ciudadanía hacían pensar en la necesidad de cambiar este sistema cruel y despiadado. Una sociedad donde el individualismo dejara de ser el común denominador y nos convirtiéramos en comunidad cooperante era una alternativa y se había demostrado en los momentos más difíciles de la crisis. La escuela y su telos se transformaban casi que por un sentido común antes relegado; una escuela que tuvo que pensar en la parte humana de los más vulnerables y vulnerados por la pandemia. La más bella lección jamás recibida, apoyar a los nuestros, a esos hijos que, sin serlo genéticamente, se convierten en parte de nuestra esencia como docentes.
De todos modos, no podemos romantizar la experiencia, ya que, la gran mayoría de nuestros jóvenes no tuvieron la posibilidad de conectarse por no poseer en sus hogares un computador, porque sus familias no tenían capacidad económica para pagar la conectividad. Volver a la escuela era un deber moral. No solo debían volver esos muchachos olvidados por el Estado colombiano, marginados y excluidos de la escuela, también se hacía fundamental el regreso de muchos jóvenes que corrían peligro inminente de maltrato y abuso sexual (un porcentaje que no era para nada menor). Sobre todo, las niñas han corrido un gran riesgo; un estudio realizado por el BM reconoció con el COVID-19, este problema mayúsculo a nivel global: “El covid representa un riesgo aún mayor para la educación y el bienestar de las niñas, ya que es mayor la probabilidad de que ellas abandonen la escuela y también son más vulnerables a la violencia y enfrentan el matrimonio infantil y la fertilidad adolescente”[2], pero, además: “los niños pequeños están especialmente expuestos a riesgos, ya que la pandemia agrava las disparidades existentes en materia de nutrición, salud y estimulación, y los servicios para apoyar a estos niños a menudo se omiten en la respuesta a la pandemia”[3]. No podemos olvidar a las poblaciones con algún tipo de problemática como discapacidad, migrantes, desplazados, minorías étnicas: “tienen menos probabilidades de acceder a materiales de aprendizaje remoto y de regresar a la escuela después de la crisis”[4]
El agravante es que, aún, la mayoría de instituciones infantiles siguen cerradas. Muchas instituciones no cumplen con las mínimas condiciones para volver presencialmente o a la alternancia, y las que lo hacen, con sus protocolos rigurosos, a duras penas aceptan en las aulas un mínimo porcentaje de estudiantes, de acuerdo al tamaño de las aulas y a las distancias mínimas exigidas por el Estado. Esto deja como consecuencia a unos padres que, asumiendo sus responsabilidades normales del hogar, se le suma la de la responsabilidad formativa-académica de los infantes. Una carga mayúscula si le adicionamos que ellos deben ir a trabajar para proveer el sostenimiento de las familias, además de lo anteriormente enunciado. A lo anterior hay que sumar algo más: “las repercusiones negativas de la contracción económica global sin precedentes en los ingresos familiares, que aumenta el riesgo de deserción escolar y también ocasiona la reducción de los presupuestos de los Gobiernos y presiones en el gasto público en el sector de la educación. Los cierres prolongados de escuelas, junto con esta recesión económica, es una crisis histórica doble para la educación”[5]
Por todo lo anterior, y reconociendo las dificultades y exposición a la enfermedad, un grupo de docentes hemos decidido apoyar el modelo de alternancia en Bogotá. Es un tiro al aire, porque a pesar de que las medidas de bioseguridad se suponen correctas de acuerdo a las autoridades especializadas en estos temas, nadie está exento de contagiarse, aunque la probabilidad sea mínima. No es fácil saber lo que ocurre al interior de las familias más vulnerables de nuestra sociedad, y voltear la mirada ignorando lo que acontece.
Los jóvenes sin recursos, que llevaban un año sin entrar en contacto con la escuela, generando pobreza de aprendizaje, traerá como secuela un mayor crecimiento de la pobreza en el futuro inmediato. No poder leer un texto a la edad de 10 años (con todo lo que implica leer un texto correctamente) es el indicador fundamental de este tipo de pobreza, ya que con esta herramienta se accede al vasto conocimiento humano.
La pandemia ralentiza los objetivos de avance en la lucha contra el analfabetismo, deshace lo hecho hasta ahora en cuestiones de la calidad misma de los contenidos adquiridos por nuestros niños; la dificultad que tienen los maestros y maestras de primaria para enseñar a leer de manera remota es mucho más alta. Muy seguramente, los niños que está asistiendo a la alternancia tienen una ventaja importante frente a los niños que se conectan virtualmente, o más aún, de aquellos que no tiene dicha posibilidad.
Ante la falta de recursos, la discriminación y la exclusión educativa siguen siendo los enemigos a vencer, cuando el 53% de los niños de países con ingresos medianos y bajos no tienen la posibilidad de leer y comprender textos sencillos, al igual que el 80% de los niños de naciones pobres (BM) envían un campanazo de alerta a los gobiernos para invertir aún más en nuestra educación. Mientras tanto, los maestros debemos mantenernos firmes acompañando el proceso, alentando a nuestros niños y padres de familia a seguir luchando en medio de esta crisis, ya de por sí, muy larga; venciendo ese abrazador marasmo que, a veces surge, producto de la crisis misma que no da tregua y nos hunde en los precipicios del temor-terror al virus que orondamente sigue poniendo víctimas. Los maestros no somos apóstoles ni cristos sacrificados, pero sí podemos dar una mano a los más vulnerables en nuestras escuelas y colegios. Estén seguros, seremos protagonistas de una historia que se escribe segundo a segundo y ella dirá que las fuerzas magisteriales fueron protagonistas de la lucha en contra de la pobreza de aprendizaje muy a pesar de la indiferencia estatal. Por eso, yo, docente de un colegio público, el Enrique Olaya Herrera, IED (EOH) de Bogotá, me he sumado a la alternancia, saldremos adelante con nuestro proyecto, no me queda ninguna duda.
[1] BM (2021). Se requieren medidas urgentes y eficaces para mitigar los impactos de la COVID-19 en la educación en todo el mundo. Tomado de: https://www.bancomundial.org/es/news/immersive-story/2021/01/22/urgent-effective-action-required-to-quell-the-impact-of-covid-19-on-education-worldwide?cid
[2] BM (2021). Se requieren medidas urgentes y eficaces para mitigar los impactos de la COVID-19 en la educación en todo el mundo. Tomado de: https://www.bancomundial.org/es/news/immersive-story/2021/01/22/urgent-effective-action-required-to-quell-the-impact-of-covid-19-on-education-worldwide?cid
[3] BM (2021). Se requieren medidas urgentes y eficaces para mitigar los impactos de la COVID-19 en la educación en todo el mundo. Tomado de: https://www.bancomundial.org/es/news/immersive-story/2021/01/22/urgent-effective-action-required-to-quell-the-impact-of-covid-19-on-education-worldwide?cid
[4] BM (2021). Se requieren medidas urgentes y eficaces para mitigar los impactos de la COVID-19 en la educación en todo el mundo. Tomado de: https://www.bancomundial.org/es/news/immersive-story/2021/01/22/urgent-effective-action-required-to-quell-the-impact-of-covid-19-on-education-worldwide?cid
[5] BM (2021). Se requieren medidas urgentes y eficaces para mitigar los impactos de la COVID-19 en la educación en todo el mundo. Tomado de: https://www.bancomundial.org/es/news/immersive-story/2021/01/22/urgent-effective-action-required-to-quell-the-impact-of-covid-19-on-education-worldwide?cid