Por estos días ha causado diferentes reacciones en los sectores de la economía la frase de la ministra de Minas y Energía Irene Vélez, en relación con el Decrecimiento económico, pues la ministra aseguró “que es necesario que los países empiecen a decrecer sus modelos económicos”.
Luego aclaró que se refería a los países desarrollados, pues en Colombia no habría posibilidad de decrecer mientras no se cierren las brechas de desigualdad sociales y económicas.
Pues bien resulta que la teoría del “tal” decrecimiento es solo eso, una simple teoría que tuvo eco en los años setentas, esta postula que la industrialización produce consecuencias en el medio ambiente y adicionalmente se produce de la mano de la cada vez más evidente desigualdad de la distribución de la riqueza.
El principio es simple al aumentarse la producción de bienes y también de servicios necesariamente se incrementa también según esta teoría el consumo de los recursos naturales.
En consecuencia, si este consumo se hace de manera acelerada no permitiría la regeneración de los recursos utilizados lo que podría desencadenar en el agotamiento de los recursos de nuestro planeta.
Este impacto ecológico se hace evidente en fenómenos como las sequías más prolongadas, la deforestación, la erosión del suelo, la disminución de la biodiversidad y los recursos qué provienen de los océanos, su contaminación y de manera especial el cambio climático.
|Le puede interesar: Los traspiés de Petro por andar tan de prisa
En palabras de Brigitte Baptiste, bióloga y rectora de la Universidad EAN, consultada por RCN sobre las implicaciones que tendría la adopción de un modelo de decrecimiento en el país, manifestó que el decrecimiento económico es un modelo que busca disminuir el nivel de consumo de recursos y servicios provistos por los ecosistemas, adoptado como una crítica al consumismo y al desperdicio que son los elementos centrales de la crisis ambiental en este momento.
Resulta que no todos los seres humanos manejan los mismos niveles de consumo pues, especialmente en los países industrializados, este tiende a ser mucho más alto. Por tanto, la bióloga señaló que el principal problema de esta propuesta es la concepción global, mediante la cual se piensa que todos los seres humanos aspiramos a tener esos niveles de consumo, lo cual no es cierto.
“La diversidad cultural y los modos de vida que existen a lo largo y ancho de la tierra son muy distintos, hay modelos éticos y técnicos que hacen que entendamos que no queremos ni podemos vivir como vivirían estas sociedades extremadamente ricas. Incluso en estas sociedades, hay mucha gente que sabe que no es apropiado tener ese nivel de impacto sobre los ecosistemas, lo cierto es que la humanidad ha causado una transformación muy grande en el planeta, ha desplazado la biodiversidad de la cual dependemos y por eso, en contraposición a la idea de solo decrecer, se está planteando la idea de una economía regenerativa”. Expresó.
Existen serias críticas a esta teoría, como la expuesta por Maxi Nieto de la universidad Miguel Ángel Hernández de España, quien advierte que esta teoría Eco socialista del decrecimiento, se basa en tres ejes principales: el primero de ellos parte de un fundamento errado al confundir que la causa última de los problemas de extralimitación ambiental es el crecimiento visto de manera abstracta, dejando de lado el fundamento real qué es la lógica económica capitalista que lo gobierna, la cual impide la regulación consciente y democrática de la economía.
En segundo lugar, está solución pareciera socialmente injusta y reaccionaria, pues distribuye las responsabilidades por igual, haciendo creer que el coste de la reconversión ecológica recae sobre la empresa y por ende sobre los trabajadores, lo que impide aprovechar las enormes capacidades científico técnicas acumuladas por la humanidad.
Finalmente, considera que este proyecto es esencialmente utópico por dos razones: uno, no establece unos fundamentos institucionales y económicos realmente alternativos al capitalismo, pero además resulta inviable toda vez que acaba aceptando la misma producción mercantil que está detrás de la degradación ambiental.
Cómo conclusión según el autor se revindican las posibilidades de la planificación económica socialista en las condiciones tecnológicas actuales como la verdadera alternativa a la crisis Eco social global sin considerar como se dijo la lógica neoliberal.
Por su parte el profesor Jorge Enrique Esguerra, del Centro de Pensamiento Libre considera que las posiciones filosóficas posmodernas (y todo indica que la ministra las comparte, igual que Petro) son producto de la intelectualidad de los países industrializados, que aprecia que el desarrollo acaecido en la modernidad está agotado, y que hay que superarlo bajo otros presupuestos.
Pero la mayoría de sus conclusiones son anti modernas, es decir, que rechazan el crecimiento económico (teoría del decrecimiento) que es el que ha puesto a la humanidad en el siglo XXI (todos los avances en ciencia y tecnología que han permitido los logros globales en todos los campos).
Y la tendencia es que con el rechazo al crecimiento, que también ha ocasionado el calentamiento global y tantas lacras medioambientales, se debe replantear la concepción de la ciencia y los desarrollos tecnológicos que los han producido, hasta el punto de rechazarlos con una mirada premoderna o anti moderna.
En Europa, EE. UU. y Asia, donde se crean los mayores males por la forma como se utilizan esos avances es necesario corregirlos con transiciones apoyadas precisamente en la ciencia y en la tecnología.
El crecimiento debe hacerse en el sentido de transformar las prácticas erráticas, y no en impedir el crecimiento. La teoría del decrecimiento no mira hacia adelante sino hacia atrás.
Pero lo más grave es que en nuestros países, que son dependientes y donde están por construirse los desarrollos, se recojan esas ideas con el mismo fin que se le propone a los industrializados.
Los recursos de la minería son demandados por estos, y si nosotros no los producimos para exportarlos, esos países los consiguen en otras partes y el problema subsiste. Aplicar políticas anacrónicas de país victimario a país víctima es un contrasentido y una enorme irresponsabilidad.
Dicho esto coincidimos con el profesor Esguerra en el sentido de que " el crecimiento debe hacerse en el sentido de transformar las prácticas erráticas y no en impedir el crecimiento"