Ayer la opinión pública se casó con Claudia. El 21E fue un examen que tuvo muy atentos a críticos y detractores. Fue ambigua. Envió al Esmad en varios puntos consciente de que le costaría un sector de la crítica. En Suba se vieron imágenes de policías desprotegidos expuestos a un ataque de encapuchados dando pie a que otro sector de la crítica, el que apoya el uso del Esmad, la atacara. No se alineó con ninguno haciendo su juego de estar al centro. Debió aprenderlo de Mockus.
Si Antanas Mockus, que ha pasado años posando como alternativo y contratando con el establecimiento, que bendijo a Peñalosa y luego pactó en mármol su apoyo a Petro, es el padre moral del centro, ¿qué supone uno que es el centro?, ¿jugar a dos bandas, sin escrúpulos?, ¿apostar por ambas opciones? Claudia, su seguidora, en una semana defendió la Van der Hammen, una política ambientalista, pero reafirmó TransMilenio y Metro de Peñalosa, sistemas contaminantes y denunciados por corrupción. ¿Entonces a qué juega?
Lo que debió ser un #21E centrado en la ciudadanía terminó protagonizado por Claudia. Con juicios buenos y malos, el reflector la iluminó a ella y a su alcaldía. En ese sentido la estrategia de exhibir en medios a su secretario Luis Ernesto Gómez, lidiando personalmente la manifestación, fue útil para trasladar el foco de atención pública a su alcaldía quitándolo de la movilización.
Esto se conoce como framing y consiste en centrar la atención de la audiencia dentro de encuadres que le son convenientes, hacer foco en Luis Ernesto y Claudia hacer trending topic con #ClaudiaLopezCulpable #ClaudiaHagaAlgo #ClaudiaLopezRenuncie, para así desactivar comunicativamente el 21E. Lo hicieron los medios, lo hizo su equipo y también la derecha, así sea para atacarla, al fin y al cabo, desviaron la atención. El #21E no hizo sino revelar la división del sector alternativo y la necesidad de renovar la protesta, en términos de que el 21E no puede ser la reedición del 21N. En política los momentos cambian, y de noviembre a enero no somos los mismos.
