Acá no sabemos nada. En nuestra negación crónica no queremos aceptar que el ciclismo, en el mundo, es un deporte en decadencia. La farsa de Lance Armstrong la década pasada fue un golpe muy duro del cual nunca pudo reponerse. Patrocinadores tan fuertes como Festina, Discovery, Banesto, se fueron para nunca más volver. La televisión le dio la espalda. Los grandes portales europeos como Marca tienen el ciclismo en un rinconcito cada vez más pequeño. En España, donde estaba una de las aficiones más fervorosas, solo queda un equipo world tour, el Movistar. Esto es tan grave como si en Brasil no existieran equipos de fútbol profesional.
Yo soy hincha del ciclismo y las hazañas de Nairo, Rigo, Superman López y ahora Egan me han hecho llorar de felicidad. Yo soy hincha del ciclismo y me hago un poco el sordo –para no amargarme tanto- al ver como el público desciende año a año en las tres grandes vueltas, como se cierran clásicas que antes eran fundamentales en Europa, cómo para los equipos es cada vez más difícil encontrar patrocinadores. El caso del Sky, el más poderoso del mundo, es todo un llamado de atención. Desde el 2012, cuando ganó el Tour el inglés Bradley Wiggins, acusado de dopaje por el propio parlamento de su país, el Sky ha dominado con holgura la prueba. Desde esa fecha hasta ahora el equipo ha ganado cinco de los seis tours disputados en esta década. A pesar de los éxitos su máximo patrocinador ha dicho basta. El norteamericano Rupper Murdock, dueño de la firma, no quiere poner un dólar más en un deporte que despierta tantas sospechas.
Sin importarle demasiado lo desacreditado que está mundialmente este deporte,
el presidente Duque se reunió con el director deportivo del Sky
para ofrecerle el patrocinio que el equipo viene buscando desde diciembre
Y lo peor es que las sospechas vienen es por el lado del líder del equipo. En Europa muy pocos creen en la inocencia de Froome. Saltarse controles antidoping y el problema con su inhalador han sido dos señalamientos de los que no se ha podido sacudir el cuatro veces campeón del Tour. Mientras la popularidad en el primer mundo desaparece, en Colombia la fiebre sorprende a todos. Solo para la inauguración del Tour Colombia fueron cerca de 30.000 fanáticos al estadio Atanasio Girardot. Sin importarle demasiado lo desacreditado que está mundialmente este deporte, el presidente Iván Duque se reunió con David Bradford, director deportivo del Sky para ofrecerle el patrocinio que el equipo viene buscando desde diciembre. Los chinos parecían los principales interesados en poner la plata, pero en una alianza público-privada Iván Duque se habría comprometido a pagar los USD 40 millones anuales que vale el mantenimiento del poderoso equipo.
¿Vale la pena mantener al equipo donde está el principal sospechoso de dopaje del mundo? ¿Es ético, es rentable? Entiendo que a uno como aficionado del ciclismo le debería llenar de emoción que el Sky fuera colombiano pero ojo, ese escándalo está a punto de estallar y el ciclismo, sin patrocinadores, difícilmente sobrevivirá. La UCI, en su intento por rebajar costos le quitó un corredor a los equipos en las grandes vueltas, ya no son nueve sino ocho. Dentro de poco serán seis y, si no aparecen los árabes, los chinos o algún mercado emergente, las sospechas de fraude habrán extinguido el más bello de los deportes.
Que la fiebre que desata en el ciclismo en el país por puro patrioterismo barato no te nuble las entendederas. El ciclismo está en vía de extinción y difícilmente recuperará el prestigio y la afición que tuvo en épocas de Hinault, Perico Delgado y Herrera. Froome, por más simpático que nos parezca, es el gran culpable de que el deporte de las bielas esté en coma.
