Muchos años después Aureliano recordaría el día en que enmudeció el patriarca en su otoño lastimero. Encerrado en sus dominios decidió aplacar el canto del pájaro, que de forma ruidosa y vitanda a lo largo de los años hacia ensanchar su ego con afectos torvos; no se consolaba con la derrota y rumiaba el fervor malévolo de revertir su decadencia.
No, no era casual el silencio, no traducía la mudez de la derrota porque su ángel destronado siempre reencarna y se yergue desde la mentira, la intriga supina como flama que retorna dañina una y muchas veces. Estaba eso sí probado que el mal crece con mayor ventura apenas con el guiño de un viento suave, ese rumor de la multitud en tropelía que nace de lo primario y azaroso.
Ahora el trabajo tan elaborado de servir al designio oscuro del infame sometimiento, lo ejecuta perfecto otro anciano protervo; desde esa edad de los olores rancios y la desfachatez grosera, desde la exhibición senil de los símbolos de la fortuna económica propia, que ha llegado a costa del trabajo con las manos de "hombrecitos y mujeres" siempre gastando sus monedas para tener un techo. Nada que perder, para quien todo lo ha ganado sin freno.
Redivivo el innombrable en la expresión grotesca de ese genio salvador que va a acabar con la robadera, aquel, guarda silencio y espera, sólo espera agazapado para volver a extender su mano perversa cuando se consume la victoria de ese que no hace pactos, porque su intención es servir a aquello que lo volvió afortunado, con la fórmula infaltable de la explotación y la miseria desperdigada y sin voz.
Él mismo lo ha dicho, y nadie repara en su franqueza explotadora que es exitosa y funesta. Cuenta la fábula de los que están muriendo de hambre y el final feliz de una historia en dónde aparece un único y solitario "chapulín" que con astucia salva al mundo.
Guarda silencio el patriarca y su nuevo y remozado reinado que ya vislumbra se extiende como mancha; sus adeptos están atentos a dar zarpazo y coparán con ruido el espacio del que viene sin alianzas esperando las órdenes y la "ejecución" que tanta idolatría merece. La ejecución sumaria y sin consecuencias.
El anciano que se vende como atlético figurín es sólo una fachada construida de vitalidad impostada, (un ingeniero de reingeniería falsa) un patrón desafiante del mismo establecimiento al que debe gratitud eterna por su riqueza ejemplar, patrón en todo caso que será burlado por pretencioso y falaz porque nada que venga de lo contestatario sin sustento ético, podrá servir a un interés solidario.
Escoger de esa manera a un salvador no es más que caer de nuevo en la trampa del mesianismo, quitar el mérito a una propuesta de trabajo y compromiso vital que a manera de reto rescate el supremo valor de la dignidad humana tan pisoteada.
Guarda silencio paciente el buitre y observa mientras en la sabana, los leones con oficio disputan a dentelladas la presa, pues conoce desde el instinto de fiera y con socarrona ventaja, que el futuro le depara una segunda y una tercera oportunidad sobre la tierra, a las legiones consagradas a la depredación y la rapiña sin cortapisas.