Para comprender mejor como se desarrolla el cuidado de la salud mental en nuestro contexto nacional debemos tener claro, en primer lugar, que, según MINSALUD, en los últimos años, y en concordancia a la tendencia mundial, se ha visto un aumento exponencial de los trastornos de salud mental “La atención se ha cuadriplicado, en 2009, 405.124 personas fueron diagnosticadas con algún trastorno o índice psicológico incapacitante, solo en ese año y a 1,5 millones en el 2021, a 2023 esa cifra podría duplicarse a causa de la emergencia sanitaria por COVID – 19” (MINSALUD – 2023). Además, que la depresión se ha convertido en la segunda causa de discapacidad laboral y ante ello, nuestro sistema de atención en salud se ha visto imposibilitado para cubrir tal aumento en la demanda de atención.
Ya no solo tenemos todo el tabú cultural que impide que haya una consciencia colectiva sobre la importancia que reviste el cuidado de la salud mental y la normalización en la búsqueda de atención, pues, aunque hemos tenido avances significativos y cada vez es más frecuente la disposición del colombiano a buscar los sistemas de salud, ahora nos topamos de frente con el cambio de problemática, ahora ya no es tanto que las personas perciban a la salud mental y las profesiones encargadas de ellas como para locos o simples tonterías, sino que, cuando buscan atención no la encuentran.
El escenario se pone mucho más sombrío cuando profundizamos en la atención en sí que se está brindado a quienes si pueden acceder, de una u otra manera, a los servicios de salud mental, el sistema se muestra incapaz de cubrir la demanda en atención psicológica y psiquiátrica, pero ¿qué tal van los que si pueden acceder a dichos servicios?
La mayor carga atencional la tienen las EPS y ante la demanda desbordada se reduce considerablemente la calidad del servicio, todos quienes en algún momento hayan solicitado una consulta psicológica en su EPS tendrán como testimonio que la media hora asignada cada dos o tres meses resulta tan ineficiente como todas las terapias seudocientíficas que se ofertan fuera del entorno clínico.
Así, el colombiano promedio, se encuentra en una encrucijada entre el deterioro de su salud mental y todos los componentes que influyen en ello y la ausencia o pésima atención que se brinda desde el sistema de salud a sus necesidades, así desde lo público.
En lo privado podemos encontrar servicios que, con mayor especialización y mejor capacidad de respuesta, ofrecen servicios con mejores estándares de calidad pero que, lamentablemente, se hacen insostenibles para el colombiano promedio, al que se le hace imposible cubrir con su salario mínimo una consulta de entre los 90 y 230 mil pesos la hora, dos o más veces al mes.
Así, entre tanta oscuridad y falta de operatividad, podemos resaltar los servicios gratuitos que ofrece el gobierno y otras entidades municipales, departamentales y nacionales, las líneas gratuitas de emergencia en salud mental, los consultorios abiertos gratuitos y las estrategias que se implementan en diferentes entornos pero que, hasta ahora, han resultado insuficiente para cubrir esta problemática que se ha buscado invisibilizar dentro de nuestra nación por tanto tiempo y que ahora, más que un evento a prevenir, es una bomba que nos ha explotado en las manos y a la cual no hemos sido capaces de cuantificarle el daño que ha causado y causará.