¿Por qué brindamos con "pola"?

Viernes, 6:00 p.m. y lo único que nos interesa luego de pasar un extenuante día de trabajo es poder ir a encontrarnos con el parcero de turno y tomarnos una cerveza (bueno, los que tienen trabajo). Como vienen a ser dos o tres borrachines de turno, paga uno de ellos con un billete de $10.000 y como bien puede esperarse parece una situación que no alberga ningún sentido.

Leo Kopp, el mecenas de la cerveza en Colombia, había llegado al país en la segunda mitad del siglo XIX para fundar la que hoy se conoce como la cervecería Bavaria en 1889 y 1891.

La bebida en boga en ese momento era la chicha, un fermentado de maíz cuyo guayabo solo puede compararse a la del vino y es que era bastante popular principalmente entre la población campesina y popular de las ciudades.

Como buen judío intentó acomodar su producto de venta al nicho, pero de entrada no le fue ni también ya que competir con algo tan autóctono como la chicha, era más bien jodido. Tanto así que cuentan, se hizo una especie de corrillo en que se hacía una campaña de desprestigio contra nuestro embrutecedor ancestral de maíz, precisamente diciendo que la chicha embrutecía a la gente, no como la cerveza que era tan elegante como el whiskey y barata como la misma chicha, siendo una empresa cervecera que aportaba mucha ganancia al sector privado y público (y hasta político), otras gamas del poder como la iglesia goda, daban crédito a esta idea.

Tumba de Leo Kopp en el Cementerio Central

Así que, nuestro hoy héroe y objeto de devoción (literalmente) había amasado tanta fortuna que le alcanzó para construirse un pequeño barrio llamado La Perseverancia, sí, ese que queda arriba de la carrera quinta y al lado de La Macarena. Así fue como se mandó al bolsillo a muchos de los trabajadores a los que él le había dado trabajo.

Esto fue para 1910, mismo año en que se conmemora lo que se conoce entre el vulgo como el centenario de la independencia de Colombia, cuyos próceres eran homenajeados hasta el hartazgo o en el mayor de los casos, la beodez.

Así pues, fue que en el mismo año, Bavaria, decide hacerle un sentido honor a una de las mujeres que, sin temor a equivocarme y con ello que vengan las feminazis de turno, hizo parte de la historia de nuestro terruño y de paso contribuyó con el feminismo no por el empoderamiento sino por patriotismo puro, sentido y tan templado que tuvo más pelotas que todos nosotros hombres juntos. Ella es Apolonia Salavarrieta Rios, ahora y por siempre en la historia conocida como Policarpa, su apocope "Pola".

La Pola se vendió muy bien, tanto es así que hasta el día de hoy 117 años después de su primera aparición, aún le acuñamos ese nombre, aún olvidando de dónde es que viene, de manera que ya una cerveza no nos recuerda a Policarpa sino que Policarpa nos recuerda la cerveza.

Ahora sí, estoy seguro de que no le voy a quitar el alcoholismo, pero por lo menos hay que mantenerlo con clase, recuerde que hay que ser borracho pero culto.

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