Un cara a cara de un minuto y medio y un apretón de manos en la cumbre del clima en Egipto pueden estar cambiando el futuro del petróleo. El presidente de Francia, Emmanuel Macron y el de Venezuela Nicolás Maduro, protagonizaron este instante que terminó con un “Presidente… yo lo llamaré”, de Macron. Era la primera salida internacional de Maduro después de años de aislamiento y de que 50 naciones no lo reconocieran como presidente de Venezuela. El siguiente paso fue el 10 de noviembre en París con el presidente colombiano Gustavo Petro tejiendo con Macron la reanudación de las negociaciones del gobierno venezolano con la oposición en México. Después de un año volvieron a la mesa con Noruega como facilitador del diálogo.
Detrás de esta trama internacional de tipo político, hay un protagonista muy ligado que en segundo plano tiene un peso específico: el petróleo. Los tiempos han cambiado. La presidencia francesa, preocupada con la crisis energética producto de la invasión rusa a Ucrania, llamó el 27 de junio a "diversificar las fuentes de abastecimiento de petróleo" durante la cumbre del G7 en Alemania, mirando a la producción de Irán y Venezuela.
"El petróleo venezolano también debe poder volver al mercado", señaló entonces el Eliseo. Maduro respondió de inmediato que Venezuela estaba "lista" para recibir a las petroleras francesas "que quieran venir a producir petróleo y gas para el mercado europeo, para el mercado mundial". "Bienvenidos cuando quieran”.
El encuentro de Macron y Maduro en la cumbre del clima cambió el tablero de la política y el petróleo
Pero las sanciones del gobierno de Estados Unidos son el meollo de la cuestión. Maduro ha insistido, y acaba de insistir en que unas “elecciones frescas, bonitas", tienen como prerrequisito que la comunidad internacional elimine todas las sanciones que pesan sobre su gobierno, que afirmó suman más de 600. El presidente de Estados Unidos Joe Biden se planta en el esquema que Trump estableció en el 2019 para presionar la salida de Maduro, pero ha dado señales de cambio con las ya conocidas misiones a Venezuela cuando el petróleo subió a más de cien dólares por barril, cuando le cerró la puerta a Rusia y se conoció el cabildeo de la megapetrolera Chevron.
Precisamente, conocedores de la industria petrolera venezolana y del mercado mundial del petróleo, no dudan en afirmar que, sin desconocer el interés político en Venezuela, lo que es más importante para Biden y Macron son sus empresas petroleras: Chevron y Total. Su presencia y posicionamiento en la transformación de la industria petrolera venezolana, vuelta trizas, que debe empezar muy pronto, y además el pago de la multimillonaria deuda de la estatal Pdvsa.
Por eso es claro que la flexibilización de las sanciones de Biden siempre tiene a Chevron en primer plano. La última señal fue el 25 de noviembre cuando tras la reunión de gobierno y oposición venezolana en México, comunicó que la petrolera podrá reanudar operaciones en Venezuela con una licencia de seis meses. Pero es poco probable que llegue más petróleo venezolano a los mercados por lo menos en el corto plazo. Antes de bombear crudo, Chevron debe cobrar la deuda, reforzar su plantilla y realizar multimillonarias inversiones. Además de vérselas con una intricada red de sanciones que deben modificarse.
Biden otorga concesiones que clara y exclusivamente benefician a Chevron
La licencia tiene limitaciones importantes y es clara en señalar el destino final: el crudo extraído solo pueda llegar a Estados Unidos Y servirá para reducir la deuda de USD 4.000 millones del Estado venezolano con la empresa e invertir en suministros, Está expresamente prohibido el pago de impuestos o regalías al gobierno de Venezuela o de cualquier dividendo a Pdvsa y a entidades donde la estatal posea directa o indirectamente 50 % o más de acciones.
Con inversiones del orden de USD 50.000 millones, Chevron podrá recuperar su producción. En el corto plazo se aumentarían unos 30.000 barriles por día, que no hacen el más mínimo efecto en el mercado mundial. Aunque Venezuela cuenta con las reservas de petróleo más grandes del mundo, Chevron podría tardar al menos un año en elevar la producción de petróleo a 200.000 barriles por día en sus cuatro empresas conjuntas con PDVSA , dice el Wall Street Journal.
Chevron y Total son una viejas conocidas en Venezuela. Ni las nacionalizaciones de Hugo Chávez ni las estrictas sanciones de Estados Unidos a Pdvsa asustaron a Chevron, que comenzó sus operaciones en Venezuela hace casi un siglo cuando la Gulf Oil Corporation (GOC) -una empresa precursora de la actual Chevron- inició la extracción de crudo en la costa oriental del Lago de Maracaibo. Es posible que Chevron asuma ahora el control operacional de las cuatro empresas mixtas que comparte con Pdvsa, entre ellas Petroboscán en el Zulia y Petroindependiente en el Lago de Maracaibo que están paralizadas.
Por su parte Total era, a inicios del siglo, uno de los principales productores de crudo operando en Venezuela. Según estadísticas de Pdvsa, figuraba como la segunda empresa con mayor producción para 2007. Operaba en la Faja del Orinoco que tiene 271 millones de barriles de crudo pesado y extrapesado, algo así como una cuarta parte de las reservas de todos los países de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (Opep). Como Chevron, Total se quedó en Venezuela en las turbulencias de Chávez. Pero después de 30 años, el 28 de julio del año pasado transfirió sus acciones a Pdvsa, de la empresa mixta Petrocedeño en la que tenía una participación de 30,32 % junto a la estatal noruega Equinor -antes la estatal Statoil Hydro-dueña del 9,67 %.
Esto, como resultado del "reconocimiento" de lo que Total llamó "una excepcional pérdida de capital" de 1.380 millones de dólares en sus estados financieros en la firma. La empresa también tenía intereses en gas a través de Ypergas, un proyecto de propiedad privada en el que Total participaba con 69,5 % y la española Repsol con 15 % y el grupo venezolano Otepi. El eventual regreso de Total cuenta con la bienvenida de Maduro, pero está ligada a la compuerta que pueda abrir Joe Biden a las sanciones.
En el corto plazo lo más probable es que no fluya petróleo venezolano suficiente para mover el mercado y garantizar el abastecimiento 100 %. Europa, urgida de gas, tiene la noticia de un proyecto de establecimiento de un hub en Turquía por donde Putin trataría de meter su combustible por la puerta de atrás -con los problemas políticos que ello implica- , y distribuiría el de los recientes descubrimientos del Mediterráneo Oriental, de Israel y Líbano que al margen de su propia Guerra se unieron para el proyecto.
Venezuela, que pasó de 3,2 millones de barriles por día hace 13 años a 723.000 en agosto, según Opep, tiene sus ojos, más allá de Irán y Rusia, en las negociaciones de México, donde el petróleo se mezcla con la política.