Ha extrañado a algunos que el presidente electo Gustavo Petro haya dicho en su discurso como ganador de la carrera presidencial que el camino en materia de medioambiente tiene que ver con Latinoamérica, proponiendo que mientras Estados Unidos continúa, debido a su incesante desarrollo, lanzando CO2 a la atmósfera, el subcontinente gracias a su riqueza ecológica podría estar captándolo evitando con ello el calentamiento progresivo actual.
Unos afirman que cada país, y entre ellos Colombia, debe adelantar las tareas que nos han dejado las diversas políticas emergidas de la ONU, encaminadas a cubrir este propósito y conseguir el desarrollo sostenible, pues no encuentran viable que se adelantaran en conjunto. Otros inclusive aseguran que estos compromisos son difíciles de sortear a causa de la pobre inversión que el país destina a estos temas, que apenas constituye la décima parte de lo que le dedican las potencias.
Lo que en el fondo nos hace prever que continuará pasando el tiempo sin que, por una parte, logremos avances importantes en los temas que se nos han planteado, y por otra, que salvo un milagro económico inusitado, jamás tendremos los presupuestos adecuados para asegurarnos de que serán cumplidos. Mientras tanto, la crisis climática proseguirá su mortal carrera.
No basta con que las metas impuestas provengan de la Organización de las Naciones Unidas y la Conferencia de las Partes sobre el Cambio Climático para que sean palabra de Dios. La COP21 de París, considerada decisiva en la materia, solo demostró que los países desarrollados, que han propiciado el calentamiento, lograron -dividiéndolos- convencer a los países subdesarrollados de hacerse partícipes del descalabro del clima, y aventurar en la misma reunión una solución científica al mismo, que finalmente no se dio, y tampoco ha aparecido en las siete restantes conferencias.
En cambio sí hemos podido apreciar cómo las diferentes reuniones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) que asesora a la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) han extremado sus recomendaciones debido a la gravedad que ha adquirido el fenómeno y ha ponderado la trascendencia que en su morigeración tendrían los bosques como captadores naturales de CO2.
Sin embargo, las soluciones parecen congeladas sin que la próxima COP29 parezca romper su intrascendencia, sometida como todas las anteriores al espíritu optimista de los países ricos de encontrar una salida tecnológica que les permita seguir viviendo con exceso y, como connotados capitalistas, cobrarles a los pobres sus ingeniosos servicios de captación de gases tipo invernadero.
Una posición inmodificable mientras en el mundo científico poco a poco se impone la tesis de que solo será posible detener el problema sometiéndonos todos los seres humanos a una vida modesta, acorde con lo que la naturaleza, sin ser violentada, nos ofrezca. Una dura conclusión que parece cada día más impracticable, y que de no resolverse pronto podría vaticinar que la especie humana tendría las horas contadas.
Pero en el camino de encontrarle soluciones viables la apuesta de Gustavo Petro -además de suministrarle a una Latinoamérica unida el peso político indispensable para hacerse presente de manera eficaz en este tipo de eventos internacionales- busca superar los dos inconvenientes señalados al comienzo, ya que la idea de captar con nuestros recursos ecológicos los gases que emiten a la atmósfera los ricos se deberá compensar con el pago en dólares y la tecnología que necesitamos para adelantar y perfeccionar el desarrollo sostenible en toda el área, con lo que remplazaríamos los dineros que no tendríamos jamás en nuestros presupuestos para cumplir las metas que tenemos en frente, y a su vez obtendríamos la tecnología que necesitamos para el modelo de desarrollo sostenible que buscamos.
Y una vez estabilizado el nivel de gases en el espacio, gracias a esta propuesta, les daríamos el tiempo a los países ricos de repensar su desarrollo excesivo, e irlo adecuando a las exigencias que la madre Tierra nos está exigiendo si el deseo es mantenernos con vida.