Otra vez leo con atención un editorial del diario El Espectador de Bogotá el cual cae en las sistemáticas políticas de manipulaciones de Estados Unidos, una potencia en declive, que busca con métodos propagandísticos truculentos frenar su decadencia imperial, alimentando tensiones sobre una nueva Guerra Fría con Rusia y China.
Son las expansiones de sus intereses estratégicos con las fuerzas de la OTAN hacia las áreas de defensa de Rusia que están generando las tensiones, dado que los rusos están cercados por más de 80 bases militares de la OTAN. Con China sucede algo idéntico: los estadounidenses están sofocando tensiones en Taiwán y la razón de fondo son los controles de la industria taiwanesa de los microchips, luego firman el acuerdo Aukus de seguridad con el Reino Unido y Australia, con el cual abren otro frente de tensiones y una armamentista en la región del Indo-Pacífico.
El año pasado, El Espectador publicó otro editorial polémico “Fraude y manipulación en el Banco Mundial” sobre el escándalo de las manipulaciones de la directora del FMI, Kristalina Georgieva, cuando se desempeñó como directora del Banco Mundial. La acusaron de ejercer presiones para que modificaran datos de desempeño económico favorables a China. Detrás de las acusaciones se escondieron maniobras de Estados Unidos contra intereses estratégicos de China y Rusia con el fin de bloquear fondos a gobiernos con problemas de liquidez cercanos a China y Rusia.
Los investigadores fueron los abogados WilmerHale, un bufete controlado por Robert Mueller, el exdirector del FBI en los gobiernos Clinton, Bush y Obama. El mismo que estuvo involucrado en las investigaciones sobre la interferencia rusa en las elecciones de Estados Unidos en 2016, las cuales resultaron ser montajes organizados desde Londres. El mismo que fue protagonista sobre las armas de destrucción masivas del régimen de Sadam Hussein.
Ahora vuelven y cae en las manipulaciones políticas de la Casa Blanca con el editorial “Tambores de guerra y democracia en riesgo”, con el argumento de que ante la pérdida de la influencia global de Estados Unidos (…) otros países, defensores de las libertades, no han sabido reaccionar” y rematan con el argumento de que “a medida que aumenta el poder de China y de Rusia, todos los ciudadanos libres del mundo sufren. Sin embargo, los críticos en Colombia y en el mundo ven con pasividad y hasta complacencia lo que ocurre”.
Un editorial que, a mi manera de ver, parece calcado de las encíclicas de la Casa Blanca, carente de objetividad en el escrutinio de la política internacional. La política imperial de los chinos no se basa en la exportación de su sistema político y sus valores culturales, sino en el control del comercio, sustentado en la supremacía en las nuevas tecnologías y sobre tres ejes de nueva ruta de la seda, sin injerencias en los asuntos políticos interno de los países. Rusia tampoco tiene su política exterior basada en las exportaciones de sus valores políticos, sino en la expansión de sus intereses económicos y estratégicos.
Rusia ha reiterado que no tiene interés de invadir a Ucrania, miles de ucranianos han salido a calles de Kiev a rechazar las mentiras y las manipulaciones de la Casa Blanca sobre la invasión rusa, y el propio presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, ha puesto en dudas las versiones sobre la invasión rusa.
Considero que el editorialista tiene una visión sesgada sobre el nuevo orden mundial tripolar que domina el mundo, un nuevo orden mundial que va más allá del sistema político que impere en Estados Unidos, Rusia y China.
Las escaladas de tensiones del gobierno de Biden contra Rusia no son por el control de Ucrania ni por la salvación del sistema democrático mundial; son por el dominio del mercado del gas europeo contra Rusia, dado que los rusos son los mayores proveedores de gas en Europa y para aumentar las inversiones en defensa de los miembros de la OTAN, recursos que al final caerán en sus arcas.
Las actuales luchas imperiales en el mundo no están basadas en principios ideológicos de izquierda y derecha, tampoco sobre democracia y autoritarismo. Las luchas son por la supremacía en el dominio de las nuevas tecnologías, el comercio y los consumidores. Conclusión: lo que Estados Unidos ha permitido es consolidar una nueva era y una fuerte alianza entre las dos potencias euroasiáticas.
@j15mosquera