En estos días leí un comentario muy profundo de protesta sociocultural realizado por el licenciado Fernando Buelvas, que hablaba sobre las famosas estatuas y monumentos en honor a la barbarie perpetuada por los conquistadores, esas obras que fueron construidas para honrar la memoria de estos individuos que solo trajeron masacres, maltratos, violencia y esclavitud a nuestros antepasados, al pueblo indígena colombiano y americano; decía el profesor, poeta y cuentista que es un absurdo edificar cualquier obra en honor a estos nefastos seres, algo que muchos estaremos reafirmando constantemente: ¡los monumentos y esculturas deben hacerse a personajes valiosos que resalten principios éticos, sociales, vitalistas y culturales!
Planeta Rica, tierra adoptiva de grandes artistas —como los fallecidos juglares vallenatos Alejandro Durán Díaz (Paso, Cesar) y Enrique Díaz Tovar (María La Baja, Bolívar), del aún vivo y máximo exponente de la música de bandas el juglar Miguel Emiro Naranjo (Ciénaga de Oro, Córdoba)—, se complace en poseer el Parque Los Juglares, dedicado a honrar el legado tangible e intangible de estos extraordinarios artistas de talla nacional e internacional. Recordemos que Alejandro Durán nos representó en unas olimpiadas artísticas en México donde ganó la medalla de oro (ese es otro comentario), Enrique Díaz estuvo viajando con su música a países vecinos y Miguel Emiro viajó a varios países de Europa llevando sus letras y melodías.
Pero vamos al punto neurálgico del presente texto, el recorrido que pueden hacer los habitantes locales y los turistas que viajen al municipio de Planeta Rica en Córdoba; ese camino que les irá ilustrando sobre algunas de las canciones interpretadas y/o compuestas por Alejandro Durán, el Primer Rey del Festival de la Leyenda Vallenata en 1968.
El pequeño viaje —que podría durar entre 3 y 4 horas por los diversos sectores donde se construyeron los monumentos y las esculturas— se inicia en la entrada al municipio de Planeta Rica. Viniendo de Montería o Sincelejo se toma el desvío de la derecha que nos lleva al Parque Lineal El Chorrillo, en la carrera 7 entre calles 26A y 27. Ahí vemos específicamente el monumento Ruta 039, donde se observa un carro rojo que simboliza la alegría que sintió el juglar al conocer a Irene Rojas, uno de sus amores que inspiró la canción 039, una relación que se convirtió en tristeza por la desafortunada separación entre la pareja de enamorados.
Cuando yo venía viajando, viajaba con mi morena (bis)
Y al llegar a la carretera se fue y me dejo llorando (bis)
Coro
Ay es que me duele, y es que me duele y es que me duele válgame Dios,
039, 039, 039 se la llevo (bis)
Mi negra se fue llorando y a mí esa cosa me duele (bis)
Se le llevo un maldito carro aquel 039 (bis)
Coro
Como llora mi morena, como lloran los muchachos (bis)
Ella me dejó un retrato para que me acordara de ella (bis)
Se sube por la carrera 7 y llegando a la calle 23 giramos hacía la derecha para irnos a la Plaza de la Candelaria, ubicada en la calle 22A con carrera 12, al declarado monumento La bicicleta de Alejo, el valioso medio de transporte de moda en esa época, que él llamaba jocosamente "la burra con cascos de goma", donde se puede detallar una bicicleta de las llamadas “turismeras”, que para los habitantes nativos del pueblo es una de las más representativas obras de toda la colección, ya que recuerda la imagen del juglar en su cotidianidad, en su vida humilde y sencilla, que montado en su caballito de acero iba de casa en casa, de barrio en barrio, visitando a sus familiares y amigos cercanos, cuando no estaba de gira con su conjunto.
Seguimos hacía Oeste del municipio y estaremos ubicados en la calle 17A con carrera 16 en el sector del Parque de las Aguas del barrio 22 de agosto, encontrándonos con el monumento El Sombrero de Alejo, una obra que contiene la letra A en mayúsculas y sobre ella un sobrero vueltiao, que es un producto artesanal propio del caribe colombiano, dado a conocer nacional e internacionalmente por el juglar del “¡Apa, Oa, Sabroso!”; Gilberto Alejandro siempre llevaba con orgullo y respeto su sombrero indígena Zenú, en las presentaciones y en todo acto privado o público donde participaba.
Del sector Oeste hacemos un giro a la izquierda para llegar hasta la calle 14A con carrera 4F al Parque del barrio La Inmaculada, conocido como Plazoleta del San José, ahí veremos el monumento El Perro Negro, cuyo ser mencionado en la canción es una prosopopeya musical que para muchos estudiosos alejandritas, la usó el juglar vallenato para referirse a uno de sus amigos de parrandas, pero otros aducen que fue una alegoría a su propia imagen y sus constantes visitas nocturnas y clandestinas a una de sus muchas aventuras amorosas en esta parte del pueblo.
En Planeta un perro negro
En Planeta un perro negro
tiene a la gente asustada
El camina todo el pueblo
se esconde en la inmaculada…
… El maldito perro negro
dicen que es visión maligna
dicen que anda persiguiendo
es a Lucio Paternina…
El recorrido nos guiará hasta el antiguo Parque la Esperanza, a tan solo cuatro cuadras de la escultura El Perro Negro, específicamente al nuevo Parque Los Juglares, ubicado entre las calles 19 y 20 con carrera 5. En este sector veremos dos obras: el monumento Mi Pedazo de Acordeón y la estatua Gilberto Alejandro Durán Díaz. Muy significativa la obra dedicada a ese instrumento armónico de viento, a su apreciado acordeón del alma, el mismo que tanto amó el juglar vallenato, ese que dio el nombre al más grande evento musical dedicado en Colombia al Gran Alejo, el famoso Festival Vallenato Mi Pedazo de Acordeón del municipio El Paso en el departamento del Cesar.
Este pedazo de acordeón es donde tengo el alma mía
Ahí yo tengo mi corazón y parte de mi alegría
Muchachos si yo me muero les vengo a pedí el favor
Ay me llevan al cementerio este pedazo de acordeón...
Su estatua que es una réplica muy parecida a la figura de Alejandro Durán, dónde se ve la fortaleza propia de la raza negra, su porte alto y corpulento, con su atuendo habitual conformado por una camisa manga corta, un sombrero vueltiao, un pantalón clásico y un par de zapatos —quizá sea un lapsus del artista o falta de orientación— porque debió hacerlo portando las abarcas tres puntá, esas que eran fabricadas con cuero y plataformas de llantas. Las abarcas que hasta en sus conciertos lucía son una clara representación de la cultura sabanera, que sin lugar a dudas junto con su sombrero vueltiao fueron las prendas de vestir más comunes y constantes en la figura del juglar pasero y planetarricense.
Terminado el recorrido a cielo abierto de la única obra tangible hecha a nivel nacional para resaltar la memoria de un artista, que fue gestionada por el entonces alcalde Gilberto Montes, los visitantes pueden dirigirse al cementerio local Jardines de la Esperanza, a dos cuadras del Parque Los Juglares, donde aún se encuentran los restos fúnebres del Negro Alejo, muy celosamente vigilados por los hermanos Lozano, fieles alejandristas, que como Can Cerberos cuidan de la tumba de su ídolo.
...Donde quiera que uno muere ay hombe
Todas las tierras son benditas
Donde quiera que uno muere ay hombe
Todas las tierras son benditas...
Para terminar, se puede llegar a la calle 15 con carrera 10, para visitar la casa donde por muchos años el artista vallenato vivió felizmente con Doña Gloria Dussán, su último amor en esta vida, la compañera incondicional que estuvo presente hasta el suspiro final del más grande juglar de la música vallenata: Alejandro Durán.