Alguien dispara.
Alguien corre.
Alguien grita.
Alguien cae.
Alguien ya no puede correr, ni gritar, ni mirar.
Alguien no se levanta nunca más.
Pero la muerte violenta no es la única forma de ofender a la vida. La sangre perdida no es la única tinta con la que se escribe crimen. El ausente no es al único que se extraña. Las formas de la violencia se expresan silenciosas y sin silenciador. En lo cotidiano. En el salón de clase con el chico callado víctima de bullying, en el semáforo expresado como madrazo gratuito, en la frase despótica, en el mal pago por el oficio poco valorado, en el prejuicio contra lo distinto, en el miedo que camina sembrando miedo.
Yo creo que el miedo es un virus. Creo que la esperanza lo sabe y, como el miedo, también se propaga.
Mayo por la Vida, en Medellín, es una manifestación de esa posibilidad. Una manera de encuentro. La vida habla, palpita y respira.
Este es el segundo año en que en este mes se opina, celebra, polemiza, comparte, disfruta y aprende en torno a la vida con la noviolencia como enunciado y principio. La noviolencia, más que una palabra es una forma de vivir. Medellín tiene mucho por aprender pero hoy, además, tiene tanto por enseñar. Y esa escuela está en las calles: en las manifestaciones culturales que nos han enseñado de resistencia y resiliencia, en las iniciativas ciudadanas que transforman las desgracias en compañía, en las propuestas privadas que aportan a lo público, en lo que pudo ser singular y lejano y decidió ser plural y cercano.
Inspiración es una palabra que recorre mayo. Incluso los calendarios lo señalan al tributar fechas de reconocimiento al trabajador, a la madre, al maestro… semillas de una sociedad.
En mayo por la vida se encontrarán el pensamiento y la palabra del filósofo Michel Onfray con el coraje de las Madres de la Candelaria, las pastillas contra el dolor ajeno de Médicos sin Fronteras y las propuestas de Redepaz, la radio de los internos siquiátricos de La Colifata argentina y la propuesta de arte colaborativo Desearte Paz que se desarrolla en barrios deprimidos de Medellín. Y tantos otros momentos más que constituyen la programación de Mayo por la Vida. Muchos de esos instantes nacen de propuestas concretas de una red de iniciativas que cada día —y desde hace años— trabajan por la vida desde distintas esquinas.
Alguien canta.
Alguien sonríe.
Alguien enseña.
Alguien aprende.
Alguien se levanta hoy de la tristeza y ve que el sol brilla en medio de las dificultades. Y ese sol, comprende, también brilla para él.
Está por empezar Mayo por la Vida. En Medellín. El lema y la brújula dicen: solidaridad y reconciliación: nosotros somos los otros de los otros. La vida en minúsculas nos dará mayúsculas lecciones.
Que cada día, de cada mes, sea por la vida.