La nefasta sesión de plenaria del Senado de la República deja en entredicho el principio democrático de nuestro Estado. La moción de censura en contra del ministro de Defensa, Diego Molano, hoy responde a diferentes causales que sin lugar a duda hacen cuestionable la gestión del gobierno nacional en el marco de las masivas manifestaciones pacíficas en el territorio. Sin espacio para el espectáculo, una vez más, las mayorías del Congreso responden a los intereses del mandatario de turno —si es que se puede llamar de tal forma—, pues era de esperar que la figura de antaño no fuese empleada por los diferentes sectores políticos que ratifican el apoyo e intereses de quienes se mofan de las movilizaciones y con ahínco defienden con orgullo la tan admirada institucionalidad.
En los debates concurrentes pudo ser objeto de análisis cada discurso, intervención e intento de hacer valer las posiciones políticas. Aunque mi postura se muestre de un lado creo fundamentalmente que esto ya no se trata de una bandera, de un color, de un dirigente y mucho menos de una ideología, más aún cuando los derechos humanos y fundamentales de la población se ven afectados por el actuar de las instituciones antagónicas que tanto se defienden como si se tratara solo de un sector minoritario y no de aquella falla estructural que ha de ser estudiada.
Es sorprendente que en representación de la ciudadanía se encuentren personas con falta de sentido humano y común, porque quienes han calificado que la información y las noticias son falsas solo les bastaría una mirada rápida a las redes sociales para discernir el uso excesivo de la fuerza. Como si fuera poco, los partidos de gobierno se valen de un discurso pusilánime y con amaño inculpando a un actor, un sector de pensamiento o una ideología de clase política como responsables del descontento social.
Uno de los votos que llamaron mi atención en esta sesión de moción de censura fue la del senador John Milton Rodríguez en representación de Colombia Justa y Libres, que con su negativa a la moción señaló “por la defensa de los derechos constitucionales de los 50 millones de colombianos y la institucionalidad frente a la moción de censura, voto no”. Soy partidario de que no es legítimo señalar los intereses en contraste al fuero personal de cada persona en aras a hacer juicios valorativos, sin embargo, sobre este particular creo que esta actitud del senador está en contravía de los principios e ideas que pregona su fe —de la cual no soy ajeno—, pero que con fundamento crítico. Ahora mismo, la vida y dignidad están como accesorios propios de la humanidad, y con plena seguridad puedo aseverar que el respaldo político que quiere este tipo de personas ha dejado por fuera todo argumento ético o moral que se mantenga como bandera.
En adelante debiéramos pensar en forma razonada a quienes colocamos y como hacemos válida la soberanía que se nos da en la Constitución por medio del voto, pues es apenas lógico que estamos frente a un Estado de barbarie, sin dirección política clara y con manifestaciones autoritarias y dictatoriales de aquellos a los cuales el poder les alimenta. Sin más, la defensa de los derechos constitucionales debió incitar a los dirigentes del Senado a votar a favor la moción de censura, pues, como lo he señalado, ya no se trata del interés particular, es la vida, la dignidad, la libertad de expresión y otros más que son inherentes a todo ciudadano y no solo de aquel sector autoproclamado de bien.
Es entonces importante que con detalle cada persona revise su fe, su convicción, las prácticas evidentes de los dirigentes políticos, para que por fin dejemos de comportarnos como esa patria boba que promete cambiar cada cuatro años.