Sonó el timbre y por la rendija, la suegra identificó a su yerno. Venía en son de paz. Traía unas flores y expresión de congoja. Le abrió la puerta, lo saludó con gratitud y llamó a su hija que aun buscaba disimular con maquillaje los moretones de la golpiza que la llevó a abandonar su casa. Ella se acercó y con firmeza le ratificó la decisión de separarse. El hombre sacó una pistola y le disparó. Familiares y vecinos la culparon por haberle despertado el peor de los instintos a un hombre noble. La policía y los fiscales reaccionaron de igual manera. E igual, los medios reportaron el hecho como un crimen pasional producto de celos, ira e intenso dolor. Un homicidio más.
Esta misma historia tiene variaciones en todos los estratos sociales y rincones del país con distintos niveles de sevicia o crueldad. Muchos desaparecen rápidamente de la memoria colectiva, justificados como una reacción de ira y dolor de un hombre enamorado. Mujeres y organizaciones han avanzado entonces en tipificar y diferenciar este delito del homicidio común y corriente. Buscan sacarlo del ámbito privado para enfatizar su significado social y político y poder así combatirlo de una manera más eficaz. En varios países del mundo, como México, ya tienen un nombre propio en el Código Penal: feminicidio.
En Colombia, el hecho de matar a una mujer por el hecho de ser mujer o por no comportarse de acuerdo al rol que le asignan los códigos redactados desde la mentalidad masculina, son causal para aumentar la pena. Sin embargo, en la práctica este agravante penal no ha operado. No se aplicó en la sentencia que condena al coronel Aldana en Ibagué, quien mató a su esposa y borró cualquier rastro de su identidad al descuartizarla y eliminar hasta sus huellas dactilares.
Actualmente, avanza en el Congreso un proyecto de Ley que busca que este sea un delito autónomo. Se presentó en el 2012 con el nombre de ‘Rosa Elvira Cely’ en memoria de la mujer que fue asesinada en el Parque Nacional de Bogotá, pero su trámite no avanzo. La senadora Gloria Inés Ramírez del Polo Democrático lo reactivó nuevamente y logró su aprobación en el Senado pero aún está pendiente su paso por la Cámara donde será más difícil porque tiene una alta oposición. Tres mujeres de la Comisión Primera, de corrientes políticas distintas y hasta opuestas, se han unido para impulsarlo. Ellas son María Fernanda Cabal, , del Centro Democrático, quien es la ponente, Clara Rojas, del Liberal y Angélica Lozano, del Partido Verde.
Un informe de la subcomisión que estudia el tema fue firmado por las tres representantes mencionadas y por Harry González, del Putumayo. Los otros dos congresistas que la conforman, Germán Navas, del Polo, y Humphrey Roa Sarmiento, del Partido Conservador, no lo suscribieron. Por su parte, el Consejo de Política Criminal, conformado por distintas entidades del Estado, incluidos el Ministerio de Justicia, el presidente de la Corte Suprema de Justicia y la Fiscalía, emitió hace poco un concepto desfavorable. Con todo, la Comisión Accidental de Mujeres del Congreso está buscando mejorar su formulación para que sea aprobado en Cámara durante esta legislatura. De lo contrario, se hunde.
Con o sin delito, Medicinal Legal ya incorpora en sus análisis el término del feminicidio. Aunque en 2013 fueron asesinadas en total 1.163 mujeres, hizo un estudio con una muestra de 337 mujeres asesinadas entre 2011 y 2013. Encontró un resultado aterrador: la probabilidad de que el asesinato hubiera sido precedido por violencia excesiva es mayor cuando es cometido por la pareja, que cuando lo es por otros parientes o personas.
La experiencia de Olga Ámparo Sánchez de la Casa de la mujer con muchos casos de violencia contra la mujer ha llegado la ha llevado a algunas conclusiones interesantes de compartir:
¿Cuáles son las características típicas de un feminicidio, si las hay?
"Todavía no hay suficiente investigación cualificada sobre ese tema, pero las pocas investigaciones que hay rastreadas muestran que son mujeres que han pasado anteriormente por episodios de violencia y que ni el sistema de protección, ni el sistema de prevención estatal han funcionado adecuadamente. Al final, el proceso termina en la muerte de una mujer.
La mayoría de episodios de violencia confirman que a pesar de que las mujeres intentan acudir al sistema de estatal, tristemente en la mayoría de los casos termina con la muerte de la mujer. Cuando un hombre le dice a una mujer “te voy a matar”, la mujer debe creérselo. Nuestra experiencia es que en un alto porcentaje, los hombres que dicen que van a matar a las mujeres, sí las matan.
Pero además, hay todo un mecanismo de presión a las mujeres para que perdonen a su agresor. La violencia contra las mujeres es el único delito en el que la mujer es culpable de lo que le ocurrió: para qué se puso esa falda, para qué salió, por qué aceptó esa invitación, por qué se fue por ese lugar. Siempre se les asigna una responsabilidad a las mujeres por los delitos que se comenten en contra de ellas.
Cuando ocurrió la violación en Andrés Carne de Res, ¿quién quedó desprestigiada?: la mujer. Ella se tomó unos tragos, se dejó manosear. ¡Usted consintió! Eso fue lo que quedó en el imaginario. Pero si un hombre se va a una taberna, nadie interpreta que se esté vulnerando frente a las mujeres.
El feminicidio es una forma de terror contra las mujeres. ¿Por qué los hombres las asesinan? Porque la encontraron con otro hombre, porque ella no cumplió sus órdenes, porque desobedeció la norma del patriarcado: ser obediente, ser subordinada, no tener criterio propio, no ser autónoma. El feminicidio es el resultado de que las mujeres rompan esa norma, porque ejercen su libertad sexual, porque no quieren seguir en una relación que las subordina, porque buscan otros caminos para el ejercicio de su autonomía.
No hay suficiente investigación cualitativa, pero ante mayor autonomía de las mujeres, mayor resistencia de los hombres a aceptar esa autonomía y eso lo hacen a través del ejercicio de la violencia y a través del asesinato.
¿Hay un papel importante de los medios de comunicación, terminan alimentando el feminicidio?
Uno de los problemas con los medios de comunicación es que siguen considerando que el asesinato contra las mujeres es una acción pasional, pues no hay delitos pasionales. Le quitan todo el carácter político y le asignan un nivel de paliativo que le quita la responsabilidad al victimario, porque fue la pasión desmedida y porque la amaba mucho y no la quería ver en brazos de otro.
Un reto de los medios de comunicación es el de no usar un lenguaje tan sexista y tan moralista. Los medios de comunicación tienen una responsabilidad muy grande para cubrir las noticias de las mujeres desde un punto de vista no sexista, y contribuir así a mostrar que la violencia contra la mujer es un delito.
¿A qué se refiere con lenguaje sexista?
Lenguaje sexista: crimen pasional, la subvaloración de las mujeres casi como objetos: la mamacita. La publicidad es muy sexista contra las mujeres, siempre presenta roles muy tradicionales. Las telenovelas, y hasta las campañas electorales: sobre las mujeres que son candidatas están diciendo qué se pusieron, si son elegantes, si son bonitas. A los hombres no les dicen eso, si son bonitos o elegantes.
Cuando María Emma Mejía era canciller, un periódico en Chile tituló: “Llegó la canciller con las piernas más bonitas”. El lenguaje sexista es cuando Cecilia López hace las discusiones y la sacan como la vieja loca, en cambio a Germán Vargas no lo califican. Cuando un hombre se sale de sí es que defendió sus derechos; las mujeres, en cambio, son las complicadas, las histéricas.
Lenguaje sexista es donde hay un estereotipo típico donde hay una valoración de lo que hace la mujer. Generalmente una valoración de menos valor.
¿Cómo romper el silencio que conduce a feminicidios?
Hay un trabajo muy importante para que las mujeres podamos ganar en autonomía y tener la conciencia de que el silencio no nos conduce sino a mayor impunidad. Hablar tampoco garantiza que el aparato estatal funcione. Hay que hacer que funcione: en prevención, en protección y en atención.
Aquí una mujer que es golpeada tiene condiciones infrahumanas para denunciar. Mujeres a las tres o cinco de la mañana haciendo una cola, golpeadas frente a todo el mundo, luego en oficinas sin privacidad, con funcionarios que las culpabilizan y les dicen que tienen que llegar a un acuerdo con su agresor. Pero yo no tengo por qué conciliar un delito, ni volver a vivir con el agresor.
¿Y cómo lograr estos cambios?
Eso no va a ser de un día para otro, sino a través de un cambio cultural con todos los actores en el compromiso para la desestructuración del ejercicio de la violencia como el mecanismo para dirimir los conflictos de todo el país.
En este país no hay una sanción política y social. El único caso ha sido el de Hernán Darío Gómez. Las organizaciones de mujeres empezamos a hacer comunicados de prensa, a presionar en las redes para que él renunciara. Hicimos una red internacional, pero nos mandaban mensajes en contra, tanto hombres como mujeres.
¿Ocurre feminicidio en el contexto del conflicto armado?
Hay retos muy difíciles en términos de saber si los asesinatos que cometieron la insurgencia, los paramilitares o la fuerza pública han sido asesinatos por el hecho de ser mujer. No hay que constreñirlo a un solo actor armado. Es mucho más claro que los paramilitares tuvieron una acción contra las mujeres. La violación de mujeres, el asesinato, el hostigamiento y la esclavitud sexual a la que fueron sometidas muchas mujeres.
Es ahí donde la parte penal tiene que innovar. Habría que diseñar unos mecanismos de investigación y de análisis de contexto para ver cuáles de esos asesinatos fueron feminicidios. En el contexto del conflicto armado, se han dado asesinatos a las mujeres. El punto es cómo hacer el proceso de investigación para que sean tipificados como feminicidios.
En el país no hay una voluntad política contar con sistemas de información mucho más objetivos y con mecanismos de prueba más técnicos para mostrar la magnitud del feminicidio.
Pero en el conflicto armado mueren hombres y mujeres...
En una toma a una población, a veces la vida la pierden por igual hombres y mujeres, pero hay tomas y masacres donde a las mujeres las asesinan, pero antes las torturan y las violan, lo que es distinto. El asesinato a una mujer líder puede ser distinto al de un hombre. Con frecuencia, va a acompañado de amenazas contra su familia, de abuso sexual, de hostigamiento, de decirles ‘putas’ y es ahí donde el derecho penal tiene una gran responsabilidad de empezar a indagar en qué contextos se dan estos asesinatos de mujeres.
Ahí hay toda una carga de la prueba que significa que Medicina Legal y todo el sistema de justicia tienen que perfeccionar el sistema de investigación. Si a una mujer la asesinan, generalmente no hay de parte de Medicina Legal una indagación de si esa mujer fue violada antes o si hubo tortura.
¿Cuál es la relación entre sancionar el feminicidio y lograr la paz?
Yo creo que lo conveniente en los temas de paz es mirar cuáles son los delitos que se han cometido contra las mujeres, cuáles van a ser los mecanismos para asumir la responsabilidad frente a esos mecanismos, los de reparación y, sobre todo, los mecanismos de verdad.
Pero sobre todo, mirar cuáles van a ser los mecanismos y la política que empiecen a desestructurar la violencia contra las mujeres: todas esas condiciones que han permitido el ejercicio contra las mujeres como algo natural, como un disciplinamiento de las mujeres. ¿De qué nos sirve que se vayan todos para la cárcel si las violencias continúan?
Eso no va a ser de un día para otro, sino un cambio cultural con todos los actores. Creo que para nosotras el punto neurálgico, sin restarle importancia a verdad, justicia y reparación, es, de cara al postacuerdo, definir cuáles van a ser los mecanismos para desestructurar las violencias, todas”.
Mientras el debate sobre el femenicidio apenas comienza a abrirse camino y poco se sabe del tema, las cifras de asesinatos de mujeres son aterradoras: tres mueren diariamente de manera violenta.