La decisión que la Corte Constitucional tomó el jueves anterior, es mucho más que el reconocimiento del derecho a parejas del mismo sexo a contraer matrimonio. Esta decisión sumada a la anterior de esa misma Corte en noviembre del 2015 con la cual las parejas homosexuales pueden adoptar niños, representa por fin, la entrada del país al siglo XXI. Seis de los nueve magistrados de la Corte asumieron la posición positiva; es decir, dos tercios de la Corte derrotó a la caverna de la misma representada nada menos que por el magistrado Jorge Pretelt, sobre quien pesan acusaciones de alto calibre.
Sin embargo, se visualizan pasos de animal grande. Es increíble que a estas alturas en el Estado Colombiano no solo existan magistrados como Pretelt sino funcionarios como el señor procurador Alejandro Ordóñez, quien ya se vino lanza en ristre contra la decisión de la Corte. Sus palabras fueron las siguientes cuando anunció un proyecto de Acto Legislativo para que el Congreso reviva, como menciona El Tiempo, "las talanqueras a la adopción y al matrimonio avalado por la Corte": "Hoy la vida no es inviolable, el matrimonio ya no es matrimonio y la familia no es familia". ¿Hasta cuándo estas posiciones seguirán encontrando tanto eco en nuestro país?
Como el Congreso tiene una alta representación de los cristianos,
con miembros tan destacados como Viviane Morales,
es posible que esta aprobación del matrimonio igualitario se vea abocada a debates muy negativos
Obviamente la Iglesia católica, a la que aun pertenecemos muchos colombianos, pero que se olvida con frecuencia que en Colombia hay libertad de religión, se pronunció en contra de este anuncio. Y no sorprendería que las otras Iglesias cristianas que con frecuencia son más conservadoras que la misma Iglesia católica en varios temas, salgan a respaldarla en su posición. Como el Congreso tiene una alta representación de los cristianos con miembros tan destacados como Viviane Morales —que entre otras no se explica su permanencia en el Partido Liberal— es posible que esta aprobación del matrimonio igualitario se vea abocada a debates muy negativos, no solo en el Congreso de la República sino en medios de comunicación abiertamente reacios a cualquier decisión que nos saque del siglo XVI.
La buena noticia para esa Colombia que defiende la igualdad en todos sus aspectos, es que no obstante el peso de la godarria de muchos congresistas, el miedo a perder los votos no solo de la comunidad LGBTI, que es muy significativo, sino de aquellos progresistas, puede llevar a esta institución a que proceda como siempre lo hace con temas que considera espinosos y que le pueden costar caro, a dilatar y dilatar eternamente su decisión.
Pero el Gobierno nacional, destacados juristas como Rodrigo Uprimny y representantes de la comunidad LGBTI que han dado una lucha por el respeto a los derechos de toda la población, deben estar muy satisfechos porque gracias a su decidida beligerancia en este tema, Colombia o por lo menos muchos de sus habitantes sentimos, que este país se mueve hacia la modernidad, en el buen sentido de la palabra. Sin embargo, debemos desempeñar un papel activo para que las voces que desentonan el debate de los derechos no se interpreten por parte de aquellos que requieren más información, como los verdaderos dueños de esa supuesta verdad de que la única familia real es la tradicional, formada por un hombre y una mujer y sus propios hijos.
Por fin Colombia aparece de buena manera en esa sociedad globalizada que nos caracteriza al ser parte de los 23 países en el mundo, que reconocen el matrimonio igualitario. No sorprende que los Países Bajos, nuestra querida Holanda, fue el primero en reconocer este derecho a las parejas homosexuales en el 2001. Bien merecido este resultado para la comunidad LGBTI colombiana que lleva décadas luchando por la igualdad de derechos.
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