Son innegables los magníficos resultados de la estrategia publicitaria de la Generalitat de Cataluña, la cual consiste en mensajes cortos sin mayor complejidad, apelación a sentimientos, sacrificio de la rigurosidad y verdad y la creación un enemigo y victimizarse. Es la ecuación del populismo, so pena del incremento del 78% del gasto público en publicidad oficial comparado a gobiernos anteriores. A lo que también se le agrega el aumento de gastos por las constante invitaciones a periodistas de medios internacionales, agencias de lobby en otros países y embajadores propios.
Así han logrado calar en la opinión pública local e internacional cierto aire de que Cataluña, luego de tanto tiempo de opresión, por fin está cerca de decidir por sí misma e independizarse; pero mientras ellos ganan convenciéndonos, nosotros nos atamos la soga al cuello.
Muy equivocados están quienes creen que esto se trata de la libre determinación de un pueblo sobre un “Estado opresor”, pero mucho más quienes creen fácil poder desentenderse de esta polémica porque nada tiene que ver con ellos.
No entra en el escenario de la libre determinación de un pueblo para independizarse porque no es este un caso de descolonización (ver Resolución 1541, de la Asamblea General). Esto debido a que no se trata de una población sometida a la legislación y costumbre de unos conquistadores o de una población oprimida, sea bajo ocupación militar extranjera o porque a un grupo definido se le impide acceso significativo al gobierno (ver Resolución 2625 de la Asamblea General).
No es el caso porque Cataluña nunca ha sido independiente ni ocupada, sino cuanto más un condado del Reino de Aragón, que en virtud de un matrimonio se unió al reino de Castilla y conformaron lo que hoy se conoce como España. Desde entonces ha disfrutado de las mieles de su país en su conjunto, como su mercado interno, protección militar, inversión, tratados, relaciones, turismo y demás.
Es sesgada la afirmación de que en la Guerra de Sucesiones se ocupó militarmente a Cataluña. En aquella guerra por el trono una parte de España se hizo con los Borbones y otra con los Austrias, entre ellos Cataluña, a pesar de que mucha de su población estaba con el bando contrario. Ambos querían tomar el control del reino. Como perdieron los Austrias, lógicamente los ganadores tomaron el control y unificaron España según su concepción; cosa que también hubieran hecho los Austrias junto con los catalanes de haber ganado.
Si bien es cierto durante la dictadura de Franco se suprimió por completo sus instituciones e idioma, la situación cambia con la Constitución de 1978. En ella se instaura la democracia y reconoce en su articulado las diferentes naciones que conforman a España, además de un régimen de autonomía, hoy en día, de los mejores calificados en el mundo en el que se le regresa a Cataluña todas sus instituciones y se permite su idioma.
Este régimen y todo lo demás en la Constitución disfrutó de la participación protagónica de los representantes catalanes. Aceptaron y aportaron en la construcción del país.
Es falso que España les robe. Ya ampliamente han sido avergonzados quienes osaban de sostener que del casi 28% del PIB que aportan, solo recibían el 10%; ya que en realidad del 18% que aportan, reciben el 16%, según documentación oficial del mismo gobierno catalán. Pero es que si lo dijeran así, no tendrían votos.
Tampoco es cierto que de toda la vida hayan buscado la independencia. No es coincidencia que históricamente solo afloren los sentimientos independentistas en tiempos de crisis, como tampoco es coincidencia que hace alrededor de 10 años los independentistas no eran más del 12% de la población, pero el numero creció a un alrededor del 40% -45% (ni siquiera son mayoría) por la tergiversación en el discurso político, difusión de datos erróneos en medios e incluso manipulación de la educación en colegios.
Que si las reglas podrían mejorar para una mayor autonomía, pues la opción nunca se ha quitado de la mesa. Ahí están las reglas de la democracia para hacerlo, no las del capricho, mentiras y gritos. Pero no es posible que si el barco pasa por un mal momento, antes de apoyar se organicen para saltar, luego de construirlo y disfrutarlo, y además, violando los estamentos constitucionales aceptados por ellos mismos con un referendum sin los requisitos necesarios.
Ahora, tampoco es tema de no preocuparse. No hay lugar del mundo que pueda estar exento de una polémica parecida. En Canadá es Quebec; en Alemania, Baviera; en Italia, Padano; en Francia, los Corsos; en México, Nuevo León; en Brasil, Río Gran del Sur, donde la semana pasada se realizó una consulta con resultados proindependentista; y un largo etcétera que requeriría de permanente actualización.
Lo que suceda en Cataluña marcaría un precedente, que de salir avante, estaríamos bajo un mapa de cambio permanente, pues no solo entraría en peligro la estabilidad y soberanía de los países ya existentes sino de los nuevos que se crearían.
No en vano alguna vez Jordi Pujol, expresidente de Cataluña, le dijo a Gorbachov, jefe de Estado de la antigua Unión Soviética y Nobel de Paz, que algún día Cataluña sería independiente, a lo que este le respondió que “el mundo sería ingobernable. Perderíamos todos, incluidos los que consiguieran la independencia”. Ni tampoco es en vano que ningún miembro de la Unión Europea o de considerable posición en la comunidad internacional apoye a Cataluña
Ni siquiera Colombia es la excepción. No es un secreto la existencia de cierto espíritu independentista en Antioquia. Las manifestaciones en redes sociales ya van ganando adeptos y un aire de seriedad, acompañados incluso de datos históricos que sugieren la continuación de un proceso independentista en el que de siempre ha estado inmersa la región junto con un mártir de la causa: José María Córdoba.
No sería una sorpresa que estas ideas se cuelen en las manifestaciones de un aumento en la autonomía que ya están demandando en Antioquia con la propuesta de Antioquia Federal de algunos diputados del departamento o en la Costa con la constitución de la RAP Caribe por parte de los gobernadores de la región.
Que la empatía con el Barcelona de Messi y nuestros deseos democráticos y anticolonialistas no nos impidan ver la situación de manera objetiva. Que por hacer oídos sordos cuando iban por ellos, no estemos abonando el camino a cuando vengan por nosotros.