Tenía 31 años, una vida por delante. Wendy Figueroa había depositado toda su esperanza en la relación con su esposo. Llevaban una década pero las cosas estaban mal. Ella descubrió que su compañero estaba saliendo con otra persona. Lo confrontó y aún así estaba dispuesto a perdonarlo. Todo con tal de seguir siendo una familia. Pero el hombre se había enamorado y quería irse de la casa, vivir nuevas experiencias. Fueron meses de sufrimiento, meses que terminaron abruptamente el pasado sábado 17 de agosto del 2019.
Ese día Wendy llegó a su casa en el barrio Villa del Río en la localidad de Bosa. Abrió su computador y empezó a redactar dos cartas. Una iba dirigida a su mamá, otra a su tío Germán Andrade quien en una declaración dada a la emisora La Cariñosa 610 AM de RCN le contó la razón de su decisión: el dolor de perder al hombre que más amaba no le permitía vivir. Germán vivía con ella en esa casa. A las nueve de la noche Wendy y los niños no salían de su cuarto a pesar de que las llamaban a cenar. La puerta estaba trancada y abrieron. Estaban tendidos en la cama Wendy y sus hijos de nueve y cuatro años. Las sacudieron, les echaron agua en el rostro, nunca respondieron. Estaban muertos. El frasco de cianuro estaba en el suelo. El suicidio y la muerte se habían posado en esa casa del barrio Villa del Río.
La familia aún no se recupera. Los tres cuerpos fueron velados en una funeraria de la Avenida Primero de Mayo. Este miércoles 21 de agosto serán sepultados. El absurdo y el horror vuelven a azotar una familia en Bogotá.
