La renuncia de una de las principales colaboradoras de Gustavo Petro en Colombia Humana, María Mercedes Maldonado, permitió conocer la magnitud de la fragmentación que este movimiento político experimenta debido a la elección de Hollman Morris como candidato a la alcaldía de Bogotá.
La elección de Morris plantea una discusión de fondo sobre la política de cero tolerancia frente a la violencia contra las mujeres y sobre la manera antidemocrática como se procedió a elegirlo. Sin embargo, estos son apenas datos de la superficie que impiden ver el problema de fondo: el desenlace crítico esperado de una forma de operar que podría denominarse caudillismo clientelar.
En efecto, para nadie es un secreto que la estructura de este movimiento es frágil, por no decir que inexistente. Si bien existen unos estatutos, en donde entre otras cosas se define como principio la cero tolerancia respecto de la violencia contra las mujeres y se determinan formas democráticas y específicamente asamblearias para la elección de candidatos y el establecimiento de coaliciones, en últimas quien decide es Gustavo Petro.
Las lealtades políticas están estructuradas en función de la persona de Petro, quien es el articulador simbólico y material de otras redes de lealtades personalistas en las diferentes regiones, incluyendo las de los colectivos feministas que el pasado sábado 26 de octubre publicaron un comunicado manifestando su oposición a la designación de Morris, encabezado por Ángela María Robledo y María Mercedes Maldonado.
Con posterioridad a la campaña presidencial de 2018 se planteó en distintas oportunidades —incluso por la misma señora Maldonado— la necesidad de crear una estructura organizativa sólida. No obstante, al final terminó por predominar la corriente que reivindica las “ciudadanías libres” contra lo que considera una forma de organización anacrónica: el partido político.
La reivindicación de las “ciudadanías libres” es diametralmente opuesta al funcionamiento real del movimiento, pues mientras aquello significa ciudadanos pensantes y capaces de adoptar decisiones a partir de la discusión pública, en realidad o bien los espacios para tal discusión han sido limitados o bien las decisiones trascendentales las han tomado Petro y sus más cercanos colaboradores y colaboradoras.
Como resultado, en primer lugar, la estructura organizativa es opaca en términos de procedimientos de toma de decisiones, exigencia de responsabilidades y rendimiento de cuentas. En segundo lugar, no existen, más allá de las redes sociales virtuales, mecanismos idóneos para la relación entre dirigentes y bases. Y en tercer lugar, los militantes, las bases del movimiento, se confunden con sus votantes y con las cabezas de las redes de lealtades que rodean a Petro.
Formar “ciudadanías libres” no es a priori contrario a consolidar una estructura organizativa sólida. Al contrario, al resolver los tres problemas anteriormente mencionados, una estructura sólida puede ser necesaria para la formación de ciudadanos libres. Empero, el establecimiento de dicha estructura habría terminado con el funcionamiento basado en el caudillismo clientelar y, probablemente, habría tenido las mismas consecuencias que se presentan en la actual crisis.
El detonante de esta crisis es el nombramiento de Morris, pero permite observar claramente el funcionamiento de este “modelo” organizativo. Morris, quien ante la falta de personería jurídica de Colombia Humana inició individual y unilateralmente su campaña con la personería de MAIS, nunca fue un candidato viable y, por lo que ha pasado después, se puede inferir con seguridad que no era el candidato de Petro, quien prefirió incluso ofrecerle la designación a alguien externo a su movimiento como el actual rector de la Universidad de los Andes, Alejandro Gaviria.
Las denuncias contra Morris datan de seis meses atrás. En un principio, se lo acusó formalmente de violencia contra su exesposa. En entrevista radial el pasado viernes 25 de julio, él afirmó que la demanda no incluía el cargo por violencia y que no había en su contra otras demandas. Sin embargo, el comunicado del día siguiente, firmado entre otras personas por Robledo y Maldonado, habla de varias denuncias interpuestas ante las instancias correspondientes. Se desconoce si aluden a la justicia del Estado colombiano o a instancias internas de Colombia Humana.
En otros casos, como el de la funcionaria de la Procuraduría, Astrid Cristancho, quien a principios de 2019 denunció acoso de su jefe Jorge Armando Otálora, las denuncias han tenido como consecuencia el retiro de los denunciados de la vida pública, incluso aunque en este caso particular terminaran en la exoneración del acusado. En el caso de Morris las denuncias, hasta este punto al parecer informales, no han tenido resonancia y, en el momento en que fue publicitada la denuncia de la exesposa, el candidato decidió no apartarse de su aspiración electoral.
El hecho, en términos del funcionamiento del modelo caudillista clientelar, es que durante todo este tiempo –seis meses- ni el caudillo ni las “ciudadanías libres” adscriptas igualmente a redes de lealtades personales resolvieron ninguno de los problemas que el caso presentaba: aclarar la situación de Morris y crear una candidatura alternativa a la Alcaldía de Bogotá.
La otra candidatura en el interior de Colombia Humana, la del también exfuncionario de la alcaldía de Petro, Jorge Rojas, nunca tuvo el apoyo suficiente, ni siquiera de quienes se declararon adversarias y adversarios de la candidatura de Morris. Sin embargo, faltando solo unas semanas para la inscripción de las candidaturas, esta última corriente hizo todo lo posible por conseguir una coalición con Claudia López, llegando incluso a desistir de lo que para Petro y otras personalidades del movimiento es un inamovible: la defensa del proyecto de metro subterráneo.
Probablemente nunca se sabrá por qué Petro no se comprometió a fondo para disputar la Alcaldía: ¿acaso se debe a cálculos electorales a 2022, iguales a los que se le critican a la candidata Claudia López? Lo cierto es que la designación de Morris, decisión que ha debido tomar una asamblea y que terminó tomando un círculo encabezado por Petro, fue una respuesta desesperada frente al cierre de las posibilidades de una coalición.
El resultado, en fin, era previsible: primero, la fragmentación del movimiento en importantes corrientes de opinión articuladas por personas como María Mercedes Maldonado, y segundo, el conocido aquelarre caníbal que se presenta cada vez que la izquierda asiste a este tipo de episodios, y que hoy tiene como locación las redes sociales virtuales.
Un desenlace totalmente desafortunado, alentado por las rencillas personales y la inmadurez para manejar la situación que alimentan el conflicto, como si durante todo este tiempo no hubieran operado de la misma manera antidemocrática que hoy critican y como si en algunos meses o, a más tardar, unos años los actores que hoy se recriminan unos a otros, no se necesitaran mutuamente para ensayar la posibilidad de una política alternativa.