Los datos consolidados confirman que en Reficar se robaron 5.700 millones de dólares. Una cifra escándalosa hasta para un jeque árabe, de esos que se la pasan metiendo perico en los casinos de Mónaco y Las vegas. Establecido ello, cabe preguntarse: ¿con ese monto de dinero, suficiente para construir dos veces el canal de Panamá, se puede dar educación gratuita a los jóvenes colombianos durante un par de lustros y recuperar la infraestructura de la Universidad Nacional?
¿No creen posible que con casi un billón de pesos que aceptó pagarle el director de la Agencia Nacional de Infrestructura a Luis Carlos Sarmiento Angulo por una demanda sin fundamentos, se pueden adecuar más de un millón de hectáreas de tierra fértil para la producción de alimentos y de paso darle trabajo a más de 30 mil campesinos? ¿No creen que con los 5 billones de pesos de la venta de Isagen, de los cuales se entregó la mitad al mismo Luis Carlos Sarmiento Angulo para que hiciera carreteras 4G, se pudo contratar a cientos de empresas de jóvenes ingenieros dispuestos a probar la calidad de su trabajo en un mercado dinámico y competitivo?
¿Creen probable que con los tres billones de pesos que el Estado tiene guardados hace 20 años en los bancos del Grupo Aval, resultado de los remanentes de empresas públicas en liquidación y que no generan un centavo en intereses, se pueda estimular con créditos blandos a las PYMES para la creación de plazas significativas de trabajo en los sectores populares?
¿Alguien discute que con la plata perdida en Agroingreso seguro se pudo adecuar la tierra en La Guajira para el cultivo de alimentos y pastoreo de chivos que nos hubieran evitado la ignominia de ver a miles de niños indígenas morir de física hambre? ¿Es lícito pensar que con los 15 billones de pesos que se robaron los avivatos de los cargos por confiabilidad en el suministro de energía eléctrica, se pudo crear la infraestructura para innovar en energías limpias a bajo costo y sostenibles?
A cada una de estas propuestas, administrativamente realizables, los eternizados dueños del poder y sus periodistas subordinados les llaman populismo. Pero cuando esos dineros desaparecen en las marañas indescifrables de la corrupción, el gobierno que lo permite, con los economistas del régimen, les llama, con cinismo olímpico: correcta aplicación de los recursos públicos.
