Nací en una región ubicada al norte de Colombia llamada Nabusimake, en el departamento del Cesar, municipio de Pueblo Bello y habitada por personas pertenecientes al pueblo Arhuaco.
A los 17 años cumplidos, mi padre me pregunta sí quería recibir el Poporo. Yo había observado que otros lo utilizaban, y dije que sí. Mi padre le pidió el favor al Mamo Otoniel Mejía --amigo de la familia-- para realizar el ritual de entrega: el Mamo solicita conseguir hojas de ayu (coca) fresca, un calabazo, sokunu (palo de poporo), y jotinwu (cal sacada de conchas de caracol marino) y explica que las hojas de Ayu tiene una madre y un padre espiritual. En el ritual se le solicita a los padres y madres espirituales el uso del poporo. Me explica además que este es un compromiso mío con los entes espirituales y que debo comprometerme a hacer un buen uso de estos elementos. También me revela que el poporo representa la mujer espiritual y ese primer poporo, por recomendación del Mamo, solo lo utilice siete días y lo guarde. Ese debo conservarlo y cuidarlo como parte de mis elementos sagrados.
Desde el momento en que realicé el ritual hasta hoy en día, el poporo se ha convertido en mi compañera inseparable, la cual me ha tocado defender, cuidar, consentir tal como se conserva a una buena esposa. Hemos vivido momentos de estrés con la fuerza pública, cuando por desconocimiento la han tratado de tocar, e incluso decomisar por la concepción que tienen del ayu, -la coca- como la planta que mata; también me he enfrentado a amigos y amigas que han tratado de tocarla, ya que esto es un elemento sagrado muy personal. Hemos vivido juntos muchas aventuras, acompañándome en todos los momentos, de alegría, tristeza, preocupación de soledad, brindándome energía tranquilidad, quitándome la ansiedad y aclara mi pensamiento. Mi poporo y yo vamos de la mano en su Joburumusi (mochila del poporo)