Popeye TV
Opinión

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Hackers, componendas, corrupción, Nobelbrecht, son simplemente la secuencia de esta serie maldita, que se inició hace más de veinte años y que todavía no vislumbra su final

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febrero 09, 2017
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Estremece repasar la historia. Aceptar que fue cierto. Reconocer que cambiaron nuestra historia. Seguir viviendo lo mismo pero con otros personajes. Estremece la contundencia de la realidad. Lo que quisiéramos ver sería ficción, ciencia ficción. Pero es la cruda verdad lo que el Canal Caracol, con su serie como protagonista a Popeye, el jefe de sicarios de Pablo Escobar, nos lanza a la cara sin piedad.

Nos avienta descarnadamente, para que no perdamos la memoria. Para que palpemos con asco y náuseas el infierno en que nos permitimos caer. El infierno que cohonestamos, que no quisimos mirar de frente, repudiar y parar desde sus comienzos.

Desde su inicio, no quiero sintonizar el canal. Pero me siento condenado a hacerlo. No puedo desviar los ojos de la pantalla. Lo dejo entrar en mi habitación, sí, con su ambición desmedida, su ordinariez y su sed de sangre y dinero. Me repugnan pero me obligan a ser testigo de sus crímenes y sus andanzas. Los demás canales, las demás noticias, pasaron a un segundo plano, porque las noticias de secuestros, extorsiones, de violencia con los que sí pero no, y se niegan a entregar las armas, Hackers, componendas, corrupción, chantajes, atropellos y ahora el Nobelbrecht son simplemente la secuencia de esta serie maldita, que se inició hace más de veinte años y que todavía no vislumbra su final.

Me atrevo a decir, que en algún sentido, nuestra sociedad se ha acostumbrado a ellas a cuentagotas, formaban parte del pan nuestro de cada día. Pero jamás nos las habían arrojado en compacto, en masa, en avalancha incontrolable.

Ver a Popeye promocionado por Caracol Televisión vuelve a golpear. Retorna con fuerza de terremoto, socava como un tifón enloquecido. Sacude hígados y eriza pieles. Una serie que hubiéramos deseado que jamás se hubiera realizado. Que su guion fuera el de algún esquizofrénico víctima de sus propias alucinaciones. Que la historia jamás correspondiera a la realidad. Pero no. Es una condensación magistral de la narcotragedia que, repito, partió en dos la ya triste historia de nuestro país, y la sigue fraccionando. No la recomiendo. Pero me parece una obligación verla.

 

Ver a Popeye promocionado por Caracol Televisión vuelve a golpear.
Retorna con fuerza de terremoto, socava como un tifón enloquecido.
Sacude hígados y eriza pieles

 

Los millones de colombianos que prenderemos el aparato electromagnético al anochecer, estamos en la obligación moral de repasar nuestra historia reciente. Solo con la memoria fresca, y el asco de nuevo incrustado en la médula, podremos algún día decir Basta de traquetos, de siliconas, de narcobarrios, de acabar con esta cultura de droga, dinero fácil y sangre que sigue arrasándonos sin piedad. Nuestra sociedad actual es el resultado de lo que se inició como una pequeña bola de nieve y se convirtió en una avalancha que hasta ahora nadie ha podido detener.

Ver a Popeye en la TV, es la reflexión para quienes en mi generación se sienten tentados a no caer en la trampa, que si ya están recorriendo el sendero, se cambien de andén. Cero tolerancia a traquetos, lavadores de dinero, matones, sicarios, guerrillos, y etc... sacudámonos la narcochusma contaminada para ayudar a reconstruir un país diferente. El que nos merecemos, en el que no hace mucho se respiraba mejor. Popeye, una serie que da un asco necesario. Definitivamente, la realidad, por lo menos en Colombia, supera la ficción.

@josiasfiesco

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