Estuve mirando la cuenta de Popeye en Twitter y noto que el hombre se vende en esta red social como un defensor de derechos humanos. Lo vi curioso y un tanto absurdo. Pero bueno. Así es Colombia. Así es Macondo.
La historia de Jhon Jairo Velásquez Vásquez o alias Popeye es muy conocida por los colombianos y no es una leyenda. Se sabe que fue uno de los lugartenientes de Pablo Escobar.
Él mismo ha contado que asesinó a más de una persona.
Estuvo preso durante 23 años y 3 meses.
Y el pasado 15 de abril del año en curso cumplió 55 años de edad.
La mentalidad humana es una cosa tremenda: Popeye se presenta en Twitter como exbandido, activista o de defensor de Derechos Humanos y como una leyenda.
En su canal de YouTube cuenta con 450.000 suscriptores, gente que comenta todo el tiempo lo que él publica.
YouTube le otorgó el botón de plata, algo que muy pocos youtubers lo han obtenido.
En esta red social se hace llamar Popeye Arrepentido.
Yo me pregunto qué pasará por la mente de este pecador, qué pensará de sí mismo este ser humano, quién cree que es, se creerá una víctima de las circunstacias o High Lander El Inmortal o Robin Hood o Jesucristo II.
Su nombre vuelve a salir a la luz pública a raíz de la discusión que hay entre el ex presidente y ahora senador, Álvaro Uribe Vélez, y el periodista y youtuber de 42 años, Daniel Samper Ospina.
En Twitter Popeye ha hecho comentarios sobre la situación de Venezuela. Parece un ‘tócalotodo’.
Si yo no tuviera otra opción que escoger entre el Popeye tuitero y youtuber o el Popeye sicario, creo que la respuesta es a mí parecer algo obvia.
Yo prefiero mil veces ver los trinos de Popeye que verlo matando gente.
A pesar de que los tuits de Popeye son escritos con una redacción, una sintaxis, una ortografía y una gramática demasiado básicas, me parece que hacen menos daños que las balas.
Quiero dejar muy en claro que no justifico ni defiendo a ningún sicario o asesino, pero me atrevo a creer que sí la manera de redactar de Popeye fuera muy sofisticada —y no tan rústica como lo es—, tal vez sí haría gran daño.
Vivimos en tiempos en los que todo el mundo se siente ignorado, en los que todo el mundo quiere demostrar que también existe. Como quien dice, aquí estoy yo.
Y la gente habla y camina y posa como si todo el tiempo estuviera actuando para una película de Hollywood.
¿Acaso eso es lo quiere este hombre?
Me acuerdo de mi memorable época de estudiante de bachillerato.
Muchos estudiantes rayaban las paredes con el mismo grafiti de siempre: José, ¿y qué?, por ejemplo.
Pienso que era la manera de hacerse notar, de llamar la atención, de decir yo también existo, necesito ser reconocido.
Ojalá que lo de Popeye sea solo el intento de vivir una etapa juvenil no vivida.
Y ojalá asimismo que logre cambiar de vida, arrepentirse.
Ojalá que logre superarse así mismo y–¿por qué no?– llegue a convertirse en un verdadero defensor de los derechos humanos.
Ojalá que los colombianos podamos discutir con respeto y, por supuesto, sin matarnos.
No más muertos, por favor. Queremos la paz. Adiós a las armas y bienvenida la paz.