Hace 18 años mataron al más grande humorista y periodista de este país. Jaime Garzón tenía una cruz en la espalda, y decidió voltearse para mirar de frente a los paracos, aliados con el gobierno, que decidieron matarlo. Y con todo el coraje del mundo, muy a nuestro pesar, enfrentó a los paracos: nunca huyó, nunca se calló. Lo único que hizo fue mandar un mensaje pidiendo que no lo asesinaran: sirvió para poco.
Con orden dada por el mismísimo Carlos Cataño, lo siguieron y en Bogotá lo acribillaron. Castaño se dedicó a acribillar a cualquier líder social. Además, Castaño, íntimo amigo del jefe de Popeye, ese personaje con delirio y complejo de culpa y don nadie, que va por ahí autodenominándose "La leyenda". ¿La leyenda de qué? Se jura un héroe, y lo peor es que algunos lo tratan como tal. Pero que se calle de una vez. Es denigrante, absolutamente incoherente que semejante tipo, que hoy en día sigue teniendo esa misma actitud de narco, aunque dice que cambió, siquiera mencione el nombre de Jaime Garzón.
Incluso según El Universal, Jaime Garzón fue asesinado por los paracos un día antes de que Popeye le hubiera conseguido una cita con el mismo Carlos Castaño en las montañas de Córdoba. Lo traicionaron mientras le armaban una película frente a sus ojos. Vale la pena despedir a Garzón con todo el cariño del mundo, pero un sujeto como Popeye no debería tener siquiera permiso de mencionar su nombre.