“Las ciudades son tan buenas como lo son sus líderes”, sentencia con razón Norman Foster, uno de los más brillantes urbanistas del mundo, galardonado con el premio Pritzker y el Príncipe de Asturias de las Artes. Esto se aplica perfectamente a pequeñas urbes como Popayán. Esta ciudad que otrora fue referente nacional e internacional, hoy posiblemente esté en el momento más crítico de su historia.
Popayán parece más una urbe caótica, descuadernada y colapsada. La tranquila villa que conocimos, ya no es ni la sombra. Es un poblado intimidante, desordenado, lleno de basuras por muchos lados, extremadamente ruidosa, la anarquía campea en el espacio público, la inseguridad por todas partes. Uno de los orgullos de la ciudad, el parque Caldas, es como una nueva “galería” altisonante, un mercado persa nada agradable donde es evidente una absurda tolerancia administrativa.
Personajes influyentes y que les duele la ciudad vienen protestando repetidamente. Un ex parlamentario y ex embajador comentó entre tantas diatribas: "En Popayán veo con tristeza el deterioro de la ciudad y la indiferencia ciudadana, que permite los abusos y la corrupción de políticos y administraciones sin que nadie denuncie... " Por el estilo hay pronunciamientos para llamar la atención ciudadana y de los aspirantes a regir la ciudad.
La historia ha demostrado que una ciudad no puede ser administrada por un político tradicional. Un político de carrera está bien para un congreso, una duma, un concejo, pero al gobernar una ciudad se preocupan más por la foto diaria, por mostrar exiguos resultados. Son los más preocupados por salir al lado de una señora vulnerable, un niño pobre o más aún en hipócritas fotos con perritos con sonrisa postiza, para hablar de un falso animalismo. Son los reyes de las mezquindades.
Los mejores alcaldes del mundo no han salido de la vieja política. Son seres disruptivos, con gran capacidad de innovación. Pedagogos o profesores muy queridos como el maestro Tierno Galván de lejos el mejor alcalde Madrid o en Colombia los profes Mockus (Bogotá), Fajardo (Medellín), Delgado (Pasto), Suárez (Buga), todos maestros, modelos de éxito para mostrar al mundo
En otros casos empresarios independientes se hicieron elegir, pero han sido buenos alcaldes porque mantuvieron su independencia y fueron generosos al escuchar y dejarse asesorar, por genios sociales. Ese es el caso del mejor alcalde de la mega ciudad de Nueva York, Michael Bloomberg quien se apoyó de buena parte de los mejores del mundo para hacer una administración histórica. Su legado al desarrollo ha sido inmenso. Casos fuera de serie, Jon Gnarr (llamado el mejor alcalde del mundo) y Raul Pont (el éxito de Porto Alegre)
Popayán es una pequeña ciudad de unos 300 mil habitantes (localidades bogotanas como Kennedy y otras son ocho veces más grandes y complejas), pero en esta chica capital colombiana, parece que a algunos alcaldes les queda grande gobernarla con mínima eficiencia.
Hoy lo que se percibe es un deterioro progresivo, a duras penas hay una que otra obra (y de cemento), la mayoría proyectadas de tiempo atrás. Pero de transformaciones estructurales, avances sustanciales, prácticamente nada, al contrario es evidente el retroceso.
En Popayán ha hecho escuela un fuerte culto al auto particular y la minoría que los poseen hacen un uso irracional de los mismos con miles de viajes diarios cortos e inútiles. Esto está motivado por la falta de una correcta visión o asesoría lleva a cometer graves errores, generando un modelo de ciudad "antipersona".
Un ejemplo patético es la destrucción o eliminación de una glorieta para dar paso a una intersección semaforizada, por priorizar el tráfico vehicular. Mientras el mundo desarrollado le apunta a cambios contrarios, en Popayán los gobernantes con visión del siglo pasado buscan emular urbes norteamericanas deshumanizadas.
Veamos algunos ejemplos opuestos: El proyecto de Madrid Río recuperó 800 hectáreas de terreno gracias a la subterranización de una autopista y la construcción de un nuevo parque de 8 kilómetros de longitud.
El proyecto Big Dig, en Boston, eliminó una autopista elevada para dar lugar a más de 120 hectáreas de nuevos parques y espacios abiertos.
En Seúl, la iniciativa Cheonggyecheon permitió recuperar un río que había sido cubierto en la década de 1950 y eliminar una autopista elevada para crear 100 hectáreas de espacio recreativo público en el centro de la ciudad.
Este tipo de proyectos, además de crear espacios públicos útiles, reducen la contaminación, mejoran la biodiversidad y la seguridad. Pero en esta pequeña ciudad se hace lo contrario. Se elimina una rotonda con punto verde que ornamenta, que es referente urbano, que ayuda a pacificar y regular el tráfico, para dar paso a la rapidez motorizada, con grandes periodos de espera para el paso del peatón.
Incluso no se aprende de los errores en otros lados. Las ciclovías en los andenes por ejemplo ya son anacrónicas, han sido replanteadas para dar paso como en París a los carriles bici, en la calzada (son 650 Km de carril-bici). Nunca a nivel del andén, amenazando al peatón. Increíblemente se copia lo incorrecto, revolviendo en áreas del viandante estrechas ciclovías para aumentar el conflicto entre actores de la movilidad, con riesgo para los más vulnerables.
Pero aún más genios contratistas reconstruyen aceras con pisos absolutamente insalubres con superficies que son un atentado para las articulaciones y el desplazamiento de cualquier mortal, especialmente para los mayores. Ya lo diría Antanas Mockus, “el espacio público es tan importante que no puede dejarse solo en manos de ingenieros o arquitectos”. De la misma manera con respecto a las cebras que deben ser a nivel, no solo pintadas, sobre todo en avenidas, y calzadas centrales, de lo contrario son saludo a la bandera. Solo de esa manera le damos seguridad y prioridad al ciudadano peatón.
Aquí los políticos hablan de hacer puentes elevados que en ciudades con alta calidad de vida se están eliminando. Siguen con visión Siglo XX. El más grave problema de movilidad en esta ciudad no es el número de autos sino la enorme cantidad de viajes diarios innecesarios e irracionales. A menudo se ven flamantes camionetas y carros de alta gama con una sola persona que injustamente están ocupando una enorme porción del espacio público. Lo mismo ocurre con los autos oficiales, donde los funcionarios públicos son los primeros en no dar ejemplo.
Se debe desestimular el uso irracional de autos particulares mejorando el transporte público, dando facilidades a sus usuarios, con más espacios seguros para peatones y ciclistas y menos facilidades para el auto privado (calzadas pequeñas, menos estacionamientos, etc). Medidas que resultan de una gran mesa de trabajo técnica, basada en un estudio sobre las necesidades y la dinámica de la ciudad apelando a mediadores expertos que representen legítimamente a todos los sectores.
El desafío para el próximo alcalde es realizar una profunda transformación cultural de la ciudad, casi que cambiarle el ADN. Mejorar y enriquecer el comportamiento humano sólo será posible con un ambicioso programa de Cultura Ciudadana y Convivencia, que no sea más de lo mismo de lo que se ha hecho estos años. Esa sería la nuez del asunto bajo acuerdos entre todos los actores del espacio público, en un marco de formación ciudadana, con autoridad, voluntad política, inversión generosa y libre de presiones de sectores minoritarios, tradicionales y ‘poderosos’.
Esencial tener en cuenta que la mayoría de personas se movilizan en transporte público, muchos deben caminar y muy pocos en bicicleta. Menos del 20 por ciento se benefician del auto privado. De allí que las decisiones y acciones deben privilegiar a las mayorías.
El automóvil fue el rey del siglo XX. El diseño de nuestras ciudades se hizo pensando en sus necesidades, pero, si queremos sobrevivir al calentamiento global y sus efectos colaterales, el auto no puede continuar su reinado. En este nuevo siglo, rigen otros principios del desarrollo urbano y no precisamente lo que se viene haciendo en Popayán, hoy una ciudad casi fallida. Para recuperar la esencia de la Ciudad Blanca en una próxima administración se requiere de un verdadero liderazgo, una genuina gerencia urbana de corte independiente, con la generosidad de apoyarse en quienes sí pueden aportar.
Las ciudades son el reflejo de sus líderes; Popayán merece un liderazgo distinto y comprometido con su esencia. Como lo expresó el científico de lo social Carlos Santa María (Humanólogo): “el progreso sin la humanología, no existe”
* Experto en diseño y promoción de ciudades saludables – EcoPlan International