Lo sucedido en la clausura del Festival Vallenato entre Poncho Zuleta y Silvestre --con el beso picante de cierre en la boca-- marca una nueva tendencia en Colombia sobre la forma en que los compadres se deben saludar, en que los amigos deben expresar sus afectos, en cómo se debe demostrar la admiración y por consiguiente cómo se debe imitar a las celebridades. ¡Por mí, paso! Porque la tendencia en este país es imitar, mal o bien, pero lo importante es copiar.
Lo del beso entre dos machos en público, estrellas del vallenato, puede tener dos explicaciones: una, que Poncho con los whiskis en la cabeza, 'pesao' como se dice en la Costa, le pasara lo del pobre hombre cuando se emborracha. Y dos, que Silvestre en el paso de “cuando se parten los pistones” dejara que la canoa fluctuara por las aguas de la polémica y el ridículo.
Con la crisis en que anda el vallenato y sus máximos exponentes haciendo de bufones donde el nuevo Rey del acordeón parece un exponente más del reggaetón, es la muestra una vez más del suicidio del que habla Daniel Samper.
Pero quién lo creyera que Poncho Zuleta, el pulmón de oro, el ganadero recio, quisiera tener una “mañanita de invierno” con Silvestre, solo porque “la sangre llama” en medio del festejo y se dejara llevar de la emoción cantando: "ahí vas paloma con un guiño al urumitero, donde si lo viera el viejo Emiliano le caería “la gota fría” por todas aquellas “costumbres perdidas” que su hijo olvidó en la tarima".
Poncho déjate de “pendejadas” que después de viejo corretear hombres para que le den un beso es crear una fama de “loca arrebatada” y cualquiera que se suba a la tarima con los hermanos Zuleta deberá ir preparado con menta en la boca para sentir el beso más refrescante, aunque después se justifique que es el aprecio que se le da a un hijo. Así también justificaba Juan Gabriel a lo suyo y el padre Nicanor su trato con el acólito.
El beso en tarima entre cantantes del mismo sexo se convirtió en el show, en el espectáculo que moja medios y atrae polémica. Por eso hay que hacerlo para llamar audiencia, para crear la controversia, pero en el fondo, ¿cómo queda el folclor? ¿Cómo una payasada? ¿Cómo una apología al todo vale para ganar fama y seguidores? ¿No se irrespeta al espectador que paga una boleta para asistir a un espectáculo de música y acordeón y no de borrachos para demostrar su inclinación sexual, lo mismo se le criticaba a Diomedes Díaz cuando subía a la tarima pasado de dosis y se justificaba con la sentencia de que influía en la juventud esa forma de actuar? ¿Cometió pecado Silvestre ahora que es cristiano y en la biblia se aborrece cualquier manifestación homosexual? ¿Fue un beso nada más, un inocente y puro beso con sabor a whisky o como Poncho ya lo ha repetido varias veces con otros cantantes, es algo que está en su siquis y el alcohol se lo despierta como un ligero olor al perfume de María Farina?
Tal vez todo sea un mal guayabo y por un simple beso se especule más de la cuenta y a Poncho le tocará salir como alguna vez le tocó a Silvestre repetir varias veces: “soy un varón, varón, varón”. Pero para eso no miden las acciones y sus consecuencias para después terminar refugiados en el cristianismo, tratando de darse golpes de pecho donde sus seguidores no tienen la culpa de que ellos, como coloquialmente se dice en mi tierra, la hayan embarrado y de qué manera.
Esto da para una canción pero como estamos en crisis de talento de compositores a lo mejor Poncho se inspira y crea “el beso que tú me das”, con la siguiente estrofa:
“Ay el beso que tú me das
yo lo siento en mi corazón
que lo pone a palpitar, con una gran emoción
Dilo Silvestre: “Hay papá, ¿qué si lo sentí? Me hizo vibrar a aar