El debate preelectoral se iguala por lo bajo. Con excepciones, brillando Sergio Fajardo entre ellas, los políticos que sienten que tienen posibilidades de convertirse en presidentes se refieren a sus adversarios sin la menor traza de consideración y respeto, con frecuencia a grito herido. Encajonamientos recíprocos en gavetas de clichés, en un juego de lego de consignas y etiquetas sin imaginación que hace imposible el rescate de buenas propuestas en el otro. Y, además, atrevidos muchos de los precandidatos: creérselas que tienen la capacidad de dirigir el país… y de ganar.
Esta competencia por arrastrar en el lodo el nivel del debate no solo se relaciona por la forma sino por la ausencia de los temas estratégicos en los escenarios de discusión. Claro, la corrupción rampante de la toga, Odebrecht, Panama Papers y otras yerbas hacen ineludible su denuncia, de modo que nadie, en la derecha, el centro o la izquierda dejará de referirse a ella. Y qué mejor que atribuírsela al rival con las dosis requeridas de amnesia respecto a la de conmilitones.
La ausencia de los temas vitales para el presente y el futuro de Colombia es rampante. Visto oblicuamente, Trump, el candidato triunfador, un desinteresado en el cambio climático, ha desatado alrededor del tema un debate que no se veía en décadas, justamente por su valor estratégico. De alguna manera, hay que estarle agradecidos por la politización del asunto en un año especial de huracanes e incendios forestales con pocos antecedentes en los mismos Estados Unidos. Amplias zonas de Puerto Rico sin energía, internet y agua potable un mes después del huracán María…
Cesar Ocampo, quindiano, quien de niño emigró con sus padres a los Estados Unidos, que se convirtió en ingeniero espacial y se doctoró en astrodinámica (optimización de trayectorias espaciales), que trabajó para la Nasa y fue parte del equipo creador del sistema Copernicus, regresó a Colombia y, desde marzo del 2017, está a cargo de Colciencias. Más allá de que la maraña institucional lo absorba y del hecho de que a sus nominadores poco les interese el cuento de ciencia y tecnología y de que, probablemente no estará en la entidad más allá de agosto del 2018, es uno de los pocos que agita algunos de los temas que, pareciendo obvios, ignoran nuestros flamantes políticos, jóvenes y mayores, de derecha e izquierda.
“Por falta de entender la complejidad de cómo se desarrollan los sistemas sociales y los sistemas naturales, tenemos fenómenos como el cambio climático y otros cambios globales… el mayor reto para nosotros como humanidad en el presente siglo es que el desarrollo humano sea sostenible”.
¿Cuántos de los interesados en sacar adelante el proceso de paz piensan en desarrollo sostenible, en el uso de tecnologías de punta para la agricultura de precisión, en la generación y uso de energía limpia, en la disminución radical de residuos a la par del aumento en la productividad?
Hace algunos meses, cuando se criticaba la rebaja presupuestal de Colciencias, se formó una red virtual de interesados, incluyendo miembros de la comunidad científica colombiana, para pelear el cuento. La sorpresa fue grande cuando vi a algunos atacando a Ocampo dizque por andar en la luna por estar proponiendo el uso de satélites. Ocurre que para Ocampo los “activos espaciales” pueden ser instrumentos de paz y desarrollo sostenible.
Los satélites podrían mantener comunicadas las zonas rurales más vulnerables con los centros urbanos; llevar la salud en forma de telemedicina
y ayudar a los docentes rurales mediante la teleeducación
Dividiendo los satélites por sus características de navegación, comunicaciones y científicos, sucede que las tecnologías asociadas podrían, ni más ni menos que mantener comunicadas las zonas rurales más vulnerables con los centros urbanos; llevar la salud en forma de telemedicina y, por supuesto, el complemento a la tarea de los docentes rurales mediante la teleeducación.
Pero no solo eso. Las tecnologías satelitales permiten el monitoreo permanente de los recursos hídricos, de actividades humanas como la minería ilegal (que, entre otras cosas, por misterios de la vida, nadie de la fuerza pública vio ni sintió cómo se instalan las aparatosas dragas de la minería ilegal en el Atrato, no lejos de Quibdó).
Individuos como César Ocampo, Julio Carrizosa, Brigitte Baptiste, brillantes y con la película del desarrollo sostenible clara están, lamentablemente, solos. Los políticos no los escuchan, pese a que en el mundo están identificados los retos que el cambio climático plantea y pese a que ofrecen alternativas para un país en riesgo por la forma en que lo depredamos y por las inmensas inequidades existentes entre campo y ciudad