La política se ha vuelto un juego sucio. Esto tal vez se debe a la evolución que ha sufrido la forma en la que nos comunicamos. Hoy en día existen muchos canales por los cuales cualquier persona se puede expresar y opinar de acuerdo a cómo ve el mundo. Y como toda herramienta depende del uso que le demos, puede usarse para hacer el bien (o al menos lo que la mayoría entendemos por hacer bien) o para hacer el mal. Un ejemplo de esto es un cuchillo, el cual es muy útil en la cocina para cortar los diferentes alimentos o para que un ladrón le quite la vida a otra persona por robarle el celular.
Ahora bien, uno de esos canales de comunicación en el que se destila odio y se crean bulos es Twitter. Los políticos lo usan constantemente para expresar opiniones y fomentar odios. El mundo está dividido en dos y eso se ha visto en los últimos años, en izquierdas y derechas. Aquí es donde empieza el juego sucio, donde se fomenta el odio hacia al otro, al que piensa diferente a mí, y el fin es acabarlo a como dé lugar.
Un ejemplo de esto es lo que ocurre actualmente en Colombia, donde la extrema derecha defiende a como dé lugar a las fuerzas armadas, llámese ejército o policía, y la extrema izquierda defiende a líderes sociales y jóvenes asesinados; pero acá el punto es que cualquier vida humana es importante, no importa de donde sea. Entonces es ahí donde los políticos de ambos bandos tienen un doble rasero y la muerte de unos se vuelve en algo más político y el discurso que debería ser sobre cómo salvar vidas se transforma en algo estadístico, en cómo fomentar odios, ganar adeptos, evadir cualquier responsabilidad y echar la culpa a otros gobiernos, sin aportar una verdadera solución a largo plazo que acabe con este flagelo que ha acompañado a Colombia por más de 60 de años.
Entonces, la política se vuelve en algo más estratégico, en donde la muerte pasa a ser algo político; donde importan más los intereses de unos que los de la población en general; donde no se acude al argumento con sustento, sino a la falacia y ojalá que esta esté cargada de sentimiento para que esto ni siquiera pase por el razonamiento. Así, nuestros líderes, en vez de estar pensando en cómo eliminar al otro, deberían llegar a acuerdos y concentrarse en los problemas reales que aquejan a Colombia (tales como: narcotráfico, disidencias de las Farc, Eln, Clan de Golfo). Igualmente, a ver cómo llegar a las zonas más alejadas con programas y evitar que sus jóvenes terminen engrosando las filas de esos grupos criminales; y erradicar de raíz ese problema dándole una fecha fija y no perpetuamente como así lo quieren algunas personas. Es muy fácil no llorar cuando el que muere no es cercano a nosotros, porque lamentablemente en Colombia carecemos de algo fundamental: empatía.