Política, farándula y comedia

Política, farándula y comedia

Cuando el humor ya no hace el control político, las figuras políticas se saltan del star system a las caricaturas. ¿Por qué la política parece un reality?

Por: Ethan Frank Tejeda Quintero
enero 12, 2022
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Política, farándula y comedia
Foto: Twitter (Resistencia-A-laRepresión)

Hace cerca de 20 años lo político se adueñó de las páginas sociales. Después nacieron las secciones de farándula. El esquema era sencillo: Farc, fútbol y farándula. En río revuelto, un culebrero enloqueció y fue más allá de quitarle los labios a la burra para que pareciera que siempre estaba riendo. Se dictó padre de la patria, supracolombiano, putas de aguadas, berraco del huacas.

En ese proceso fueron fundamentales espacios como "código" o "está claro". Un artífice de esas formas fue Yamid Amat. Con sus segmentos llenos de modelos y de ñapas. De dedos largos y arreglados. De duras, breves y rápidas. Una de las primeras: la detención de Gómez Gallo por parapolítica. Hablaron del color de su corbata. En ese contexto, Catalina Inés Acosta Albarracín fue congresista.

Las actrices tornaron en presentadoras y de ahí en más todo figurante se convirtió en periodista. JES aún determinaba qué era espectacular y qué no. Mientras Julio ponía su engolada voz al servicio de las tradiciones viles y de las emergencias violentas. Los realitys nos vendían la idea de que no había nadie más miserable en Colombia que unos cuantos ambiciosos que se disputaban migajas en horario AAA.

Después la codicia fue la de los famosos. En prensa, radio y tele se lloraban los fracasos de nuestros deportistas en el exterior y en el legislativo. Farándula y política nunca dejarían de ser la misma cosa. Ahora esa confusión entre dichos códigos avanza. ¿Evoluciona? Va hacia las comiquitas. Cuando el humor ya no hace el control político, las figuras políticas se saltan del star system a las caricaturas. Cargo capital: la alcaldesa de Bogotá. Empezó por el camino del Live 24/7. Una desgracia. Al estilo de The Truman Show. En una versión en la que todo el mundo sabía la importancia del cargo, menos el personaje principal. Ahora luce un sujeto cruel de los cómics.

Una combinación de Death Note y el Dos Caras. Del Acertijo y Rachel de Tower of God. Metro y textil: por su parte, Daniel Quintero parece una emanación del chiton de tarabillas. La fortuna de un buscón. Un Quijote con un Sancho dispuesto a vestirse de porrista del Nacional si "el jefe se lo pide". Quintero es un sujeto que derrotó al uribismo en su feudo, pero que se decidió por el parecer un Tartufo. Ajeno a la grandeza. Se asume implacable cuando con cada nuevo día luce más como un personaje fársico escrito por Jardiel Poncela.

Un carácter digno de un conocido hacedor de gatos: Dr. Seuss. Con una sonrisa inalterable que no se sabe si es de gratitud, de nervios o de socarronería. Él da continuidad a una secuencia de alcaldes, entre los que se cuenta un valentino hecho a lápiz, un batman carrilero y él, con la vivacidad en la mirada de un animal embalsamado. Titico, coco, coco: Y cierra la lista Jorge Iván Ospina. Quien ha optado por pasar de ser un político hecho a un discurso portentoso, con una capacidad exegética excepcional, a convertirse en una suerte de animador o de vecino animoso.

Una especie de José Candelario Tres Patines que siempre pierde ante el jurado. Un público voraz, cruel y burlesco. A veces movido por la antipatía que sembrara una figura que de no ser tan peligrosa sería un chiste. Dios quiera que sea un problema de los asesores. De los cazadores de tendencias. Porque parece que se divierte, pero a muchos nos deja preocupados. De ese entorno, de la página de lo cómico, no saldrán bien librados los alternativos.

Parece que irán de los memes al descarte. Mientras los políticos tradicionales se regodean en su condición de personajes trágicos. Con el culebrero convertido en la parca misma. Figurando y urdiendo entre lo que mueve a nuestros electorados: el miedo. Qué desasosiego, qué desesperanza. Gaviria, como no puntea, "putea" a las encuestas. El culebro Casanova se repite sin cesar con su "bobo hp", los presentadores de Quack no paran de reír. ¿Y Rodolfo Hernández? Mejor ni hablar, porque ese es un chiste sin esperanza.

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