Policías y pandilleros, ¿alguna diferencia?

Policías y pandilleros, ¿alguna diferencia?

Una reflexión incómoda

Por: William Alvarez
mayo 26, 2021
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Policías y pandilleros, ¿alguna diferencia?
Foto: Las2orillas / Leonel Cordero

Mientras los días del paro nacional avanzan el número de asesinatos y casos de brutalidad policial aumenta, ante esta situación y basado en años de investigación quiero compartir mi punto de vista sobre este tema guardando la distancia de generalizaciones. Actualmente en la opinión pública se libra un debate que apunta hacia dos ejes: discutir una reforma policial y denunciar políticamente sus arbitrariedades. Aquí me interesa bosquejar algunas ideas que propongan una lectura alternativa para el abordaje de este complejo tema.

Durante años me he dedicado a estudiar las dinámicas ilegales y conflictivas relacionadas con el desarrollo de la violencia en periferias de grandes ciudades, especialmente centrado en el fenómeno de las pandillas. La violencia que se manifiesta en estos grupos se caracterizaba por múltiples factores, el más importante de éstos se resume en lo que los violentólogos denominan un proceso acumulado de violencia estructural.

A lo largo de un período de dos años seguí la vida de líderes y miembros de pandillas al mejor estilo de uno de los mayores expertos mundiales en el tema (Dennis Rodgers), algo que en la antropología se conoce como observación participante.

Registré decenas de enfrentamientos mientras realizaba mi trabajo de campo en uno de los barrios más violentos y pobres de Cartagena, colmado por decenas de pandillas. El malestar familiar, las privaciones materiales y la marginación que experimentan estos jóvenes alimenta un tipo de furia interior catalizado en variados modos de violencia. Las principales y casi que únicas opciones a la que muchos podían aspirar se reducían a tres ejes: ser policía, soldados o bandidos. Estadísticamente está demostrado que son los estratos más pobres quienes constituyen esos oficios en Colombia.

Conocí a miembro de pandillas que ingresaron al ejército, algunos hicieron carrera, otros regresaron a sus barrios al cumplir su servicio obligatorio, otros fueron expulsados o salieron demitidos por discapacidad. No obstante, estos conocimientos adquiridos poco a poco lo fueron introduciendo en la cultura barrial, reforzaron la organización y estrategias delictivas de las pandillas, crearon nuevas bandas de crimen organizado o fundaron pequeñas Cívicas[1] financiadas entre vecinos para protegerse de todo lo anteriormente mencionado. Mientras registraba estas dinámicas también me fue común observar a policías interactuando con miembros y líderes de pandillas, sobre este aspecto me pregunté: ¿por qué razón sucede este hecho?

Expondré tres posibles respuestas que he extraído de mi participación y diálogo con todos estos actores. 1) En algún momento de sus vidas estas personas fueron vecinos, son familia, amigos de infancia o conocidos. 2) Existen alianzas o pactos de cooperación entre policías y organizaciones delictivas, especialmente relacionadas con el microtráfico, secreto conocido en la comunidad. 3) Las cívicas (usualmente lideradas por exmilitares) se convirtieron en el brazo paralegal de la policía en la gestión del crimen y la violencia al interior del barrio, incluso violando sus derechos humanos. La policía funcionaba como juez al decidir quién vivía, quién moría, a quién atacaban, con quién negociaban, cuándo y dónde mantener silencios.

Puedo confirmar estos hechos porque durante una semana acompañé a una Cívica en sus recorridos de vigilancia, sus líderes tenían contacto directo con la policía, éstos a su vez les permitían el uso de armas ilegales, al igual que su impune ejercicio de violencia. Una de las conclusiones a la que llegué luego de terminada mi investigación [2] se resume en lo que el filósofo Karl Marx denomina ejército industrial excedente al hacer referencia al cúmulo de obreros excluidos otrora explotados y pauperizados. Miles de jóvenes pobres, empobrecidos y marginalizados tiendan a constituir las bases sociales del crimen. Esto es algo que puede explicar el por qué la policía y otros cuerpos armados suelen convertirse en actores violentos y/o corruptos, ambos comparten una base social similar.

Para el sociólogo Brasilero Machado da Silva existe un proceso de acumulación social de la violencia que atraviesa ética y moralmente las elecciones de vida de los jóvenes, convertirse en policía o bandido éticamente les resulta irrelevante, son consientes de su limitado rango de elección. De tal modo, mientras me detenía a observar las estrategias de supervivencia de mis interlocutores pandilleros descubrí que la mayor parte de ellos decidieron ser militares para no morir en las calles o lo hicieron para huir de vendettas o culebras que los amenazaba con la muerte.

Para muchos de ellos prestar servicio militar en el ejército o enlistarse en la policía se traduce en la vía más fácil para capitalizar lo que tienen a su alcance, es decir, el capital cultual que adquieren en las periferias de las ciudades. La brutalidad con la que la policía actúa reprimiendo las movilizaciones no solo responde a protocolos de acción, estoy seguro de que un gran porcentaje se niega actuar en contra de lo que les permite la ley, pero otro gran porcentaje reproduce con gusto las prácticas violentas y/o estrategias de supervivencias que alguna vez los salvó de morir en sus barrios y que ahora emplean auspiciados por una institución que legitima, defiende y patrocina su brutal modus operandi.

[1]  Grupo de seguridad privado comunitario autogestionado y/o patrocinado por las Juntas de Acción Comunal.

[2]  Tesis de doctorado. Pandillas en la periferia: Necropolítica, Cultura del terror y Violencia en el Caribe colombiano. En proceso de publicación.

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