La ciudad como protagonista
El género negro es fundamentalmente urbano, ya que la mayoría de su acontecer transcurre en ambientes de ciudad y se preocupa de manera particular en explorar su entorno. En la propuesta más contemporánea, aunque expresada desde la primera mitad del siglo XX en los representantes más insignes, se hace énfasis en lo citadino y en lo que puede perturbar el de por sí ya enrarecido ambiente de la urbe: la corrupción, el odio, el racismo, la homofobia, la insolidaridad, toda clase de abusos y discriminaciones, el tráfico de drogas, la explotación sexual o laboral y un etcétera interminable y sazonado de toda clase de matices.
Desde los mismos inicios de la literatura policial, ha existido una estrecha relación con la ciudad, creciendo y desarrollándose ambas en paralelo, dando cuenta la primera de los vicios y pecados de la segunda, directamente proporcionales al desaforado aumento de su población y extensión.
Aunque en sus orígenes y épocas de más esplendor solía ubicarse en recintos rurales (Agatha Christie, Conan Doyle, Georges Simenon, G. K. Chesterton), la irrupción del hard-boiled (años 20 y 30 del siglo XX) la situó en un entorno eminentemente urbano, hasta el punto de establecer una relación simbiótica entre la una y la otra, con personajes (detectives) que se movilizaban exclusivamente en ambientes duros y tensos de sus respectivas ciudades.
Esta vinculación narrativa hace un especial énfasis en lo social, en los aspectos que enturbian el comportamiento de los ciudadanos, lo cual puede incluso superar a los personajes y a la trama de la novela, lo que nos permite establecer el triángulo estructural que define a la novela negra: historia, personajes y entorno.
No se puede concebir una obra definitiva si alguno de los componentes no está presente. Los autores más reconocidos lo tienen muy claro, y eso les ha permitido alcanzar un sólido prestigio y un gran reconocimiento en todo el mundo, no solo en la literatura de entretenimiento popular (los “pulps”) sino en las letras en general, hasta el punto que autores como Ricardo Piglia, sin pretender exagerar, pone a R. Chandler a la altura de Hemingway, Joyce, Brecht o Borges. Y no se sonroja por ello. *1
En este sentido la novela de crimen (policial, negra, de intriga, de enigma) nos pinta la ciudad, nos permite conocer sus rincones más oscuros, su aspecto más pecaminoso y sus costumbres más ocultas y abyectas. Esto es particularmente válido para autores de obra con detective y ciudad, como Dashiell Hammett, Raymon Chandler y Ross Macdonald.
América latina llegó más tarde a la novela negra, aunque hay que reconocer que con menos presencia, sobre todo en la concepción del protagonista de saga, el detective, que en la literatura anglosajona tiene una marcada presencia, en cine y literatura, personajes que muchas veces se hicieron más populares que sus mismos autores. No sobra referenciar a Sherlock Holmes, Poirot, Miss Marple, Sam Spade, Marlowe, el Padre Brown y tantos otros que hacen ya parte de la cultura popular universal, trascendiendo fronteras, idiomas y culturas.
En el ámbito latino podemos referenciar a varios narradores preponderantemente urbanos: Sergio Ramírez(Nicaragua) y su personaje el inspector Dolores Morales, Paco Ignacio Taibo II (México) y su detective Héctor Belascoáran Shayne, Leonardo Padura(Cuba) y su detective ex policía Mario Conde, Fernando López(Argentina) y su juez Alejandro Barón Roca, Ramón Díaz Eterovic (Chile) y su investigador Heredia, Elmer Mendoza(México) y su detective Edgar El Zurdo Mendieta o Roberto Ampuero y su detective privado Cayetano Brulé, quienes ubican en sus respectivas capitales a sus personajes, aprovechando para hacer una disección social de ellas; en cuanto al espacio, insistimos, la naturaleza de la novela negra implica sitios urbanos qué retratar: la calle, los antros, las oficinas, los burdeles, los estadios, las cafeterías, los edificios, los bares.
Es en dicho medio en donde se encuentran con mayor vigor la gran mayoría de las contradicciones sociales del mundo actual, no solo como decorado o marco de la acción, puesto que en este entorno hay una enorme variedad de personajes, sitios y ambientes, y se da además la mayor tasa de criminalidad con delitos constantes y de todos los pelambres, sino como determinante social, porque como forma narrativa contemporánea el relato negro no se puede sustraer a la presencia del componente urbano que es, en las sociedades modernas, la pieza básica de la organización vital y social.
Y no importa que en este caso sean ciudades de países en desarrollo. Por el contrario, les agrega el “color local”, la ciudad latinoamericana con todas sus contradicciones y características de identidad social, política y antropológica.
El detective.
Así como Philip Marlowe está indisolublemente ligado a Los Ángeles, Sherlock Holmes tiene su Londres y Pepe Carvalho y Ricardo Méndez tienen su Barcelona, los autores latinoamericanos citados conjugan de primera mano lo mejor y lo peor de sus respectivas capitales, y esto lo hacen notar Taibo, Padura y el resto de autores citados en sus novelas, describiendo pormenorizadamente el interactuar de sus personajes en estas ciudades llenas de contrastes y desigualdades.
Hago notar que los escritores referenciados, si bien comparten con los autores clásicos anglosajones los elementos básicos de los detectives de ficción, se caracterizan porque introducen algunos nuevos en los que sobresalen el desarrollo de personajes complicados, con tensiones existenciales que desbordan las tradicionales y el papel de la ciudad como escenario central de la trama que establece una nueva relación entre el personaje-detective y el espacio urbano hispanoamericano, en ciudades complejas, conflictivas y de una voracidad que marca el devenir de sus habitantes.
Estos autores retoman al detective y el delito como elementos centrales del género y crean una serie en torno a un investigador, con una personalidad, unos gustos y una manera de actuar muy caracterizada y definida, que le ha dado a sus personajes (y por ende a los autores), un amplio reconocimiento que va más allá de los lectores especializados del estilo y han trascendido al ámbito de la literatura local para considerarse globales y mediáticos, multi-premiados (Por ejemplo, Padura es Premio Princesa de Asturias de las Letras 2015) y cuentan con un gran valoración académica y un indiscutible respeto en lo puramente literario.
En este momento, se trata de una obra ya estructurada, madura y de amplio reconocimiento internacional, en lo mediático y lo académico. Taibo II, específicamente con su personaje Belascoarán, sus métodos, su entorno social y afectivo, su relación estrecha y contradictoria con la violencia y la solidaridad de la ciudad de México, ya figura en una saga de 9 novelas.
Así mismo, el detective Mario Conde (de Padura) desde su óptica de empleado policial que recorre La Habana enfrentado a sus fantasmas, sus carencias, su pasado, sus amores y su afición por la música y la literatura, en un ambiente de crimen que se tiñe de corrupción a muchos niveles, en una colección de 9 novelas. Heredia Figura en 12 libros, el juez Barón en 5, el Zurdo Mendieta en 5, Cayetano Brulé en 7 títulos; casi todos estos personajes han tenido gran aceptación comercial y de crítica y muchos han sido llevados al cine.
POLICÍAS Y BANDIDOS EN SERIE EDITORIAL
A partir del año 2015, la Editorial de la Universidad Pontificia Bolivariana (U.P.B.), de Medellín, Colombia, en su sello POLICÍAS Y BANDIDOS se fijó la meta de patrocinar una colección de novela policial con autores locales, haciendo énfasis en la continuidad, pero sobre todo apostando a una calidad literaria destacada, con una temática que privilegiara lo urbano, dejando memoria histórica de la ciudad, en este caso casi siempre Medellín, aunque se tuviera que hablar de lo oscuro, de lo recóndito, de lo pecaminoso, como es usual en este género.
El Fondo Editorial de dicha Universidad presenta una colección dedicada a inspectores, fiscales, detectives, policías y bandidos. Y en el fondo, siempre la ciudad. Con esta serie, se le quiere dar impulso a la novela negra en Colombia, en una gran apuesta. Se trata de publicar novelas de personaje definido, en sagas que cuenten a través de sus entregas anuales nuevas aventuras de estos investigadores que poco a poco se han ido posesionando en el competido mercado editorial. Y en justicia, es una novedad: es la única serie en Colombia dedicada a la literatura policiaca y al género negro, con personajes de colección. Toda una revelación editorial, digna de ser apoyada.
En la presentación de esta colección, expresé las siguientes palabras: “la producción de novela negra en Colombia es más una excepción que una regla y obedece casi siempre a las iniciativas aisladas y muchas veces personales, que no configuran un movimiento literario como tal, a pesar de que en todo el mundo se esté experimentando un nuevo auge, con escritores de oficio y lectores fieles que responden con creces a las expectativas del mercado”.
Insistí, igualmente, que “la novela negra explora el mundo profesional del crimen, haciendo una disección de su entorno, preponderantemente urbano, profundizando en las características más oscuras y abyectas de la Ciudad y de la sociedad.
En ella, el objetivo no es solo resolver el crimen, responder a las preguntas de quién y cómo, sino saber el dónde y el porqué, yendo más allá de lo aparente, dándole la importancia debida a los hechos y las cosas que rodean el misterio, recordando que detrás de él, siempre hay unos seres humanos derrotados y en decadencia y otros que se obstinan en aproximarse a la verdad, no importa lo dolorosa que sea lo que se paga por ello”.
“Nuestro país es una cantera inagotable de ideas, de historias, de referentes y ejemplos. Y es una nación de contrastes, de riqueza y de pobreza, de bondad y de maldad, de pujanza e indolencia, de solidaridad y abandono. Las historias fluyen por todas las esquinas, surgen por generación espontánea en los barrios, en el centro, en los bares, en la universidad, en los antros”. *2
En mi concepto, esta colección del Fondo Editorial de la Universidad Pontificia Bolivariana, “marca un hito”, porque apoya la producción local con sagas de personaje, con escritores antioqueños que sin complejos de inferioridad escriben para un mundo globalizado, pintando desde adentro un entorno de ciudad que padecen y conocen, con detectives originales que historia tras historia narran los entresijos de esa urbe despiadada que ruge bajo los pies de una metrópoli caótica e indiferente, con un humor irreverente y una ironía que les da una mirada muy particular.
La Editorial define la serie Policías & Bandidos como un esfuerzo coherente y riguroso en el que ya hay publicados dos libros de cada uno de los personajes, con la idea de que se extienda, “dándoles continuidad a través de las historias contenidas en novelas cortas que privilegian el entretenimiento y la complicidad con el lector “.
En el primer momento de la colección se reseñó: el exinspector Rambert, de Memo Ánjel , el fiscal Oscar Rosado, de John Saldarriaga , “que hurga en los rincones oscuros de Medellín para resolver sus diversos casos” y Joaquín Tornado, de Emilio Alberto Restrepo , “contratado para investigar el crimen de un futbolista de élite que juega en Europa y que regresan a una víctima de un atentado, para intentar la liberación de un secuestrado, para seguirle la pista al robo de arte y una serie compleja de enredos”.
Además, una novedad: una autora mujer, con un personaje femenino: la escritora Verónica Villa con Marina, una guardia de seguridad que resuelve crímenes. Hasta ahora van publicados 12 libros de estos personajes. El último en incorporarse fue Luis Fernando Macías con su personaje Aurelio. Y se plantean 4 nuevos números para el 2020, incluido el presente volumen.
Es un objetivo claro de la editorial que al terminar de leer su cada una de los números lanzados hasta la fecha, el lector quede con la sensación de que el autor cumple lo que promete, la exposición de un detective profundamente humano, con sus defectos y virtudes y su relación conflictiva y contradictoria con la ciudad, reivindicando la naturaleza de su literatura, descriptiva, cuestionadora y testimonial, mientras establece una aproximación con elementos críticos y socio-antropológicos que no dejan de lado el entretenimiento y la función de recreación de la memoria colectiva que tiene la novela, mientras asume su compromiso de ser literatura de primer orden.
Y con su dosis de buen humor y en un lenguaje que trata de apartarse del abuso de los localismos para su disfrute global. La colección busca, usando la figura del detective como una disculpa, afrontar su verdadera intención: desenmascarar los pecados de unas ciudades que aman y padecen, que vibran y sufren en proporciones equilibradas.
Proponer las ciudades latinoamericanas como escenarios alternativos de un género que, hasta ahora, con las notables excepciones citadas, ha sido contado en idiomas distintos al español (en inglés, en sueco o en francés, entre otros).
Para los que conocen y han disfrutado del género, les permite ratificar lo que al principio sospechaban: los límites se han perdido, las barreras entre los géneros son cada vez más imperceptibles y lo que antes se consideraba una “especie menor”, hoy se codea con la gran literatura, la que pretende ahondar sobre el estudio del alma humana, o en el juego de palabras, “el ánima urbana”.
Como dicen sus editores y autores en las presentaciones, están muy comprometidos con la colección, la asumen con coherencia y sin complejos tercermundistas, tienen metas a largo plazo porque asumen que se trata de “novela negra de calidad, de Medellín para el mundo”. En este año de 2022 se proyectan otros 3 volúmenes, un libro de Rosado, uno de Rambert y otro de Joaquín Tornado. La colección goza de total salud y pretende apostarle a una carrera de largo aliento.
REFERENCIAS
*1 ALFIERI, Carlos. CONVERSACIONES. Entrevistas a César Aira, Guillermo Cabrera Infante, Roger Chartier, Antonio Muñoz Molina, Ricardo Piglia y Fernando Savater. Katz Editores, 2008. Pp
*2. RESTREPO, Emilio A. Colombia: en busca de su propia novela negra. Revista virtual OTROLUNES Revista Hispanoamericana de Cultura, #31 Febrero 2014 – Año 8 http://otrolunes.com/31/este-lunes/colombia-en-busca-de-su-propia-novela-negra/
OTRAS LECTURAS RECOMENDADAS:
María Pizarro Prada. De policías, detectives y crímenes: la actualidad de la novela policiaca. Brown University
Gustavo Forero Quintero La novela de crímenes en américa latina: hacia una nueva caracterización del género.
https://aprendeenlinea.udea.edu.co/revistas/index.php/lyl/article/view/6295
* Emilio Alberto Restrepo Médico y escritor colombiano, ha incursionado en varios géneros. En novela negra ha publicado las novelas Los círculos perpetuos, La milonga del bandido, Después de Isabel, El infierno, ¿Alguien ha visto el entierro de un chino?, y la antología y el ensayo de Entre el miedo y el mal (género negro en la poesía colombiana).
En lo que respecta a “detective y ciudad”, tiene cinco libros de su personaje Joaquín Tornado, investigador privado ubicado en la ciudad de Medellín, publicados por las editoriales universitarias ITM y UPB.
www.emiliorestrepo.blogspot.com