Polarización es sinónimo de división y en consecuencia conlleva un estado latente de conflicto, que generalmente ocasiona violencia. Vivimos en un mundo convulsionado por profundas divergencias políticas, ideológicas, sociales, económicas y sanitarias, por lo que expertos plantean esta polarización mundial como el fenómeno global emergente del momento, que no es nuevo, pero que ahora alcanza especial relevancia a causa de las redes sociales, que con un clic revoluciona el mundo.
El BID concluyó que la polarización impide el desarrollo de las naciones y destaca un estudio del Caribe y Latinoamérica que demostró una polarización del 52.5 % en las economías menos desarrolladas frente al 44.5 % en las 13 economías más avanzadas de la región. En África el apartheid, en Estados Unidos la segregación y en Irlanda la guerra religiosa son solo ejemplos recientes de sociedades polarizadas que alcanzaron niveles indescriptibles de discriminación y violencia. Hoy España, Inglaterra, Perú, Argentina, Bolivia y Chile viven en intensa crisis política y social, y aún presenciamos la más aguda polarización en un debate electoral de los Estados Unidos, el que terminó conectado con Colombia por cuenta de nuestros dirigentes, los principales polarizadores.
Irónicamente los procesos de paz han fraccionado la sociedad, y es comprensible cuando estamos del lado de las víctimas, y cuando vemos que la justicia, verdad y reparación tambalean. El acuerdo de Paz con el M-19 otorgó amnistía total para terroristas y condenó a prisión a varios agentes del estado. La Ley de Justicia y Paz permitió el sometimiento de las autodefensas y el acuerdo con las Farc dejó serias consecuencias por un plebiscito que se perdió y que tiene al país dividido, entre los que se autoincriminan enemigos de la guerra y amigos de la paz o enemigos de la paz y amigos de la guerra.
Alcanzar estándares racionales de convivencia es lo que requiere esta polarización sin control que nos tiene anclados en el pasado, mirando el retrovisor y cuestionando a gobiernos anteriores por sus decisiones. Pretende además sembrar horrorosos recuerdos de la historia trágica del país en la memoria de jóvenes y queremos que construyan su futuro con el referente vergonzoso de violencia, criminalidad y corrupción que evitamos volver a vivir: ¿será tóxico entonces, en este caso, el adagio de que, quien no conozca la historia, está condenado a repetirla?
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Alcanzar estándares racionales de convivencia es lo que requiere esta polarización sin control que nos tiene anclados en el pasado
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La polarización es natural en una democracia, su descontrol arruina el desarrollo, por lo que exige suprema madurez de líderes y ciudadanos para evitar desencadene conflictos y violencias, y en cualquier circunstancia debe prevalecer el respeto por la dignidad humana. Pésimo ejemplo transmiten algunos dirigentes y comunicadores, que polarizan sin freno, atacan a sus contradictores cayendo en lo más bajo, recreando calificativos indignantes y publicando información sin corroborar que lesiona las instituciones y afecta la vida privada importando casi nada el perjuicio moral sobre las familias.
El gran líder toma distancia serena y prudente de la polarización, es paciente y actúa con sabiduría. Un líder extraordinario lucha genuina e incansablemente por construir optimismo en el futuro, sembrar esperanza y afianzar el sueño por un mejor país. Un líder excepcional asume posiciones con carácter, en defensa de sus principios y convicciones; lo irracional es utilizar la mentira y la indignación para dividir y alcanzar conquistas. Los principios no se negocian, pero esto no puede llevarnos a violentar los de los demás; los partidos son el alma de la democracia, de la Constitución y la Ley, y los ciudadanos deben ser la mas altruista expresión de convivencia y disciplina social.
Cuando se está de acuerdo en lo fundamental, la polarización no es más que un sofisma, se exacerba por intereses políticos de coyuntura. Coincidimos que grupos terroristas hacen daño irreparable a la democracia. Que las drogas acaban con la vida. Que la corrupción es el gran mal de la sociedad. Que la minería ilegal destruye el medio ambiente. Que líderes sociales y excombatientes deben protegerse. Que el narcotráfico y las bacrim debe atacarse frontalmente. Que el libre desarrollo de la personalidad es baluarte de la convivencia y que la empresa privada es motor de progreso y crecimiento. No permitamos entonces que la polarización se salga de control y arruine el desarrollo.
Aceptar la diferencia de principios, ideologías políticas y visiones de país con el más profundo respeto por la dignidad humana, sin violencia y haciendo uso responsable de la información, es tarea de líderes, gobernantes, comunicadores y ciudadanos, y todos estamos llamados a ser los primeros y el mejor ejemplo de esta cualidad humana y democrática.
Los jóvenes no deben ser idiotas útiles de quienes quieren manipular su voluntad e intelecto. Convivan racionalmente en medio de esta profunda polarización, con convicción y para cosas altruistas y no por asociación a fanatismos y vanidades que solo buscan arrebatarles su libertad y desarrollo.