Colombia se encuentra en medio de una contienda electoral donde los ciudadanos se debaten por escoger un candidato en medio de propuestas fundamentadas en asuntos coyunturales, miedos y odios.
Con una oferta de 7 candidatos y 7 programas (sin tener en cuenta la participación de la iniciativa por el voto en blanco) completamente heterogéneos, el electorado se plantea quién ejercerá las funciones de Jefe de Gobierno durante los próximos 4 años.
En el terreno de juego de los candidatos se ha visto de todo. Quizás más que un debate presidencial, las conversaciones se transformaron en un espacio acusatorio donde lo que cuenta es invalidar al otro a través de juicios que se tornan personales.
En efecto, resulta “interesante” conocer cómo reacciona un candidato ante situaciones adversas y acusaciones que transgreden los escenarios políticos, estas situaciones alimentan el calor del debate y el morbo de unos cuantos. Sin embargo, la finalidad no puede ser esta cuando se trata de la elección más importante para el futuro de los colombianos.
Si bien es cierto que este comportamiento no se puede generalizar, el ping pong del debate parece darse entre los candidatos que abanderan las encuestas, ambos escudados en dos “corrientes ideológicas” opuestas que han doblegado a los electores alimentándose de los temores de una nación gravemente golpeada por la violencia y la pobreza.
Resulta inquietante ver cómo estos candidatos se han aprovechado de los asuntos coyunturales y el temor del flagelado pueblo colombiano; por una parte anuncian que harán trizas los acuerdos de la tan anhelada paz y por otra anuncian subsidios y rebajas que evidentemente no cuentan con ningún soporte fiscal. Con ello se evidencia o que tienen un desconocimiento sobre la situación actual del país o que se trata de propuestas demagógicas.
Frente a lo anterior, es clara la visión obtusa de las propuestas, que más que aportar a la visión de país solo buscan, de manera oportunista, aprovecharse de las esperanzas de un pueblo que clama soluciones y que busca realizarse como nación. En efecto, Colombia necesita dar respuesta a asuntos coyunturales importantes, pero es claro que con una visión tan miope las soluciones solo podrán llegar a unos pocos colombianos y el sueño de un país de oportunidades quedará para unas próximas elecciones.
Necesitamos un líder que nos oriente, una visión integral de Colombia, propuestas que trasciendan de las políticas de Gobierno a las políticas de Estado. Con el país no se juega. Un candidato con visión estratégica pondrá a los colombianos en el camino del crecimiento económico, de las oportunidades, del bienestar social. Es claro que si continuamos con esta contienda que nos radicaliza y que ha dividido al país durante los últimos 100 años nada lograremos. No todo ha sido malo, debemos construir sobre lo construido, aprovechar las oportunidades, extraer la experiencia de los que saben y buscar sinergias que nos unan como colombianos.
Desconocer la experiencia de un candidato es, sin duda, la peor decisión que puede tomar el electorado. Existen ejemplos de servidores que han brindado importantes años de su vida al servicio de Colombia, con su experiencia y su visión, el sueño parece alcanzable. Sin embargo, nos hemos dejado enceguecer por una lucha que nada aporta a lo nuestro, al servicio de interés polarizados han actuado muchos; no obstante, quienes aún conservan la cordura dentro de esta contienda entienden que Colombia necesita un líder que nos logre encaminar hacia la prosperidad que tanto anhelamos.
Esta es una invitación al electorado para que reflexione sobre lo que realmente le interesa al país, para que entienda que no se pueden anteponer los intereses polarizados de unos pocos sobre los objetivos estratégicos que beneficiarán a los colombianos.
Por lo anterior considero que el país estará mejor con… el que tenga la visión de país, la experiencia de lo público y la certeza que los compromisos se cumplen.