Poesía afrocolombiana en el cierre de la Feria del Libro de Bogotá

Poesía afrocolombiana en el cierre de la Feria del Libro de Bogotá

Liz Candelo Grueso publica su libro ‘La casa más grande del mundo’ mientras canta a la naturaleza, al amor, alegrías y tristezas. El entusiasmo por la vida

Por: Eduardo Yáñez Canal
mayo 02, 2022
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Poesía afrocolombiana en el cierre de la Feria del Libro de Bogotá
Foto: YouTube/Liz Candelo

Hay un run run/ que mis bolsillos / ya no guardan nada / mi corazón tampoco

Hay un run run / con celoso sonido / debajo de las letras / que muero por descifrar

Hay un run run / de carne seca / pesares de cantos/ lenguas silentes

Liz Candelo declama con sentimiento en el estand del Gremio Poético Colombiano, que agrupa a 150 miembros organizados para darle a la poesía el sitial que merece. Ella habla con suavidad mientras deja traslucir la emoción que la embarga.

“A mí me gusta la crónica, el reportaje, la narrativa. De la poesía nada. Pero cuando pasé por aquí y la oí me atrapó”, dice el ex profesor José Ricardo Cleves.

  • ¿Por qué?
  • Me llamó la atención lo vivencial. Poca metáfora. La casa más grande del mundo es un libro donde uno imagina y se siente en casas sobre palafitos cerca al mar o los ríos. Allá donde la gente sobrevive y se integra al entorno.

Tratando de no hacer ruido / tropecé con todo

Dentro de tus ojos / hay una casa frente al mar / con las ventanas siempre abiertas

En tu silencio / para qué preguntar / si tu respuesta / en silencio me das.

Tus palabras / como lluvia caerán / sobre un paraguas / que no sostengo yo.

Cuando las palabras sobran / apareces tú.    

Es la poesía afro en todo su esplendor. Como lo dice Marvin A. Lewis en su libro Literatura Afrocolombiana en sus contextos naturales –Imperialismo ecológico y cimarronaje cultural (U. del Valle, agosto del 2019), “la selva no es solamente un lugar de muerte y destrucción sino también una fuente de vida”.

“La naturaleza es la protagonista. Es la que hace los poemas…Yo escribo lo que ella me sugiere. Abrazos.”, así le respondió a Lewis, en un correo electrónico, la poeta María Elcina Valencia Córdoba, quien en su libro Pentagrama de pasión (2010) escribía:

Don-de quiera que me encuentre / Re-marás en mi río caudaloso / Mi-raré correr las ramas / Fa-roliando en mis recodos / Sol-a-estaré, pero el recuerdo / Lan-zará sus notas de esperanza, / Si te busco para amarte en las mañanas.

Surge así el tema del amor, al que Liz Candelo, nieta del poeta Aquilino Grueso, no rehúye y expresa con voz altiva en Poeta Universal:

Tiene puños que golpean / que golpean duro / y produce enojo / enojo de verdad.

Se enamora / y dice mentiras / mentiras que inventa/ inventa mentiras de verdad.

Siente dolor / dolor en el corazón / y tiene latidos / latidos de verdad.

Escribe con los dedos / sobre las piedras / hasta sangrar / y de sus venas brota sangre / sangre de verdad.

Ella no lo ha tenido fácil. Recuerda cómo empezó a escribir a los nueve años de edad, cuando conoció al poeta Oscar Wilde en una casa poblada de niños donde no había televisor y su padre, de manera ocasional, les llevaba libros que disfrutaba siempre.

La poeta no podía ser menor a su destino. El que empezó un 5 de octubre de todos los años en Viento Libre, corregimiento de Buenaventura (Valle) y continuó en San Antonio de los Caballeros, en Florida. “Para mí –dice con énfasis – el pueblo donde me crié es tan importante como el pueblo donde nací, ambas tierras hicieron su aporte étnico y cultural en mis genes”.

Encontré la verdad en una flor / tanta verdad / como este poema

Aquí sigo / como cebra, / prisionera / de mis propias rejas.

Le he pegado  cuarenta años / al mismo árbol,  / para ya no sentir nada.

Liz Candelo firma autógrafos y sonríe a todos. Con desparpajo disfruta hablar de poesía,  resaltar sus ancestros y leer a quienes la precedieron. Así, desfilan Arnoldo Palacios, Carlos Arturo Truque, Jorge Artel y Hugo Salazar Valdés. En esta lista no podían faltar mujeres como la ya citada María Elcina Valencia, Lyda Cristina López, Sayly Duque de Palacios, Mary Grueso Romero y  María Teresa Ramírez Nieva, entre otras.

“Claro está que aquí donde me ven –anota con picardía, guiñando un ojo– no me quiero casar con alguien de mi tierra, sino con un rubio de ojos azules y que sea tan blanco como la leche, así se vean sus venas azules”.

Se despide. Atrás  quedan José Ricardo Cleves y otros admiradores que contemplan su traje de tonos amarillos y blancos mientras se aleja con gracia y armonía. Cualidades que impactan y que le hacen exclamar al ex profesor:

“Qué belleza. Es delgada pero tiene la cadera de la negra que se contonea. Todo con el sabor del chontaduro, la dulzura de la caña y la poesía que impacta. Sin lugar a dudas”.

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