Se ha dicho comúnmente que “religión y la política no se mezclan”, lo cual es muy cierto, la historia ha demostrado resultados desastrosos y dolorosos de esa combinación. Una opinión sobre religión y política en el momento inadecuado puede incendiar un bosque.
Dios es quien “quita reyes y pone reyes” (Dn. 2:21), y aunque pueda que no nos guste el gobernante de turno, Dios es quien da la autoridad de ser el gobernante elegido (Dn. 4:17). Los cristianos, y la sociedad en general, deben saber que todo gobierno está bajo la autoridad y propósito de Dios, que nada ni nadie podrá frustrar su voluntad (Dn. 4:34-35), la política (gobernantes y gobernados) es simplemente un método que Dios utiliza para llevar a cabo su voluntad.
Ningún sistema de gobierno político-económico puede salvarnos. Dios permite que la humanidad experimente toda clase de gobernantes, sistemas políticos, etc., para que nos demos cuenta de que solo Dios puede salvar. Es una pérdida de tiempo que un cristiano piense que un país puede cambiar sus prácticas corruptas por medio del gobierno civil. La responsabilidad de un gobierno, es gobernar con responsabilidad utilizando adecuadamente los impuestos provenientes de los ciudadanos.
En este artículo, trataremos, brevemente, al capitalismo y socialismo como dos sistemas económicos contrapuestos, defendidos por doctrinas filosóficas y políticas enfrentadas.
Sistema socialista / comunista
Ambos conceptos provienen de una misma tradición filosófica, política y económica, desarrollada a lo largo del siglo XIX y comienzos del XX, debido a los problemas de desigualdad y explotación de la clase obrera que caracterizaron a la expansión del capitalismo.
Propusieron abolir la propiedad privada de los medios de producción, que eran controlados por la burguesía, y establecer el control social, obrero o comunitario de dichos medios. A lo largo del siglo XX, hubo muchos intentos de aplicación del comunismo que condujeron al establecimiento de dictaduras y regímenes de partido único, algunas variantes modernas y democráticas del socialismo lograron impulsar políticas de relativo éxito bajo la forma de la socialdemocracia, es decir, a través de su convivencia con el libre mercado y con el sistema político democrático.
A primera vista, estos sistemas, parecen coincidir con algunos principios bíblicos. Sin embargo, un examen más minucioso, muestra que hay muy pocas pruebas de que la Biblia realmente apoye o respalde el comunismo. La biblia no respalda la violencia como herramienta política, no elimina la propiedad privada (Hch. 2:44-45), no promueve que los bienes pasen a ser propiedad administrada por un Estado centralizado, ni decide cuánto debe recibir cada ciudadano.
La generosidad de la iglesia de Hechos 2 está lejos de ser comunista, su motivación era compartir de corazón, con aquellos que tenían alguna necesidad, y ellos lo daban con liberalidad, no por medio de una imposición estatal. Dios apoya al dador alegre (2 Cor. 9:7). Pablo dice en Corintios, "Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve" (1 Cor. 13:3). Dar sin amor, es el inevitable resultado del comunismo.
Es un hecho probado que el comunismo empobrece a todos sus ciudadanos, excepto a los que detentan el poder (China ha aplicado la liberalidad en su política económica, no es enteramente comunista). Depende de sus ciudadanos el ser diligentes (Proverbios 10:4) y generosos con los frutos de su trabajo (1 Timoteo 6:18) y dar por amor a Dios y al prójimo. Por tanto, vemos que Dios ha dispuesto que las necesidades físicas y financieras de los pobres, sean atendidas por personas cristianas, en lugar de cualquier sistema de gobierno.
Sistema Capitalista
El sistema capitalista se caracteriza por la propiedad privada y el libre ejercicio económico por parte de los particulares, los precios, la producción, la acumulación de capital para su reinversión y la distribución de bienes que están determinados principalmente por la competencia en el mercado. Aunque la Biblia no menciona explícitamente el capitalismo, sí habla mucho sobre cuestiones económicas. El capitalismo puede ser favorable cuando se trata de dar, pero en sí mismo, no funciona como un sistema para auxiliar a los pobres.
De hecho que uno de los mayores lunares del capitalismo, es la avaricia, el descuido hace que la gente se vuelva codiciosa, un problema que también afecta a los promotores del comunismo y el socialismo. Los malos deseos del corazón humano satisfacen su avaricia, es un problema de la condición humana. Se necesita el dinero y la libertad para hacer buenas obras. El capitalismo funciona con individuos correctos, pero es inadecuado con amantes del dinero, la raíz de todos los males es el amor al dinero (1 Tim. 6:10).
Por obvias razones, el sistema de la libre empresa, ha proporcionado mayor libertad y ganancias económicas más eficaces, que cualquier otro sistema económico jamás concebido (China lo sabe). El interés propio es recompensado en un sistema capitalista libre. El Evangelio apunta a los problemas del corazón, en este caso, la codicia y avaricia; problemas que se resuelven al aceptar a Jesucristo como nuestro Salvador, para asegurar nuestro destino eterno.
El intercambio de bienes y la propiedad privada son apoyados por la biblia, su correcta administración, se origina en el hecho de ser creados a la imagen de Dios (Gn. 1:26-27). Podemos tomar decisiones sobre la propiedad que podemos intercambiar en el sistema de mercado. Pero la inclinación, naturaleza pecaminosa del hombre lo puede llevar a la avaricia, pereza, abandono y negligencia. La justicia económica puede lograrse mejor, si cada persona es responsable por su propia productividad.
El capitalismo favorece la iniciativa individual y la competencia económica y proporciona la base para una gran libertad política y económica. Cuando el gobierno no controla los mercados, hay libertad económica para participar en una serie de actividades empresariales. El capitalismo ha conducido a una gran libertad política, una vez limitamos el papel del gobierno en la economía, también se limita el alcance del gobierno en otras áreas. No es casualidad, que la mayoría de los países con la mayor libertad política, generalmente tienen una gran libertad económica.
Los cristianos no pueden ni deben aprobar todos los aspectos del capitalismo, actitudes como el acaparamiento, el monopolio son críticas válidas sobre la economía capitalista. Cuando el capitalismo es sabiamente controlado, mediante un control gubernamental limitado, genera una significativa prosperidad y libertad económica para su gente.
Es inadecuado relacionar a Cristo con el capitalismo, comunismo o el socialismo. Él siempre promovió la generosidad y cuidarse de poner la confianza en los bienes de este mundo: “la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee” (Lc. 12:15). La avaricia no es un problema de tal o cual sistema económico, es parte de la condición caída del hombre. La solución radica no en un cambio del sistema económico, sino en un cambio del corazón de los hombres a través del poder del Evangelio de Jesucristo, el único y suficiente Salvador.
La historia del cristianismo nos enseña que el florecimiento de la iglesia se ha dado mayormente bajo gobiernos antagonistas y represivos, los primeros siglos del cristianismo es muestra de ello, los cuales entendían que la protección provenía solo de Dios. Las entidades políticas no son la salvación del mundo. La salvación de toda la humanidad ha sido manifestada en Jesucristo.
Dios sabía que nuestro mundo necesitaba ser salvado, aún mucho antes que cualquier gobierno se hubiera formado. Él le demostró al mundo que la redención no podía lograrse a través del poder del hombre, su poder económico, su poderío militar o su política. La paz mental, la alegría, la esperanza y el gozo – y la salvación de la humanidad – se logra solo a través de Su obra de fe, amor y gracia.
Cuando los creyentes piensan que el crecimiento y la influencia de Cristo puede de alguna manera ser aliada de la política gubernamental, corrompen la misión de la iglesia. Nuestro mandato cristiano es propagar el Evangelio de Jesucristo y predicar en contra del pecado de nuestra era. Solo cuando los corazones de los individuos en una cultura sean cambiados por Cristo, esa cultura comenzará a reflejar el cambio.
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