Yo sé que la premisa puede resultar absurda, pero recuerde querido lector que Donald Trump es presidente de Estados Unidos y el mundial de fútbol de 2026 contará con 48 selecciones, en definitiva el planeta ya no es como lo conocíamos.
En un mundo con tantas excentricidades donde un pastor alemán llamado Gunther IV heredó 372 millones de dólares o los dueños de una gallina le dejaron una fortuna de alrededor de 10 millones de dólares al exquisito animal, tal vez cualquier cosa puede suceder; las mascotas han ganado tantos lugares especiales en nuestras vidas que todo parece ser posible. Y podría llegar el día que en que un animal ingrese a una universidad en un rol diferente al de acompañante o material de investigación, es algo que en realidad no me preocupa, los animales en innumerables ocasiones han mostrado mayor sentido común que muchos humanos, lo que me preocupa es que no ingrese por sus propios méritos.
En un ejercicio hipotético derivado de una situación que expondré más adelante, se me ocurrió imaginar un gato inscrito en el examen de posgrados clínicos de la Universidad del Valle. Un gato cualquiera, incluso el de Schrodinger, en el universo en el que está vivo por supuesto y después de un ajuste de cuentas con su sádico propietario. Dicen que los gatos poseen una gran memoria, una ventaja para un felino emprendedor que desee aplicar para alguna de las opciones de especialización.
Sin embargo nuestro felino amigo debería sortear vicisitudes más allá de manejar un lápiz N°2 con sus almohadillas y garras. Primero debe esperar que las preguntas se encuentren bien formuladas, a diferencia de lo ocurrido en el examen de 2016 cuando se anuló por lo menos una pregunta por esta causa y se presentaron solicitudes sustentadas que mostraban incongruencias en otras siete. Una vez finalizado el test, el gato recién salido de la caja, debe volver a enfrentar problemas de la física cuántica y evitar una singularidad el espacio-tiempo, como la acontecida en el año 2015 cuando el director de posgrados clínicos Herney García, por primera vez decidió aceptar la solicitud de un aspirante y cambiar el enunciado determinado inicialmente como correcto en una pregunta, lo cual modificó el resultado de las pruebas y a su vez la lista de admitidos -con el respectivo ingreso de quien gestionó el cambio-. Para completar lo inédito del caso no hizo pública de manera inmediata la información e impidió a los afectados defender sus respuestas otrora correctas, argumentando que se encontraban por fuera del periodo establecido de reclamación.
El gato interdimensional también tiene amenazas derivadas del viaje a través de universos paralelos, porque hay historias que teorizan mundos demasiado hostiles con la vida científica. Por ejemplo una leyenda urbana dice que hay un universo donde se puede contactar una mujer para adquirir el examen días antes, hacen una solicitud y si no hay sospecha se reúnen con gran recelo en una casa para concretar detalles. En otros mundos el contacto es un especialista de un círculo selecto, y en otros las leyendas hablan de aspirantes concentrados en un hotel la noche anterior al examen, lugar donde reciben la prueba y permanecen hasta a la mañana siguiente cuando la presentan en las instalaciones del Hospital Universitario del Valle.
Son bastantes las historias extraordinarias que se cuentan acerca de las posibles formas en que se traficaría con esa preciada información. Pero eso son solo cuentos, y la narración del gato intelectual no necesita buscar argumentos en literatura fantástica, sus aventuras en el ingreso a la vida académica pueden inspirarse en sucesos reales, esos que tantas veces supera la ficción. Si queremos escuchar historias asombrosas solo necesitamos remitirnos a los hechos, tres de ellos enumerados a continuación, que combinan elementos básicos en cualquier saga del género.
Primero: Eventos improbables. Algunos resultados de la última convocatoria muestran comportamientos que desafían las probabilidades. Si alguien analiza los puntajes de ciertos admitidos en el año 2015 notará cómo, a diferencia de otros años o de sus pares en otras especialidades, sus calificaciones se encuentran más allá de lo esperado para los datos extremos en una campana de Gauss. Desde luego lo correcto sería un análisis de estos números por parte de un equipo de estadísticos, pero la universidad pese a dos solicitudes no dio trámite a este requerimiento con la escuela de estadística de la universidad ni hizo públicos los datos de origen, con lo que se podría haber realizado un estudio externo.
Segundo: Conspiración. Propio de las distopías Orwellianas son las persecuciones, infaltables en el ejercicio dictatorial y totalitario del poder. Después de las múltiples interrogantes en términos de calidad y transparencia en las últimas evaluaciones, se radicó el año pasado un derecho de petición firmado por ciudadanos de todo tipo, en su legítimo derecho de presentar solicitudes respetuosas a las instituciones, en dicho documento se pedía aclarar ciertos procedimientos. Sin embargo, además de una respuesta tangencial que omitió más de la mitad de los cuestionamientos, las acciones que se gestaron al interior de la Universidad del Valle incluyeron buscar residentes y profesores que firmaron la misiva para increparlos verbalmente por su accionar.
Tercero: Historias de familia. En el año 2014 tuvo lugar otro de los ya acostumbrados sucesos atípicos de los últimos años. En una misma convocatoria fueron admitidos para cursar estudios de posgrados clínicos una aspirante que se presentaba por primera vez, su hermana, y también el esposo de una de ellas, por supuesto cada uno a una especialidad diferente (radiología, pediatría y anestesiología).
Ante el último punto es inevitable plantearse ciertas preguntas, que sustentan el origen de esta extraña disertación. ¿Cuántas veces en la historia ha ocurrido un hecho similar? ¿Cuantas preguntas tendrán la misma respuesta en esos cuestionarios? ¿Quién faltaba por ingresar en aquella casa? ¿Podría un gato perteneciente a esa familia estudiar en Univalle?