Al analizar los resultados electorales locales no se puede dejar de lado el hecho de que estas elecciones se desarrollan en un contexto diferente al de las presidenciales. De allí que asumir los resultados de la última justa electoral como un plebiscito resulta simplista y equivocado y el principal argumento para sustentar lo anterior consiste en que en las votaciones regionales el clientelismo se expresa al máximo y el voto de opinión se reduce al mínimo.
En realidad, las regionales se pueden definir más como una competencia entre maquinarias que como una “justa democrática”. Todos saben, incluso los grandes medios que lo dicen una y otra vez, pero que en el momento de sus sesudos análisis lo “soslayan”, que es en la puesta en escena de estos comicios en donde los caciques, clanes, mochileros y demás personajes antidemocráticos aparecen para representar su papel con la mayor eficacia posible.
Si bien estos personajes no desaparecen por completo en elecciones de carácter nacional (senado y presidente), su papel se hace en estos casos secundario y en algunas regiones hasta marginal, por lo que el voto de opinión aumenta y puede llegar a ser protagónico.
Pero no sólo lo anterior. También aparece la narrativa de los grandes medios que descalifican con el mayor descaro a los candidatos que no representan los intereses de sus patrones. No diferencian ya información de opinión y se dedican a crear monstruos para asustar a los electores.
Dicho lo anterior, no pueden asumirse los resultados electorales recientes como un plebiscito mediante el cual la ciudadanía expresara su apoyo o no al gobierno de Gustavo Petro. Sin embargo, así el resultado sea producto no de un voto libre y consciente, sino de las maquinarias, el clientelismo, la manipulación y la mentira, tiene unos efectos políticos sobre el gobierno del cambio que no se pueden ignorar. Conocidos los resultados, podemos concluir por el momento que:
- El hecho de que el presidente Gustavo Petro acepte resultados tanto favorables como no, refleja su talante democrático. No hay tal dictadura. Se cae uno de los sofismas de la derecha, aunque de seguro insistirán en él, en contra de toda evidencia.
- En el caso de Barranquilla ocurrió lo que todos sabíamos. Ganó Alejandro Char de manera holgada. Los movimientos alternativos han sido incapaces de aunar fuerzas para hacerle frente al charismo, pese a que crece la percepción de que la ciudad se ha vuelto puro concreto y se han profundizado la violencia y la pobreza. Sumados los votos de quienes no le tragan cuento a los Char, la cifra rodea los 100 mil. Buen punto de partida para proponer una Barranquilla diferente a la del cemento y las grandes construcciones con hambre. Como van las cosas, el fin de los Char lo decretarán los jueces.
- Verano no tiene futuro. Al quedar como simple mandadero de los Char, perdió toda independencia y el carácter liberal que alguna vez, real o no, proyectó. Ya no cuenta con el voto de opinión con el que alguna vez contó. Una vez termine su mandato habrá concluido, sin pena ni gloria, su carrera política.
- El Pacto y sus amigos, si bien recibieron un fuerte golpe, lo podrán asimilar. Caicedo mantuvo su hegemonía en el Magdalena y se obtuvo el triunfo en Nariño y Amazonas. Si bien el Pacto no alcanzó la alcaldía en Bogotá, contará con una buena bancada que podrá hacerle un fuerte control a Galán. Además, algunos de sus aliados, ganaron tanto gobernaciones como alcaldías en el resto del país.
- Para poder asimilar el golpe, además de lo dicho, se hace imperativo la autocrítica en los miembros del Pacto Histórico. Preguntarse las causas de las contradicciones internas y la división es un imperativo para poder avanzar en el proyecto político.
A partir de este momento comienza la cuenta regresiva para las elecciones a presidencia de 2026. Sin embargo, nada está escrito. Lo ocurrido hoy, si bien influirá e incidirá en lo que viene al respecto, no necesariamente determinará los resultados electorales del congreso y la presidencia. La historia no se mueve exclusivamente a punta de elecciones. Le corresponde al presidente Gustavo Petro y quienes lo acompañan demostrar con hechos, más allá de la manipulación de los medios y los líderes de la derecha, que el cambio que prometió es real y que, si no se llegara a concretar de manera plena, su gobierno ha puesto todo su empeño en ello y que se ha avanzado pese a los obstáculos de la oposición. Es el establecimiento el que ha empantanado las grandes transformaciones que el país requiere, y no su falta de compromiso, razón por la cual, se hace necesario consolidar el proyecto por dos o tres períodos más.
La historia nacional no concluye con el reciente resultado electoral. La apuesta por el cambio sigue.