A propósito del escandalo del momento, derivado del planteamiento del presidente sobre el ejercicio del Poder Constituyente, nos recuerda al filósofo italiano Antonio Negri y su enfoque sobre la misma materia, que, entre otras cosas, huele a democracia directa como la de los griegos cuatro siglos AC.
Claro, la tradicional ignorancia de los periodistas de los grandes medios nacionales, están hablando de una asamblea constituyente como la que hubo en 1991, promovida y auspiciada por el capitalismo financiero internacional para implantar en el país el modelo neoliberal.
Pero, parece que de lo que trata el presidente, es algo muy diferente, similar a lo que dice el pensador italiano, que, precisamente, permite hacerle el quite o hacerle “ole” o hacer el “gol” a la estrategia utilizada por los neoliberales para meter a Colombia en esa debacle de dicho modelo.
Los neoliberales tuvieron la astucia de blindar su modelo utilizando la Constitución Política. Introdujeron los mecanismos de rectoría económica e institucional a ese nivel jurídico y establecieron los instrumentos para proteger sus políticas, como es el caso de la Corte Constitucional, El Consejo de Estado y el Banco de la Republica. Así que, si alguien pretende bajar de la nube el neoliberalismo, lo destruyen por la vía jurídica.
Pero el Poder Constituyente no es tanto un concepto jurídico sino un concepto sociológico, que va más allá del poder constituido, el cual está consagrado en la Carta Magna como máxima norma o ley de leyes, con la cual aseguran el funcionamiento del capitalismo neoliberal.
El Poder Constituyente se asemeja más, a la democracia participativa y la descentralización política, esos conceptos trinados en teoría pero que en la realidad no existen en Colombia. Con el Poder Constituyente se podrían poner a funcionar las decisiones de las bases sociales, mediante políticas públicas bottom-up, lo cual significaría dejar como el ternero a los neoliberales y sus beneficiarios, que han aprovechado el esquema para desbordar la más salvaje corrupción y saqueo de los recursos públicos.
El problema es que, para que se pueda aplicar el Poder Constituyente, no solamente hay que luchar contra el Poder Constituido, que defienden a capa y espada por las vías jurídicas y que soporta el dominio de las elites oligárquicas tradicionales mediante la constitucionalidad, sino que, además, requiere de la organización, el liderazgo y la cultura política apropiadas para el efecto, factores que son escasos en Colombia. Principalmente la cultura política donde no prime, como hoy, el interés personal, sino el interés general y el bien común, para que la ciudadanía apoye las decisiones pensando más en el pueblo, que en el beneficio individual.
Sin duda, la jugada de Petro es muy hábil, porque las elites financieras creyeron que asegurando la Constitución era suficiente para mantener el neoliberalismo; pero no se percataron que por la vía sociológica se podría encontrar una salida a la gran crisis sociopolítica, para lo cual, eso sí, se tendría que profundizar la confrontación poder constituyente vs poder constituido.