Respetada Claudia, como mujer y como feminista encuentro terriblemente ofensiva su última columna en El Tiempo, “Paren de Parir”, en la que llama al gobierno a “hacer del control de la natalidad en venezolanos una prioridad de su estrategia migratoria”, pero, a la vez, agradezco la franqueza de ponerle su firma a lo que muchos piensan en las calles. Me parece que su opinión plantea una oportunidad estupenda para iniciar un debate franco sobre el tema.
Abordo el llamado de su columna a la xenofobia y al populismo nacionalista recordando que la gente no abandona su país porque le fascine irse a mendigar a otro, sino porque se encuentra en una situación desesperada. Tampoco me parece que las mujeres venezolanas sean unas desalmadas por “traer hijos al mundo a sufrir” cuando es mucho el valor que se necesita para huir con un hijo en brazos y atravesarse un país para ponerlo a salvo. Esa es la misma situación por la que han pasado millones de mujeres y hombres colombianos que lo abandonaron todo por causa del conflicto armado. A la luz de nuestra experiencia, ayudar a quienes lo necesitan es un acto de generosidad, pero es también una obligación a la luz del derecho internacional y de la moral más elemental.
Ahora, lo del embarazo adolescente no es un problema exclusivo de las mujeres venezolanas, sino de las niñas y adolescentes pobres en toda la región, por lo que me temo que las colombianas no estamos en ninguna condición de superioridad para aleccionar sobre esta situación: lo que revela el último informe “El Poder de Decidir” del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), es que América Latina tiene una de las tasas de embarazo adolescente mas altas del mundo, solamente superadas por algunas regiones del África. Aunque los expertos en el tema no se ponen de acuerdo en calificarlo como un subproducto o un precursor de la pobreza, en lo que si hay consenso es en que es una trampa. En cuanto una niña se embaraza cae en una trampa que la hunde, a ella y a su familia, y la arrastra a los márgenes de la supervivencia.
No nacemos iguales, Claudia.
La mayoría nacen jodidos, y se quedan así,
no importa cuánto peleen por una oportunidad
La lógica según la cual la gente se queda pobre y se “reproduce” sin piedad porque le encanta que le den subsidios es también simplista y cruel. En nuestro país, muchos llegaron ahí porque la violencia de décadas les arrebato a sus seres queridos, sus tierras, sus bienes y las ganas de luchar, y porque tenemos un sistema económico brutal, que no ofrece igualdad de oportunidades. No nacemos iguales, Claudia. La mayoría nacen jodidos, y se quedan así, no importa cuánto peleen por una oportunidad. En Colombia tenemos un sistema de subsidios que no está exento de patologías, pero que ha sacado de la pobreza extrema a millones de colombianos y que se ha puesto en marcha para corregir esos desbalances.
El embarazo de niñas y adolescentes es un problema gravísimo, que tenemos que enfrentar con políticas robustas de salud sexual y reproductiva, no desde la culpa. En eso, Colombia si tiene algo que enseñar: gracias a la política de control de precios que implemento el exministro Gaviria, se disparó el consumo de anticonceptivos. Hoy las mujeres tienen acceso a opciones muchísimo más baratas, con menos efectos nocivos para su salud y menos riesgos que las pocas opciones que les ofrece el Plan Obligatorio. Aprovecho para pedirle al ministro Uribe que la amplíe. Aunque aún no contamos con datos, muy seguramente esta política por sí sola cambiará el destino de miles de niñas, colombianas y venezolanas, en nuestro país.
La gran mayoría de esos embarazos Claudia, no ocurren por la voluntad de esas niñas y adolescentes sino en su contra. Muchas de ellas viven en la indigencia, o comparten espacios hacinados en donde sufren toda suerte de ultrajes, porque no se embarazan solas. Lo que tenemos que pedir, que exigir, es que paren de violarlas, que paren de forzarlas a la prostitución y que paren de expulsarlas de su país.
**Agradecimiento total al médico epidemiólogo, Dr.Pablo Andrés Machado por su experticia y el material aportado para el desarrollo de esta columna