La historia está plagada de ejemplos de estupidez colectiva. La caída del Imperio Romano es un caso emblemático donde el dogmatismo y la ignorancia contribuyeron a su declive. Carl Sagan, en su libro *El mundo y sus demonios*, advierte que “la ciencia no es solo un cuerpo de conocimiento, es una forma de pensar”.
A lo largo de los siglos, hemos visto cómo la falta de cuestionamiento y la aceptación de ideas sin una base sólida han llevado a crisis, como la quema de libros en la antigua Roma o la brutalidad de la Inquisición.
Otro ejemplo notable es la respuesta de la población a eventos catastróficos, como el Hundimiento del Titanic en 1912. A pesar de sus innovaciones tecnológicas, la arrogancia y la confianza excesiva llevaron a que el barco navegara sin suficientes botes salvavidas, lo que resultó en la pérdida de más de 1,500 vidas
La disonancia cognitiva, un concepto introducido por el psicólogo Leon Festinger en 1957, se refiere a la tensión que se genera cuando nuestras creencias son desafiadas por la evidencia. Este fenómeno se puede observar en situaciones contemporáneas donde las personas ignoran la ciencia del cambio climático, a pesar de las pruebas abrumadoras. Un estudio de la revista *Nature* encontró que el 97% de los científicos climáticos están de acuerdo en que la actividad humana es la principal causa del cambio climático.
Sin embargo, este consenso aún se enfrenta a grandes niveles de negación en la esfera pública.
La literatura ofrece profundas reflexiones sobre la estupidez humana. En el libro 1984 de George Orwell, el control del conocimiento y la manipulación de la verdad crean una sociedad en la que la ignorancia es una forma de control. Del mismo modo, Aldous Huxley, en *Un mundo feliz*, muestra cómo la felicidad artificial puede ser un producto de la ignorancia. Ambas obras sirven como advertencias sobre los peligros de aceptar la información sin cuestionarla.
En el mundo digital de hoy, la desinformación se propaga a gran velocidad. Según un informe de Pew Research, el 62% de la información compartida en las redes sociales es errónea. Este fenómeno no solo afecta la opinión pública, sino que también tiene repercusiones como se evidenció durante la pandemia de COVID-19, cuando teorías conspirativas y datos falsos llevaron a decisiones peligrosas.
Un ejemplo concreto es el caso de la desinformación sobre las vacunas, donde la falta de información confiable ha llevado a una disminución en las tasas de vacunación, resultando en brotes de enfermedades que se creían erradicadas. La importancia de educar sobre la ciencia y promover el pensamiento crítico resulta más relevante que nunca.
La lucha contra la estupidez es una tarea que nos involucra a todos. Es imperativo que adoptemos un enfoque crítico hacia la información que consumimos y compartimos. La curiosidad, la reflexión y el cuestionamiento activo no solo son vitales para nuestro desarrollo personal, sino que son esenciales para una sociedad informada y resiliente.
Al tomar conciencia de los peligros de la ignorancia y enfrentarlos con conocimiento y empatía, podemos construir un futuro donde el pensamiento crítico prevalezca sobre la conformidad. Como decía Sagan, “la ciencia es más que un conjunto de conocimientos; es una manera de pensar, una forma de cuestionar”. Esa es la senda que debemos seguir.
Referencias
- Sagan, C. (1996). *El mundo y sus demonios*. New York: Random House.
- Festinger, L. (1957). *A Theory of Cognitive Dissonance*. Stanford University Press.
- Pew Research Center (2016). "The Science and Health of the Internet".