La llamada de la tribu es el título del libro en defensa del liberalismo y contra “las mentiras y calumnias” que se han tejido alrededor de esta corriente, que el nobel de literatura, Mario Vargas Llosa, acaba de presentar en Bogotá con motivo de la Feria del Libro. Vargas Llosa hace una autobiografía política e intelectual en torno a los siete pensadores que lo influenciaron: el escocés Adam Smith, el español José Ortega y Gasset, los austríacos Friedrich von Hayek y Karl Popper, el pensador y estudioso Isaiah Berlin, Raymond Aron y Jean-François Revel. Diferente a las novelas del autor, como El pez en el agua, el protagonismo no lo tienen las vivencias de Vargas Llosa, sino las lecturas que moldearon su forma de pensar y de ver el mundo en los últimos cincuenta años.
Vargas Llosa relata no solo su evolución hacia las ideas liberales, sino que describe su tránsito intelectual y político. En sus propias palabras: "el recorrido que me fue llevando, desde mi juventud impregnada de marxismo.” Para la casa editorial Random House, “Es algo así como una cartografía de los intelectuales liberales que le ayudaron a desarrollar un nuevo cuerpo de ideas, después del trauma que supuso el desencanto con la Revolución Cubana y el distanciamiento de Jean-Paul Sartre.” Vargas Llosa cuenta en su libro, “Entré a la Universidad de San Marcos porque estaba seguro de que así podría afiliarme al partido comunista. Aquel era un centro insumiso a la dictadura militar de Manuel Apolinario Odría y, cuando entré a la universidad para estudiar Letras y Derecho, no tardé en integrarme en el Grupo Cahuide, que procuraba reconstruir el activismo comunista tras la excarcelación, exilio o asesinato de sus líderes”. Fue allí donde recibí mis primeras lecciones de marxismo, en unos grupos de estudio clandestinos, en los que leíamos a José Carlos Mariátegui, Georges Politzer, Marx, Engels, Lenin, y teníamos intensas discusiones sobre el realismo socialista y el izquierdismo, que considerábamos la enfermedad infantil del comunismo. Como decía Salvador Garmendia, éramos pocos, pero bien sectarios… Me aparté del Cahuide a finales de 1954, pero seguí siendo socialista”, cuenta el escritor.
"Como decía Salvador Garmendia, éramos pocos, pero bien sectarios…
Me aparté del Cahuide a finales de 1954,
pero seguí siendo socialista”
La revista Gatopardo, en reciente entrevista con el nobel, afirma: “Vargas Llosa escribió este libro durante los últimos dos años, pero como cuenta en el prólogo, la idea viene de tiempo atrás. Hace veinte años leyó Hacia la estación de Finlandia de Edmund Wilson, un ensayo que lo marcó. Wilson relata la evolución de la idea socialista desde que el historiador Jules Michelet la propuso hasta que Lenin llegó a la estación de Finlandia, en la Unión Soviética en 1917, para dirigir la revolución rusa. Al escritor peruano le sedujo esta propuesta; narrar la trayectoria de un concepto. Fue así como decidió contar, a través de su lectura de siete de sus autores favoritos, cómo él mismo se convirtió en un pensador liberal. También fue la mejor manera que encontró para hacer su autobiografía intelectual y política.”
Para Vargas Llosa, el liberalismo se ha convertido en una mala palabra en Latinoamérica. Incluso degeneró en el neoliberalismo que es visto como la gran máscara de la explotación de los pobres, del abuso de las grandes industrias. Pero el liberalismo es una política que se adapta a las circunstancias, que se transforma en nombre del pragmatismo. Lo decía Adam Smith: lo ideal no siempre es posible y hay que sacrificar algunos principios para que se adapten a la realidad. El liberalismo es flexible y lucha para que la libertad sea el motor del desarrollo social, político y económico.