Llegó París a La estación de Tren de Garde du Nord. Vivió en el último piso del Hotel Welcome y dormía sobre un inexplicable colchón relleno de naranjas durante los días para no sentir hambre y, al que lo domó cuando los convirtió en azahares.
En esa ciudad, pudo imaginar la cara de los franceses y los personajes de Géricault ahogándose en la Balsa de la Medusa, pensar en la imagen dulce pared amarilla de Vermer mientras observaba su ciudad desde lejos. O, Imaginarse a Matisse muriendo mientras dibujaba y recortaba sus papeles sin cansancio.
Las distancias las caminaba a pie y con entusiasmo porque no tenía dinero suficiente para semejantes despilfarros.
Tuvo un amor no correspondido en la ciudad que fue importante en su historia personal: estudió Historia del Arte en la Sorbona.
Estudiante en París
Como le sucedió siempre, ella necesitaba constantemente un horizonte abierto. Y ella misma lo abría. Sabía de su capacidad de trabajo. Tenía rigor y manejaba una estricta disciplina discreta. Confiaba en su ritmo interior, no tenía barreras porque conocía bien sus debilidades. Era severa y no entendió nunca la incompetencia porque su nivel de exigencia fue siempre grande.
La realidad era su trabajo y sus ambiciones, por lo tanto, segura así también vivió las frustraciones de su autocrítica, su mirada la ampliaba hacia los demás que hacían parte de su realidad cotidiana. Tenía un inmenso don de la palabra, una organización mental preparada y unas convicciones férreas que la llevaron al éxito y a la adversidad. Se preocupaba por una cultura amplia. Día a día, mantenía la alegría y el entusiasmo por adquirir una nueva dimensión de las cosas, una nueva interpretación del mundo, un entendimiento más real de las situaciones políticas. Había que profundizar y asimilar los acontecimientos literarios. Le interesaba la historia y le apasionaba el presente. Su personalidad de líder la hizo ser más fuerte y así era menos vulnerable. Dedicó la vida a su trabajo que siempre tuvo a la escritura como eje que oscilaba entre la crítica y la novela. Entendió que la historia, toda biografía, toda descripción de la realidad es una ceremonia. La historiadora tiene la obligación de documentar, el novelista inventa lo posible mientras maneja a sus personajes concentrados en cualquier lugar y tiempo. Así, ella unió esas dos dimensiones. En una era investigadora meticulosa del arte y en otra era la novelista que recreaba realidades: importaba su propia historia a través del disfraz de otros nombres mientras relataba otras realidades, situaciones políticas o circunstancias sociales. Fue una de las primeras voces que escribió sobre los desaparecidos en Argentina.
Fue una mujer consecuente con su decisión de conocer el mundo, vivió la Europa de la posguerra, como la gran mayoría de los intelectuales latinoamericanos y estuvo bajo la supervivencia del debate y el compromiso.
Vivió todas las adversidades de la pobreza que eran parte de esa aventura de nuevas experiencias que sirvieran de camino para estructurar su historia: esa que se llama América Latina.
En 1952, en París, escribió su primer libro de poemas: Historia natural de la alegría.
Historia del Arte en la televisión recién estrenada, en la Nacional y en Los Andes
En 1954, llegó a Colombia, casada con Alberto Zalamea. Dos soñadores que recorrían los caminos del periodismo colombiano. Participó con modernistas como Jorge Gaitán Durán en la Revista Mito. Desde el momento en que la televisión fue un hecho en Colombia, ella comenzó a realizar sus programas sobre Historia del Arte que emitían en directo. Como si fuera poco, tenía en la Universidad Nacional su cátedra sobre Historia del Arte desde dónde fomentaba la cultura de las artes plásticas con inmensa generosidad y observaba cómo los jóvenes intuían un nuevo rumbo en el arte colombiano.
En la inauguración del Mambo, 1962
En la misma universidad fundó la mística de las artes como su templo: el Museo de Arte Moderno. Emma Araújo de Vallejo lo cuenta: “ Instaló en una pequeña construcción de la Caja de Previsión Social; tumbó muros y surgieron salas, levantó una tapia y apareció el patio de esculturas y aún más importante, creó el Museo y el departamento fue una extensión de un centro cultural. Mesas redondas, simposios, conferencias, exposiciones de artistas colombianos y extranjeros se mezclaron de manera espontánea.” Así fue planteando otro camino que se fundamentaba en las políticas culturales.
Como era una incansable trabajadora, también dictaba clases de Arte en la Universidad de los Andes. Ella bien lo sabía, la pedagogía era el método para salir adelante.
P. D. Este es el segundo capítulo. El primero, lo encuentran en esta misma ruta. como un mes atrás. Mi Elisa Pastrana mañana te veo en la misa de tu madre. Siento mucho la vida y la muerte.