El gran reto del gobierno de Petro es traducir en estrategias integrales y eficientes las propuestas políticas de cambio por las que ganó la presidencia. Frente a la crisis climática, Petro y Francia tienen un discurso sustentado en las conclusiones más avanzadas de la ciencia (en particular el Panel Intergubernamental de Cambio Climático -IPCC) y orientado a cambios profundos para (re)generar las condiciones naturales, económicas y culturales que nos permitan vivir con dignidad a las actuales y futuras generaciones. Entre ellas, dejar atrás, de manera gradual la dependencia de los combustibles fósiles y fomentar formas de vida sustentables que no sólo creen valor, sino que regeneren ecosistemas, construyan paz, dignifiquen a las mujeres y reparen a las víctimas, entre otras.
Hasta ahora, Petro y Francia han desglosado la lógica de esta apuesta en diferentes escenarios. Las ministras de Ambiente y Minas en estas carteras se han dado la pela por sostenerlas en contra de la poderosa corriente del sector mineroenergético tradicional. Sin embargo, en el documento disponible al público de las Bases del Plan Nacional de Desarrollo, que debería ser la hoja de ruta sobre las que se erigen las políticas públicas, se ve una brecha muy profunda entre los discursos políticos y los cimientos sobre los que se implementarán las acciones.
Todavía es muy necesario, entonces, un ejercicio analítico profundo del actual gobierno para convertir en bases de política pública todas estas promesas. Petro y Francia nos convencieron a muchas personas por la contundencia con la que se apartaban de los enfoques desarrollistas y productivistas para centrarse en la vida, la dignidad, la cultura y la paz. Sin embargo, el capítulo de acción climática está escrito en códigos similares a los de los gobiernos anteriores y carece de audacia, análisis y creatividad para generar nuevas políticas públicas de transición energética y formas de uso de la biodiversidad. El lenguaje, como en los gobiernos anteriores, está lleno de referencias a la naturaleza como recurso y patrimonio para explotar o como mero proveedor de beneficios o “servicios ecosistémicos”.
Frente a la crisis climática, el texto apenas señala lo que todo el mundo ya sabe: que es necesario cambiar la matriz energética y diversificar las actividades productivas, pero no presenta los diagnósticos, los criterios, ni las estrategias para que estos cambios sean efectivos, justos y democráticos. Petro ha sido crítico de los discursos y medidas climáticas hegemónicas en escenarios nacionales e internacionales, pero las bases del Plan reproducen sin cuestionamientos, por ejemplo, la engañosa idea de carbono-neutralidad que nos hace creer que se puede seguir emitiendo indiscriminadamente gases efecto invernadero mientras se “compensen” de alguna manera, cuando el IPCC y la práctica ya han mostrado que no es así.
_______________________________________________________________________________
La transición energética, parece un nuevo capítulo de la iniciada por Duque
_______________________________________________________________________________
Con respecto a la transición energética, parece un nuevo capítulo de la iniciada por Duque. Él también estaba de acuerdo con la diversificación de fuentes renovables y con la garantía de la seguridad y confiabilidad energética. Pero las grandes preguntas políticas y técnicas que pesan en el discurso de Petro y nos importan a algunas de sus votantes son invisibles: ¿cuáles principios y acciones evitarán que las nuevas tecnologías y fuentes reproduzcan los modelos extractivistas que causan enormes zonas de sacrificio? ¿Cómo garantizar altas tasas de retorno energético en las renovables y priorizar los usos en torno a la conservación de la vida? ¿Cuál es el análisis del nuevo gobierno sobre el hidrógeno verde: es una solución confiable o es una burbuja tecnológica verde atractiva para algunos mercados? ¿Cuáles son las metas de la reducción gradual de exploración y explotación de combustibles fósiles?
Por otro lado, el subcapítulo sobre “bioeconomía” también desconcierta. De nuevo, no le dan centralidad a la vida, sino a los “modelos de negocio”. Muchas personas votamos por una nueva manera de integrar las políticas públicas que valore las formas de manejo colectivo de bienes comunes y desde perspectivas diversas; no sólo por su potencial económico, sino por su capacidad de cohesionar comunidades, generar condiciones de paz, reconocer el valor fundamental de las mujeres en estas prácticas, así como el conocimiento y las tecnologías populares que ya existen.
En Colombia urgen políticas integrales de uso y manejo de bienes comunes y de la biodiversidad, porque en la actualidad el Estado solo las desincentiva. Las formas de manejo que hacen comunidades del agua o de los ecosistemas no son ni siquiera reconocidas por el Estado y son, por lo tanto, perseguidas o reprimidas. Por otro lado, microempresarios que apuestan por productos a partir de plantas se enfrentan a constantes acosos del Invima y otras instituciones. Espero que el gobierno revise estas bases y las reescriba en consonancia con las propuestas de campaña, los discursos públicos de Petro y Francia, las ministras Muhamad y Vélez, y los diálogos con comunidades que se han realizado.
