Por dolor de patria voy a darme una licencia no permitida –por tanto les solicito las respectivas excusas– consistente en escribir en primera persona. Como todos los nietos, los seres más adorables que uno puede tener, Diego Alejandro, de 8 años y que cursa quinto elemental, entabla conversaciones del mayor interés. Hace poco me solicitó que le explicara por qué en Latinoamérica, especialmente en Colombia, estamos tan mal gobernados. Y luego me pidió que le dijera lo peor y lo mejor que tiene Colombia.
Diego Alejandro estudia en un colegio privado bilingüe, lejos del alcance del supuesto “adoctrinamiento” de Fecode, según señalamientos del uribismo, que no se cansa de perseguir a esta importante organización sindical, incluso llegando a pedir la cancelación de su personería jurídica. Esa reflexión con Diego Alejandro la quiero compartir con ustedes.
Sorprende que gran parte de la población perdió la capacidad de asombro; se acostumbró a acontecimientos, desde los más violentos hasta los más crueles e inhumanos, pasando por el saqueo, robos y corrupción. Cuando los marineros pierden el gobierno o control de sus embarcaciones, se dice que están al garete; esa es la sensación que se vive en nuestro país. Un sector que no se resigna, como Diego Alejandro, cree que al país hay que corregirle el rumbo.
Colombia no puede seguir siendo uno de los países más violentos del mundo. Según Medicina Legal, el año pasado se cometieron 13.032 asesinatos, 15 % más que el año anterior, que registró 11.326. Según el Instituto de Estudios para la Paz, Indepaz, en 2021 se contabilizaron 1.286 líderes sociales asesinados desde la firma del acuerdo de paz. En todo el gobierno de Iván Duque van 888 homicidios de líderes sociales y solo el año pasado se contabilizó el asesinato de 152 líderes sociales y defensores de derechos humanos y de 43 excombatienes de las Farc. La Oficina de Naciones Unidas en Colombia, en su informe anual de 2021, reveló que recibió 202 denuncias sobre asesinatos de líderes sociales, que representan un aumento del 35 % respecto a 2020, que registró 133.
Crímenes selectivos, sicariatos, menosprecio por la vida, asesinatos por robar y hasta 7.270 personas muertas en accidentes de tránsito en 2021, el peor de los últimos tres años, superando los 5.458 de 2020 y los 6.633 de 2019.
A las cifras anteriores le agregamos que, según The Economist, al 31 de diciembre de 2021, en Colombia los muertos por covid-19 fueron entre 160.000 y 190.000 personas, con una diferencia del 40 % en relación con la cifra oficial, revelada en 130.250; a esto hay que sumar la miseria y pobreza, que según el Dane a finales del año pasado llegó al 42,5 % de la población, y la revelación de la Asociación de Bancos de Alimentos de que el 54 % de los hogares viven en inseguridad alimentaria.
En Colombia más de 560.000 niños menores de 5 años padecen desnutrición crónica, de los cuales cerca de 5000 han muerto en los últimos 5 años. Desempleo y arrasamiento del aparato productivo completan el macabro cuadro que se ve más desde afuera.
“¿Qué van a hacer?”, me preguntó Diego Alejandro. Le expliqué que en las próximas elecciones había posibilidades de cambiar a los responsables, que son los que nos han gobernado. Me dijo: “Hay esperanza de vivir dignamente”. Claro que sí, Diego, le dije yo. Apoyaré a Jorge Robledo en la consulta del 13 de marzo por la Coalición Centro Esperanza.