Caloto es uno de los 42 municipios del departamento del Cauca con profundas raíces históricas en el sistema violento de dominación colonial establecido por la monarquía española desde el siglo XVI.
Dada su importancia demográfica y étnica por la elevada concentración de población indígena convertida en mano de obra feudal y esclava de los conquistadores y encomenderos fue punta de lanza del régimen despótico europeo de los reyes católicos ibéricos.
Este municipio tiene hoy una población cercana a los 18 mil habitantes, de los cuales casi 2500 pertenecen al resguardo nasa López Adentro, distribuido en las veredas San Rafael, Chicharronal, El Jagual, El Crucero, La Secreta, Los Alpes, El Danubio, Las Violetas, La Cristalina y El Boquerón.
En la actualidad el municipio es afectado por los conflictos asociados con el dominio de la mafiosa hacienda cañera que ha despojado los territorios de la comunidad nasa y de los campesinos.
La economía cañera (propiedad de grandes ingenios de la mafia del sur occidente) además de provocar profundos desarreglos sociales, es fuente de graves afectaciones ambientales del territorio, especialmente de las fuentes hídricas.
Gonzalo Ramírez, del Partido Liberal que controla el gamonal Carlos Julio Bonilla Soto, es el actual alcalde municipal, en un esquema en que prevalece la contratación directa afectando el bienestar de la comunidad y los intereses de la ciudadanía.
En días recientes la violencia caucana ha dejado sentir sus efectos en el municipio con explosiones y ataques al comando de policía local.
En la violencia de Caloto están involucrados distintos actores entre quienes se encuentran la neoinsurgencia de las Farc del Comando Coordinador de Occidente (columna Dagoberto Ramos) y grupos del neoparamilitarismo financiados por los poderosos dueños de la tierra, la industria cañera, jefes políticos tradicionales y los dispositivos armados del Estado con generales destituidos en días recientes.
El escenario de contradicciones sociales, pobreza, corrupción, fracaso del Pdet Alto Patía (saqueado por los políticos de Popayán y Cali), del bloqueo a la sustitución voluntaria de los cultivos de coca y marihuana, del bloqueo a la democracia participativa, de asesinato de líderes sociales y de reincorporados de las Farc, de masacres y de desencuentros entre las Farc-EP y el Cric (Guardia indígena) son el caldo de cultivo de esta violencia en curso que hace parte del tercer ciclo sangriento que afecta al conjunto de la nación colombiana a raíz del colapso de los acuerdos de La Habana.
El Cauca y Caloto se hunden en la violencia y el Gobierno, en todas sus instancias, ignora este drama que golpea a los más humildes. Definitivamente se requieren allí formas de autogobierno que reflejen los potenciales sociales y democráticos para escoger las salidas de paz y convivencia.