Siempre tenemos en la vida momentos incómodos que bien hubiéramos querido que nunca hubiesen ocurrido.
Como cuando vas a conocer a los futuros suegros, o tienes cita con el banco para ampliar la hipoteca o acudes a un encuentro furtivo con la persona que te quita la respiración y te está mareando por esos días y, preciso cuando te abren la puerta te pregunta el suegro o el banquero o el futuro amor con un profundo desagrado y un gesto bucal que solo denota asco y repugnancia que dónde te manchaste, que mires tu camisa cómo está, que cómo se te ocurre aparecerte así, y en ese preciso momento rebobinas el día y recuerdas cuando al escoger la ropa para ponerte es este día tan especial escogiste la bonita camisa de rayas que solo tiene una postura y esa mancha de vino que ni se nota.
O como cuando te incluyen como invitado especial a una reunión de muchos amigos de toda la vida de ellos, y te pasas cuatro horas riéndote de comentarios que no entiendes y cuando te despides del dueño de casa no sabes ni cómo se llama.
Momentos incómodos todos hemos pasado en la vida y eso que no hago ningún comentario de aquella vez que entré por error a una sala de velación vacía y cuando me percato que el muerto no es mi muerto, comienzan a llegar todo tipo de personas a darme el pésame, abrazando y tocándome los cachetes y que fuerzas me decían sin parar, debes tener fuerza para soportar este dolor, y nuevamente la acariciada en los cachetes.
La única función del pobre rey es saludar efusivamente
a dignatarios de todo el mundo y en donde jamás la frase
supera las tres palabras: Encantado de conocerlo.
Pero la tapa de la tapa de momentos incómodos debe ser cuando le toca a una gran figura pública estar a tu lado por tres minutos, parados como figurines mientras oyes los ruidos de las cámaras de fotos y el pobre famoso conociendo solo vaguedades acerca de ti.
Pobre rey de España, en vez de estar en Mallorca con las niñas y Leti, le llamaron en la mañana que debe acudir a palacio ya y el pobre pensando que han instaurado le república. Y no, que el futuro presidente de un país de esos de América del Sur que quiere conocerlo y claro, la única función del pobre rey es saludar efusivamente a dignatarios de todo el mundo y en donde jamás la frase supera las tres palabras: Encantado de conocerlo.
Y el presidente o futuro presidente solo debe quedarse paradito, espalda levantada y sonrisa pepsodent y si el rey estira la mano, pues saludarlo con cortesía y elegancia. Y ya.
Que acabe el teatro y el rey pueda volver con las niñas y la reina Leti a las playas de Mallorca.
Pobre rey.
Esta vez su compañero de foto resultó un canijo de metro y medio que lo mira como niño regañado y con todo el cuerpo levantado hacia arriba y quien, en vez de comentar que qué bonitos los cuadros de palacio majestad, o un lugar común parecido, solo se le ocurrió decir que no sé quién le manda saludes, y que otro, que otro también le manda saludes y el pobre rey sin saber qué decirle a este renacuajo y tal vez solo se le habrá ocurrido pensar qué bonito, mándales saludes de mi parte.
Y hablando de…
Y hablando de desaciertos, muy triste resulta la designación desde ya del nuevo ministro de hacienda, un tal Alberto Carrasquilla bastante conocido. El mismo muchacho muy estudiado que expresó que el Departamento del Chocó es una carga para el país. El mismo que señala que el salario mínimo es exageradamente alto y hay que reducirlo. El mismo que aparece vinculado con evasión de impuestos en los paraísos fiscales y en los listados de los papeles de Panamá. Sí, el mismo ministro que aumento el número de productos de la canasta familiar gravados con el impuesto del Iva y el mismo ministro que ya fue ministro de papá Uribe.