¡Pobre izquierda!
Opinión

¡Pobre izquierda!

En el Polo la autocrítica llegó como pelea de gallos, en la que se sacan los ojos y no construyen, fieles a la tradición caníbal de nuestra izquierda

Por:
octubre 30, 2015
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Bogotá está resultando el caldero del diablo para la izquierda. El que no sale preso, sale chamuscado o se va para otras toldas, pero por ahí no han podido pasar liderazgos que fortalezcan un partido moderno, unido, pragmático y con posibilidades reales de constituirse en alternativa de poder. Al contrario, allí se han desgastado Lucho (como ministro y alcalde), Angelino (como ministro y vicepresidente), Samuel (como alcalde y bandido) y Petro (como alcalde y emperadorcito).

Tal vez se salvan dos personajes: Clara López que aunque derrotada ha sido una vocera coherente que ha podido construir un electorado propio, que cree en ella, así sus posibilidades estén  disminuidas. El otro que se salva es el senador Robledo quien a fuerza de inteligencia y dedicación se ha ganado sectores muy importantes de opinión no solo en la capital sino a lo largo del país.

Y pare de contar. El resto del país está huérfano de liderazgos de izquierda. Navarro migró a los verdes, Angelino a los amarillos y Piedad se quedó entre los rojos liberales a la espera de esa otra izquierda más radical que viene en camino.

Los demás que todavía figuran en partidos de izquierda la han debilitado a extremos casi de extinción. Petro el último culpable por su arrogancia al tratar de imponer un gobierno basado en la improvisación y en el fundamentalismo ideológico. Por supuesto no todas sus propuestas fueron malas, ni mucho menos descartables, pero la forma en que las planteó, sin estudios, sin concertación, sin pedagogía social las condenaron al fracaso.

En el otro extremo del espectro ideológico, el Centro Democrático, ya se están haciendo su debido auto examen para valorar y corregir errores de la pasada campaña, mientras en el Polo la tormenta de la autocrítica no llega o mejor, sí llegó, pero como pelea de gallos, una riña encarnizada en la que se sacan los ojos y no construyen, fieles a la vieja tradición caníbal de nuestra izquierda.

Salió, por ejemplo, el propio hijo de Petro a criticar el gobierno de su padre a través de Twitter y salió también del cargo de la dirección jurídica de la Secretaría de Integración Social Luis Fontalvo, un expetrista al que le cobraron no haberse unido a la campaña por Clara. Es decir, la purga ya empezó dentro del más claro estilo estalinista.

Triste espectáculo el que se avecina. Lo que se requeriría es un auto examen juicioso, pero sin odios, sin señalamientos, para construir sobre la derrota, no para agrandarla y echarle sal a la herida. Necesitamos esa izquierda democrática, ese sueño de alcanzar el poder por la vía electoral, esa capacidad de interpretar el fervor popular y representar las capas más pobres de la sociedad.

Lamentablemente, eso no está fácil, la izquierda va por el camino equivocado y seguramente buena parte de la poca militancia que todavía les queda termine aburrida buscando espacio en otras toldas, como le ha pasado a muchos.

Doce años en Bogotá fueron tristemente definitivos para demostrar la incompetencia en el manejo del poder. ¿Cuántos años más se requerirán para recuperar la credibilidad? ¿Para mostrar nuevos liderazgos? ¿Para volver a ser alternativa de poder? Difícil saberlo, en especial si no aprovechan esta coyuntura para replantear cosas, no para desgastarse más aún en rencillas intestinas. ¡Pobre izquierda en manos tan burdas y tan absurdas!

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